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Lucen perfectas en la foto, tocadas por los dioses de la belleza y de las redes. Cuando el exceso de imágenes ya ha popularizado los lugares más comunes, llega la hora de buscar localizaciones alternativas donde prender el 'clic' previo a esa imagen subida a la nube, compartida con el mundo. Sugerimos cuatro localidades de la vecina Burgos donde el paisaje sonríe a la cámara y el agua seduce al objetivo. Invitamos a partir en pos de nuevos rincones que colgar con el objetivo de que todas las personas puedan admirarlos, a guardar su sorprendente belleza en la retina para siempre.
Orbaneja del Castillo
Ningún fotógrafo profesional o aficionado puede resistirse a la cascada que parte en dos este pueblo, un tajo caudaloso especialmente en época de lluvias y deshielo. El frío sienta bien al enclave del Parque Natural de las Hoces del Alto Ebro y Rudrón declarado Conjunto Histórico Artístico. Sito en la linde con Cantabria, el torrente surge repentino de las rocas en la Cueva del Agua. Corre camino del Ebro. Separa para siempre los barrios de Villa y de Puebla.
El agua pasa junto al caserío hecho de piedra toba con estilo montañés, crea rápidos que enamoran y abona pozas color azul turquesa. Las solanas de madera de aquellos hogares divisan la hazaña casi colgadas del aire. Existe un mirador, el de Cueva del Agua, desde donde apreciar las formaciones kársticas que, una sobre otra, simulan una antigua fortaleza, de ahí aquello del 'castillo' que aparece en el nombre del pueblo. Busca la que hace imaginar a dos camellos besándose, 'La ventana cerrada'.
Tal fuerza de la naturaleza no pasó desapercibida a unos humanos que a todo buscan utilidad práctica. Por eso, antaño la caída líquida bautizó cinco molinos harineros de los que aún hay restos. Por el lugar pasaron mozárabes y judíos. Solo en su paramera, llano conocido como 'Las eras', podían labrar la tierra. Allí aguardan chozas de piedra caliza, uno de los conjuntos de arquitectura popular más interesantes de la provincia. Se usaban como granero y refugio cuando el tiempo te la jugaba. Busca en el pueblo la Casa de los Canes, con canecillos románicos decorativos, o la de los Pobres, antiguo hospital del siglo XVI con soportal de madera y entramado de toba.
Valdelateja
En el mismo parque natural, queda casi encajada entre los dos ríos, así que imagina el paisaje; al fondo del Cañón del Rudrón, de perfil filoso y escarpado. También separada en dos barrios que hermana un puente de arco único. Repleta de casas montañesas, hogares adornados por colmenas que reutilizan troncos huecos.
La iglesia de Santa Eulalia destaca en el lugar; para construirla aprovecharon la piedra del despoblado de Siero. Aunque, sin duda, la estampa más singular la ofrece el cerro de Castrosiero, retazo de la Paramera que quedó tras la erosión fluvial, después del continuo excavar del agua sobre un meandro del que acabaría huyendo. Encima espera la solitaria ermita mozárabe del siglo VIII dedicada a santa Elena y santa Centola que, según la tradición, sufrieron martirio en Castrosiero. Dicen que, cuando se pasa un paño húmedo por la roca, queda impregnado con el color de la sangre derramada por las mujeres decapitadas.
A la ermita se accede por senda escarpada desde el pueblo. Si quieres dar un paseo más largo, existen diversas rutas que recorren el cañón del río Ebro, como la GR99. Fue en época prerromana cuando el pueblo nacía sobre el cerro El Castillo. Abandonado aquel lugar, surgió Siero más abajo, poblado hasta principios del siglo XX (quedan el cementerio y las ruinas de una iglesia gótica). Pero cuando pises las calles de Valdelateja recuerda que esa porción de tierra empezó a habitarse en época medieval. Por cierto, el coto de pesca de San Felices es uno de los trucheros más importantes de la península, así que en el río Rudrón no es complicado asistir a saltos de trucha
Pesquera de Ebro
Continuamos en el sur del Valle de Zamanzas. La instantánea más deseada hay que buscarla en la carretera de Pesquera de Ebro, a unos dos kilómetros del pueblo, exactamente en el Mirador del Cañón del Ebro. Desde ahí la perspectiva sobre el profundo desfiladero, que va socavando el río, enamora. Imagina el agua fluyendo a través de hoces que se suceden unas a otras, de gargantas y desfiladeros sumados a ese espectáculo. Multitud de rapaces en vuelo otean desde el cielo sus dominios. Que apetece más naturaleza, desde el pueblo salen sendas como la Ruta del Cañón del Ebro de Pesquera a Valdelateja, la Ruta de la Hoya de Huidobro o el GR 99 para los más avezados.
La localidad nació, como ha sucedido con muchas otras, gracias a un puente medieval que permitía, y permite aún, conectar ambas orillas, acabar con su aislamiento. Además de la pasarela, guardan importancia en ese espacio la ermita barroca de San Antonio y la iglesia de San Sebastián, esta última con restos góticos. Casas solariegas y palacios blasonados de los siglos XVI al XVIII vertebran el lugar. ¿Si es bonito, preguntas? La declaración de Conjunto Histórico puede solventar esa duda; y un dato curioso, se trata de uno de los pueblos con más escudos nobiliarios de Burgos. Muchos de ellos sobreviven desde los siglos XVII y XVIII, época dorada en la que las familias nobles decidieron asentarse allí, clanes como los Escalada, los Giles, los Mazuelo y los Gallo.
Pampliega
La foto desde el río Arlanzón, con su silueta al fondo y la iglesia de San Pedro picando el cielo es perfecta. La villa aguarda orgullosa encima de un cerro que preside la vega de la corriente, vigila atenta. Por su especial localización se cree que gozó de gran importancia en la antigüedad, de ahí que su nombre podría derivar de 'Pompeica', que significa' fundación de Pompeyo'. Por el emplazamiento pasaban dos importantes vías romanas: la del valle del Arlanzón y la que se extendió de Clunia a Cantabria. Y hasta él llegaron celtas y visigodos, quienes la transformaron en destacado núcleo político y militar. Además, cuentan viejas historias que allí murió destronado el rey visigodo Wamba, recluido en el monasterio de San Vicente.
No se detiene el trajín histórico. La crisis tras la invasión musulmana despobló la zona que fue ocupada de nuevo en el siglo IX. Dos siglos más tarde contaba con importante judería. La villa logró sus fueros de Alfonso VII y mercado franco los sábados de Alfonso X el Sabio. Finalmente, la ciudad de Burgos adquirió el lugar en el año 1331 a la mujer de García Fernández de Villamayor, pasando a formar parte del señorío concejil de la capital del Arlanzón. Un no parar.
Tras los dimes y diretes, sugerimos que te detengas frente a la mencionada iglesia de San Pedro (XVI), cuya torre pertenece al siglo XVIII y cuya portada se atribuye a Gil de Hontañón. Dentro aguarda un retablo mayor del siglo XVI de Domingo de Amberes. Por cierto, Pampliega tuvo muralla, pero solo queda de ella el Arco de Presencio. A pesar de ello, aún se distingue cierto regusto medieval que enamora.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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