Las ovejas toman el mando en Brieva

Este sábado 15 de junio celebran la Fiesta de la Trashumancia, que cumple ya su vigesimosegunda edición. Una manera de reivindicar la memoria de esas duras profesiones que tuvieron nuestros mayores y que cada vez son más difíciles de ver. Porque Brieva rinde homenaje al pastoreo en su manera más clásica. La cita, obviamente, incluye el paso de un rebaño por el pueblo, como se hacía tradicionalmente cuando los pastores trasladaban a sus ovejas de un lugar a otro en busca de pastos y tenían que recorrer largas distancias cruzando por medio de los municipios. Pero también habrá exhibiciones de esquileo a tijera, una feria de animales y otra de artesanos, talleres infantiles relacionados con la tradición pastoril, además reservar tiempo para dar alegría al paladar con una caldereta popular y una degustación de migas elaboradas por la asociación de jubilados del municipio.

La jornada servirá, al mismo tiempo, de excusa para conocer cómo los habitantes de esta localidad tratan de reivindicarse y superar todo tipo de adversidades. Por ejemplo, para defender la ganadería extensiva, aquella que trata de exprimir solo los recursos naturales, su pequeño Ayuntamiento compró un rebaño de ovejas que da trabajo a tres personas. Y también montó una escuela de pastoreo para poner en valor esta labor por la que ahora pasan numerosos colegios de la región llenando las estrechas calles de gritos y risas de niños, tan difíciles de escuchar en esta zona montañosa.

Los vecinos también contarán al visitante cómo el incremento del precio de la gasolina ha hecho que el panadero que a diario subía en furgoneta hasta Brieva haya dejado de hacerlo. Porque aunque durante un tiempo el Consistorio le subvencionaba parte del kilometraje, las arcas municipales ya no daban para más y tuvieron que dejar de financiarle. Explicarán al que quiera oírles que para solventar ese problema han comprado un horno municipal y que serán los integrantes del hogar de mayores quienes ahora lo elaboren. Lo mismo que presumirán del caso de Inés, la mujer que regenta el bar restaurante municipal. Porque un municipio sin bar, ni es municipio ni es nada.

Los residentes que reciben con los brazos abiertos a los visitantes presumirán, eso sí, de su naturaleza. Porque es difícil recorrer sus calles sin escuchar el ruido del agua que corre por sus ríos. El Brieva y el Berrinche dan personalidad a la zona y hacen que el verde luzca en todo su esplendor. Permiten también que haya una piscina natural, que es muy socorrida en los días de verano en los que más aprieta el calor por aquellos lares. El Ayuntamiento, en colaboración con la mancomunidad del Alto Najerilla, ultima, de hecho, varias rutas senderistas para todo tipo de paseante, desde familias con niños hasta los más avezados montañeros.

Porque la localidad quiere pervivir y atraer al turista que busca calma y naturaleza. Hasta el punto de que acaban de desacralizar uno de sus templos para convertirlo en una especie de albergue en el que también se puedan celebrar actividades culturales.