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National Geographic ha publicado su popular listado con los 100 pueblos más bonitos de España. Así, las vacaciones de verano se convierten en el momento perfecto para descubrir alguna de estas increíbles localidades, desde las que llevan años recibiendo a viajeros de todo el mundo, hasta esos pequeños tesoros menos turísticos.
Según destaca la prestigiosa revista, en esta clasificación lo importante no es su tamaño ni el número de habitantes. No se trata de que aparezcan en las guías o en programas de televisión. Sea como sea, todos estos pueblos reivindican su papel protagonista en la España más rural. Su patrimonio, su urbanismo o su relación con el entorno los convierte en maravillas en miniatura, donde encontrar lugares Patrimonio de la Humanidad y degustar algunos de los principales platos de nuestra gastronomía.
Si lo que estás pensando es en una escapada de fin de semana, aquí te dejamos un listado con los 10 pueblos más bonitos de España a menos de dos horas de Bilbao.
El primer municipio vasco en aparecer en este listado es Laguardia. La capital de la Rioja Alavesa aúna vino, bodegas antiguas y modernas y campanarios que asoman a Sierra Cantabria. Según describe la publicación, para entrar a su almendra central hay que hacerlo a través de sus accesos fortificados y entonces todo se vuelve de piedra. Esta metamorfosis se produce en cualquiera de sus puertas, siendo la de Carnicerías la más concurrida por conectar el siglo XXI con la Plaza Mayor.
Asimismo, merece la pena la visita guiada al pórtico de Santa María de los Reyes (siglo XIV), un prodigio de la escultura gótica que se conserva policromado gracias a un atrio que se le agregó en el siglo XVI. Eso sí, sería un delito obviar la presencia del vino y de los numerosos calados que hay bajo las casas y que hoy se han adaptado para recibir visitas o para servir vinos y pintxos.
La localidad navarra de Olite está teñida por un encanto medieval. Sobre un pequeño cerro, a orillas del río Cidacos, Olite actuó como fortaleza de la Zona Media de Navarra con el imponente castillo-palacio que Carlos III de Navarra mandó construir a finales del siglo XIV. Según destaca la revista de viajes, el Palacio Real ocupa un tercio del casco urbano medieval, en el que se entrelazan estrechas calles al abrigo de nobles casas donde permanecen grabados los escudos de armas, como en el Palacio del Marqués de Rada, arcos góticos, iglesias y el recinto amurallado de origen romano.
El único pueblo vizcaíno en la clasificación, pero no por ello menos espectacular. Uno de los motivos por el cual ha sido seleccionada es su entorno privilegiado: la Reserva de la Biosfera y el Área de Conservación de Urdaibai. Los expertos que han elaborado el ranking destacan, asimismo, su casco viejo actual, «fiel representación de la villa en el medievo». Pero el puerto es el centro del municipio y desde allí nacen las calles irregulares que forman su núcleo histórico.
En la parte vieja se localiza la biblioteca, un antiguo edificio portuario que antaño hizo las veces de hospital de peregrinos del Camino de Santiago, además de servir en otros tiempos como lonja de pescadores y de matadero. Extramuros, se localiza sobre una atalaya con vistas al horizonte la iglesia de Santa María. Un templo gótico renacentista que figura adscrito a la villa desde 1071, igual que la ermita de Santa Catalina. Ubicada en la punta que lleva su nombre, se trata de un edificio de transición entre el Gótico y el Renacimiento que se emplaza sobre un pequeño promontorio. El mirador de la Atalaya y el de Portuondo son dos de los mejores parajes para disfrutar de las panorámicas de la ría de Mundaka. Dos lugares que mezclan la imponente belleza del mar con la naturaleza que inunda sus montañas.
«Serpentea y se transforma en saltos de agua a lo largo del valle de Baztán, pero el magnetismo del río Bidasoa aumenta cuando se topa con los pueblos navarros de la zona», describe National Geographic. A su paso por Elizondo, su cauce halla cobijo en los puentes que entrelazan los barrios de la capital del valle, cada uno con su personalidad y oficios, pero siempre con el blanco y el marrón de las casas como protagonistas.
Cerca, en la plaza de los Fueros, el Ayuntamiento muestra el símbolo de lo que fue y sigue siendo el valle y su capital, con un escudo donde se puede leer «Noble Valle y Universidad de Baztán», título que muestra el papel protagonista de Elizondo en la historia de Navarra. Entre sus calles, museos y espacios naturales, las esculturas de Jorge Oteiza y Xabier Santxotena rompen con el estilo rural y montañés.
La desembocadura del río Bidasoa y la Bahía de Txingudi son la frontera natural entre España y Francia, entre Hondarribia y Hendaya. Su ubicación estratégica ha determinado la configuración de la villa con edificaciones similares a las de Iparralde y ha dejado para el recuerdo una muralla transitable que rodea la ciudad vieja.
A esta última se llega a través de la arteria principal del casco viejo, Kale Nagusia –calle Principal, en euskera–, un paso estrecho y adoquinado que recuerda su antiguo trazado medieval. En la misma dirección se encuentra la Iglesia de Santa María de la Asunción y del Manzano y el Castillo de Carlos V, reconvertido en Parador de Turismo. Las plazas de Armas, del Obispo y Gipuzkoa se convierten en los puntos neurálgicos de la villa. La prestigiosa revista ensalza también La Marina, el antiguo barrio de pescadores. Está ubicado extramuros y es conocido por sus casas de colores, pintadas así debido al aprovechamiento de la pintura sobrante de los barcos.
Para encontrar otro pueblo vasco en la lista hay que avanzar hasta el puesto 63. Ahí aparece Getaria (Gipuzkoa), con su imponente puerto y sus estrechas callejuelas repletas de bares y tabernas para degustar sabrosos pintxos o pescados frescos. Entre Zarautz y Zumaia, se ubica esta bella localidad con dos playas divididas por la características cabeza del ratón. A un lado, la tranquila y familiar Malkorbe. Al otro, Gaztetape, popular entre los surfistas.
National Geographic destaca la iglesia gótica de San Salvador, con su suelo inclinado y presbiterio elevado como consecuencia del terreno rocoso. Ubicado en la parte alta, vio crecer al diseñador internacional Cristóbal Balenciaga, y su obra permanece allí, en un edificio anexo que hoy acoge su museo. Getaria también vio nacer a Juan Sebastián Elcano, el primer navegante que dio la vuelta al mundo en la famosa expedición de hace 500 años.
En un gran meandro del Ega, entre Pamplona y Logroño, se abre paso esta villa nacida en sus orillas gracias al trasiego de los peregrinos del Camino de Santiago. Es la llamada «Toledo del norte», por ser una de las grandes ciudades monumentales de la España septentrional. En la Edad Media Estella comenzó a llenarse de palacios, castillos, casas señoriales, iglesias y conventos que a día de hoy hacen de este pueblo uno de sus mayores atractivos.
En los alrededores de lo que fuera la judería se puede vislumbrar la iglesia de San Pedro de la Rúa, un templo del medievo de aspecto ascensional provocado por la verticalidad de su torre. A él se accede a través de una escalinata que comienza frente al Palacio de los Reyes de Navarra, conocido también como el Palacio de los Duques de Granada de Ega, una edificación que sirvió en el pasado de prisión y que, en la actualidad, acoge un museo dedicado al pintor Gustavo de Maeztu, máximo exponente de la Escuela Vasca de pintura del siglo XIX.
Esta localidad burgalesa recibe el nombre de «cuna de Castilla» por haber sido uno de los señoríos monásticos más importantes del Reino. En la plaza del Obispo Peña y en la de Doña Sancha se encuentran los mejores ejemplos de edificios agropecuarios típicos de Covarrubias, construidos a base de piedra en la planta baja y con entramados de madera y adobe en los pisos superiores. Los soportales y las balconadas cubiertas que exhiben son una de las particularidades de las casas rachelas que se levantaron en el pueblo durante la Edad Media.
San Vicente de la Sonsierra está en suelo riojano pero en ribera alavesa. Se trata de un publo idílico, con la sierra de Cantabria como telón de fondo. Paseando por sus calles se disfruta de un maridaje perfecto de restos medievales, bodegas y bares de vinos. Antes de entregarse a una cata, merece la pena visitar el recinto amurallado, partiendo de la Plaza Mayor hasta el castillo, desde donde las viñas se divisan en plenitud. En las afueras, la prestigiosa publicación recomienda desviarse a la ermita de Santa María de la Piscina, una joya románica rodeada de hallazgos arqueológicos entre los que destaca una necrópolis rupestre medieval.
La hermosa Comillas, conocida Comillas es por El Capricho de Antoni Gaudí, es un de los pueblos cántabros que más turistas recibe a lo largo del año. Uno de los artífices de su embellecimiento fue el indiano Antonio López del Piélago. Entre sus encargos se hallaba el Seminario de Comillas (1881), que llegó a ser Universidad Pontificia. En este edificio magnífico, que despunta sobre la colina que preside el pueblo, arquitectos de moda por entonces como Joan Martorell y Lluís Domènech mezclaron estilos de todas las épocas. Además de la visita a estos edificios, Comillas merece un paseo por sus calles empedradas, por ejemplo hacia la Plaza el Corro de Campíos o hacia la de los Tres Caños, rodeadas de casas solariegas y mesones, o hasta su propia playa, de arena fina y dorada.
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