Las vistas son de cortar la respiración. Paulo Etxeberria
Paisajes con alma

Un poljé escondido en el paraíso de Zaraia

Eskoriatza (Gipuzkoa) ·

Viernes, 6 de septiembre 2024, 18:11

Poljés verdaderos hay muy pocos en la tierra de los vascos. Degurixa es entre todos ellos una perla de belleza concentrada. Apartado, solitario, ensimismado entre lapiaces, cuevas misteriosas, hayas retorcidas y silencios estremecedores nos propone una mirada bucólica como pocos lugares en nuestras montañas.

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Degurixa ... es una gran hoya verde elevada a casi novecientos metros de altitud y rodeada de un cinturón de montañas con nombre bonito: Andarto, Maiputz, Atain, Arlutz, Aranguren. Todas se inscriben en el inventario de la sierra de Zaraia, una parte del macizo de Aizkorri. Abajo, en el rellano, varias bordas pastoriles rompen la soledad de un paraje inolvidable. Y sí, Degurixa es un polje de libro.

Aclaro que esta palabreja polje procede del eslavo y sirve para identificar una singular configuración geológica en la que una depresión del relieve rodeada de montañas muestra un valle alargado o semicircular y cerrado en el que las aguas pluviales no tiene otra salida si no marchan bajo tierra. Puede haber un río o un arroyo pero terminará sumido en una dolina o filtrándose como en una esponja a las cavidades subterráneas. Sucede a menudo en estos lugares, en Degurixa también, que cuando llueve mucho los sumideros no son capaces de tragar todo lo que cae y se forman balsas; cuando esto ocurre de modo recurrente el fondo de esas balsas se mancha de un sedimento arcilloso producto de la descalcificación de las calizas, la «terra rosa». Eso también se puede ver a veces en Degurixa. Y allí, bajo tierra, se esconden las principales cavidades que evacuan las aguas que llegan del cielo; Gaztelu urzuloa tiene más de 500 metros de profundidad y se lleva lo que llueve en Degurixa y en el polje vecino de Alabita hasta la surgencia de Saratxo, que está muy lejos, en el pueblo de Araotz.

Hay pocos pero podemos apuntar algunos poljes en la tierra de los vascos; en el mismo macizo de Aizkorri-Aratz están los de Urbia y Oltza; el de Olatz en el valle homónimo de Mutriku; es uno todo el guipuzcoano valle de Lastur; el de Zalbide se sitúa en la divisoria entre las sierras navarras de Urbasa y Andia; el de Itxingote se oculta entre las rocas intrincadas de Itxina, en el Parque de Gorbeia.

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Cerca de Degurixa están varios de los caseríos más altos de Gipuzkoa y por sus pies han pasado desde tiempos inmemoriales los rebaños que buscaban pastos en la sierra. Lo siguen haciendo las ovejas que dan vida a este rincón que nos emociona hasta que entran los fríos del otoño. Menos mal, porque sin ganado y con los pájaros callados Degurixa es un universo lleno de silencios.

Recorrer las ondulaciones del polje de extremo a extremo, visitar los túmulos y dólmenes que conservan la memoria de viejos pastores o quizás solo cazadores y atreverse a trepar hasta el túnel de Maruatx que atraviesa la peña como la boca gigante de una ballena no deja a nadie sin pronunciar algún sinónimo de belleza. Ser pastor en Degurixa tuvo que ser muy duro, ser viajero o caminante allá arriba tiene ahora muy poco mérito.

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