Vista del Museo de La Encartada, en Balmaseda. E. C:
GPS | Paisajes con alma

Paisaje en una máquina de Balmaseda, la fábrica de boinas La Encartada

Jueves, 9 de noviembre 2023, 07:59

Sé que por esto me van a tildar de loco, de extravagante, de equivocado. Bueno, romper las normas y las convenciones es lo que permite avanzar a la sociedad. Miremos hoy una máquina. La he visto mover sus rodillos, al compás sincrónico de la polea ... que antaño hizo girar la energía de una turbina que movían las aguas del Cadagua: plas, plas, plas, plas… tchac, tchac, tchac, tchac… Suena bonito. He visto dar miles de vueltas a su tambor repleto de cardos naturales. He escuchado su ritmo incansable. He palpado las mantas que peina -carda- para sacar el pelo a la lana y hacerlas suaves.

Publicidad

La percha de cardos Snoeck hipnotiza al más pintado. Eso me parece también a mí, y si no que se lo digan a Joaquín Marco Sáenz de Ormijana, que ha sido el artífice de su puesta en marcha, después de más de 25 años parada, después de más de cien años trabajando en esa fábrica-museo que es todo un homenaje a los oficios de la lana. Sí, hablo de La Encartada, que se esconde a orillas del río Cadagua, en Balmaseda. Las máquinas tienen su estética, más las antiguas; tienen todo lo que nos muestran los paisajes que admiramos: belleza, formas estéticas, memoria, capacidad de sorprender y de enamorar y, además, hacen tareas y trabajos difíciles.

Joaquín no es poeta pero está enamorado de la percha. Es el técnico restaurador de La Encartada y ha metido ni se sabe las horas para poner en marcha la máquina. «No teníamos patrón, nadie que nos dijera cómo enhebrar la manta de lana, cómo accionar el ingenio desde las poleas, cómo reponer los cardos... Pero era un reto tan desafiante que hasta he dedicado un terreno al cultivo de cardos, y ya he conseguido una cosecha que ahora están secándose. También ese oficio está en vías de extinción, solo hay un hombre mayor que se dedica a los cardos en toda España», relata. Y, claro, ha contado los cardos que lleva la máquina: 1.800, ensartados uno a uno, para que con su giro carden la lana de las mantas.

En La Encartada se hacían boinas, pero también paños y mantas. Y para ello se compró, 15 años después de fundarse la fábrica en 1892, la percha belga Snoeck. Se trajo de Verviers, una ciudad valona que fue referencia mundial en la mecanización de los productos laneros.

Publicidad

Parece que solo es una máquina, pero tras el movimiento de sus engranajes hay que ver muchas más emociones. Están las materias primas naturales: lana, cardos y energía motriz hidráulica; está el ingenio humano; está la historia de la revolución industrial y por supuesto el paisaje que muestra la percha como un músculo más, integrado dentro de una fábrica ejemplar en la que se afanaron decenas de vecinos de Balmaseda que tuvieron allí casa, escuela y trabajo.

Envuelta entre jardines, acompañada por el murmullo del Cadagua que corre bajo la galería de una aliseda, con esa arquitectura esbelta de hace dos siglos, La Encartada parece una fábrica de cuento. Escuchar sus máquinas en marcha y evocar en ellas otro tiempo y otros paisajes todavía es posible. La percha de cardos Snoeck será una de las máquinas estrella de La Encartada durante noviembre.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad