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Da igual cómo te pongas, boca arriba o boca abajo, que abras mucho los párpados en señal de sorpresa o aprietes los dientes con crispación: ¡en Burgos hay playa! Tal vez no en el sentido estricto de la palabra, en plan un arenal que da paso al mar, oleaje mecido en espumas mientras el horizonte traza una línea fugaz entre agua y cielo. Esa poética imagen, típica de aquellas postales que mandábamos antes por correo y ya nadie compra, no la encontrarás en la provincia vecina, cierto, pero tampoco desmerece la combinación de azul y verde de la que sí disfruta su paleta de colores, la reunión de deportes acuáticos y espacio donde extender la toalla.
Acercamos cinco propuestas para cantar aquello de «Vaya, vaya, aquí…», pero transformando la parte negativa en positiva… y en positivismo, porque ¿hay algo que ponga de mejor humor a estas alturas del año que contar aún con entornos idílicos donde quitarse de encima el calor a base de chapuzones y sacudirse del cuerpo la vuelta al cole de niños y adultos? Con lo caro que sale el material escolar en el primer caso, quedarse cerca parece además una buena forma de no engordar las deudas.
Soto de Villarcayo
Nada tan típico para una jornada playera como el deseado chiringuito, con su olor a comida refrita, su cerveza mal servida y esa sangría tan 'typical'. De vez en cuando el 'modo Torrente' tiene hasta gracia. En esta propuesta puedes toparte con uno estupendo. O apuntarte al rollo chill out, que también te lo ofrecen y ahí suelen servir mejores cócteles.
A orillas del río Nela. En una extensa parcela de baño natural. Con arena y zonas verdes. Merendero e instalaciones infantiles para que los peques más inquietos no se aburran. También puedes animarles a hacer deporte, eso cansa y a la noche llegan más suaves al hogar (por aquello de que se vayan a dormir pronto y te dejen descansar algo).
Iníciales en el pádel surf, a ver cómo andan de equilibrio. O deja que brinquen en los hinchables (seguimos con la fórmula acción diurna igual a inacción nocturna). El color verde dominará el ambiente, llenará los ojos, invitará a disfrutar de una jornada familiar idílica entre chopos y acacias. Dicen del lugar que es la joya turística de Villarcayo. Tendrás que ir a comprobar si es cierto.
Playa de Arija
Los adoradores de esta opción cuentan que la arena blanca y las aguas azules cristalinas multiplican el influjo de los rayos de sol. Que convierten este emplazamiento escondido en la orilla sur del embalse del Ebro en un lugar mágico. Hablan de un mar interior, y lo de 'mar' implica la posibilidad de practicar kayak, kite surf... incluso vela.
Disfrutarás vuelta y vuelta entre verdes pastizales y bosques autóctonos. Con el helado medio derretido cayendo por tu barbilla mientras tratas de evitar el desastroso cambio de sólido a líquido. Y el bocata de lomo con pimientos envuelto en papel albal a la espera de que, igual que al cucurucho, le toque su hora. Hay ciertos sacrificios y sacrificados que resultan muy típicos en temporada estival, porque recuerda que aún estamos en verano.
Además de día playero puedes dedicarte a la cultura, a visitar iglesias rupestres, emplear los pies en alguna ruta del románico dispuesta a ser descubierta o a conocer los pueblos vecinos. Sobre el que te acoge, debes saber que en Arija nació Cristalería Española a principios del siglo pasado, por eso todavía existen restos industriales perfectos para embarcarse en turismo de ese tipo.
Por si no encuentran suficiente que hacer, los amantes de las aves estarán encantados de emplearse a fondo con los prismáticos y aquello del 'birdwatching', que debe quedar mucho más elegante en inglés que decir observación de pájaros en castellano por lo mucho que se lee últimamente. Aguardan sobre todo especies acuáticas dispuestas a criar o a invernar en este magnífico vecindario. Si no encuentras actividad a tu gusto es que tienes expectativas demasiado elevadas para la jornada de asueto.
Embalse de Sobrón
Fieles al curso del Ebro, nos trasladamos hasta el linde con Álava, a un punto digno de foto. Allí el desfiladero impresiona con su verticalidad, acompaña a un pantano que bien podría estar a dieta por lo estrecho, creado a mediados del siglo XX. Te encuentras dentro del Parque Natural Montes Obarenes-San Zadornil, que no es capaz de engordar el tajo de tierra, pero sí tu álbum de instantáneas en cuanto te pongas serio con la cámara.
¿Prefieres dedicarte a actividades deportivas? Además de las acuáticas, hay de sobra para locos por la naturaleza y andarines. Aunque tampoco hace falta que te tires al monte, pretender descansar panza arriba siempre es una gran opción. El sosiego forma parte del disfrute. Aprovecha las zonas recreativas y el embarcadero para respirar aire puro bajo la atenta mirada de las montañas.
Pantano de Arlanzón
Un total de 15 kilómetros de costa fluvial son los que regala la siguiente propuesta, al resguardo de la Sierra de la Demanda. Un paraíso concentrado en 130 hectáreas de agua. Entre Pineda de la Sierra y Villasur de Herreros se abre el Pantano de Arlanzón que, 10 kilómetros más arriba, se convierte en el Embalse de Uzquiza.
El primero, más buscado, acostumbra a protagonizar los flashes de los paparazzi. El segundo, menos conocido como los actores secundarios, siempre es una buena opción para quienes buscan algo más de intimidad, aunque lo de estar solo en ciertos parajes… ya se sabe. Los encontrarás a 30 kilómetros de Burgos capital, por lo que muchos vecinos de la ciudad y el entorno se acercan a vivir su jornada de paréntesis.
Espinosa de los Monteros
Natural… es la palabra importante, antónimo de artificial. En este caso, gana por goleada cuando se trata de elegir entre ambos términos. Piscinas naturales de La Presa, así las llaman. Encontrarás agua limpias. Césped limpio. Limpio baño de sol. Vistas limpias a la montaña, con los Montes de Valnera asomando.
Entre los servicios disponibles: merenderos, bar-asador, aparcamiento y zonas verdes. Primero disfruta de ese lujo y luego ve a conocer bien la capital de los valles pasiegos burgaleses. Invitamos a adentrarse en el casco urbano, a revisar sus monumentos históricos, los mejores después de los de la capital, según indican los expertos.
A tomar el postre o merendar sobaos y quesadas. Salir a bajarlos conociendo el Camino Olvidado hasta Pedrosa de Valdeporres, algo más de 24 kilómetros de caminata con dificultad baja. Y aprender leyendas como la del conde don Sancho García, al que, cuentan, un montero natural de Espinosa previno sobre las pérfidas intenciones de su madre, quien pensaba envenenarlo para hacerse con el Condado de Castilla. De ahí que el noble creara un Cuerpo especial de Monteros de Cámara, integrado solo por hijos del pueblo. O eso dicen.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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