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El rayo mágico de Orisoain
Orisoain (Navarra) ·
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Orisoain (Navarra) ·
El número siete es también simbólico en Orisoain. Porque han de pasar siete semanas desde el equinoccio de primavera para que el rayo misterioso cruce la ventanuca vertical de la cripta de San Martín de Tours. Han de faltar siete semanas para el equinoccio de ... otoño para que el rayo cruce su ventana y penetre en la oscuridad de la cripta. Entonces, durante unos instantes, apenas unos minutos, el primer rayo del sol naciente penetra por un ángulo de la ventana y manda su haz luminoso a estrellarse sobre una piedra, al otro lado de la cripta. Aquella no es una piedra cualquiera, es un bloque de arenisca en el que se puede ver un pequeño grabado cuyo significado aún nadie ha descifrado.
El santo patrón San Martín fue un viajero empedernido; desde su nacimiento en el siglo IV, en Hungría, hasta ser obispo de Tours, corrió media Europa, como soldado primero, como mensajero de fe cristiana después. Los templos que le rinden culto se multiplican por toda la geografía vasca: Getxo, Atxondo, Forua, Arrieta, Urretxu, Zegama, Ataun, Andoain, Gaceo, Arbulo, Lesaka, San Martín de Unx, Sarriés, Artaiz y Orisoain son solo algunos de ellos. Pero criptas como la de Orisoain hay muy pocas, solo otras tres en Navarra (Leire, Gallipienzo y San Martín de Unx), ninguna otra con una ventana por la que llega un rayo mágico. Ninguna más en un territorio como esta Valdorba navarra donde el románico regó con su cultura de piedra labrada un paisaje al que ya cantó, por su olvido en el tiempo, Benito Lertxundi.
Bajar a la cripta de Orisoain tiene su peculiaridad. Hay que abrir primero una trampilla de madera en el suelo del templo, bajo ella se debe destrepar una escalinata y atravesar una corta galería agachando la cabeza. Al otro lado, un altar ocupa el centro de un espacio pequeño y emocionante, muy apropiado para una escenografía ritual. La cripta es como una media naranja, semicircular, una media bóveda con arcos que se apoyan en rústicos capiteles; las columnillas de soporte del arco de acceso nos traen naturaleza a la penumbra, representando los enigmas del Génesis: vegetales, aves y caminantes entre serpientes. A la luz del primer rayo solar, o a la de una vela en una mano temblorosa, la atmósfera propicia una especial magia a este lugar.
Para qué se hizo esa cripta bajo el ábside no está claro; podía simplemente soportar el edificio o haber sido el sepulcro de algún santo o jerarca de la iglesia pero cuando se descubrió estaba llena de huesos, casi seguro trasladados de las tumbas que antes ocupaban el suelo del templo. La casualidad propició que el párroco viera salir una paloma por un pequeño agujero, a ras de suelo, en el ábside. Venía de la cripta a través de la ventana que entonces estaba casi cegada. Cuando en 1965 se reparó la tarima de la iglesia se descubrió la trampilla de acceso a la estancia.
Durante once siglos el rayo de Orisoain ha repetido sus momentos mágicos uniendo con su luz tierra y cielo. Igual que los canecillos de la cornisa del tejado de San Martín: un ouroboro de dos serpientes se ilumina en el solsticio de verano; un flautista y su acompañante contorsionista reciben su luz en el solsticio de invierno; un monstruo con dos cabezas de serpientes brilla en los equinoccios.
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