Un ojo mágico en el océano
Roche Ronde (Biarritz) ·
Roche Ronde (Biarritz) ·
Aunque vivimos en una zona donde predominan las calizas cretácicas, emergidas de un muy antiguo mar, de vez en cuando asoman sobre la corteza de nuestro paisaje otras rocas que ponen diversidad en los horizontes y entregan entretenimiento visual a quienes disfrutamos con el solo ... mirar a nuestro derredor.
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Contra, sobre y entre las calizas vascas hay además margas, conglomerados, granitos, carbones, lavas y basaltos, bellísimas areniscas, todas rocas distintas pero que todas ellas son roca madre. La Roche Ronde es una de esas rocas curiosas, formada por areniscas calcáreas y calizas arenosas hace unos cuantos millones de años, solo algo más de una veintena de millones, y, curiosamente, encierra entre sus arenas infinidad de nummulites, unos raros y redondos bichejos marinos solidificados (protozoos unicelulares). Los bichos redondos no han servido para llamar «redonda» a la roca; ha sido el arco natural que el paso del tiempo y la potencia del mar han creado en ese peñasco emergente sobre el horizonte marino.
La Roche Ronde está en Biarritz y parece que algún arquitecto listo la hubiese fabricado a propósito para crear un escenario espectacular ante la playa de Miramar. Tres rocas areniscas sobresalen allí del mar: Roche Plate, Roche Ronde y La Fragate. La primera sirve a los locales para saber cuando la tienen a la vista que la marea está baja, la tercera les recuerda antiguos episodios bélicos, y la segunda es un espectáculo en sí misma pero solo se puede tocar si se llega a nado o en piragua y subirse a ella está prohibido, no sea que molestemos a las gaviotas patiamarillas o a los cormoranes que acostumbran a refugiarse allí al atardecer.
La Roca Redonda tiene en el verano algunos de esos atardeceres mágicos, de los que llaman a sentarse a mirar. Hay que colocarse en una posición estratégica en la playa, cerca de la orilla, casi con los pies en el agua, con permiso de la marea adecuada, mejor si está bajita y vemos al lado izquierdo de la Redonda a su vecina Plate, y esperar.
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Lo que sucede, si hemos calculado bien, es impresionante: el sol, de rojo intenso, se marcha a dormir tras el horizonte del océano y podemos verlo a través de la ventana de la Roche Ronde. Sobre el peñasco, las siluetas de cormoranes y gaviotas componen una fotografía perfecta e inolvidable. La máxima fortuna posible en este lugar sería un gran acontecimiento: observar el «rayo verde» en ese momento mágico, cuando dejamos de ver el sol en el horizonte del mar.
Sirenas no veremos como los marinos biarrotas que, según la leyenda, llegando descorazonados de una mala persecución a las ballenas, se vieron atraídos por las bellas sirenas que se resguardaban en el arco de la Roche Ronde. Perdidos tras ellas, fue preciso que su capitán implorase a Dios para rescatarlos, pero solo consiguió evitar el castigo eterno del infierno y devolverles la vida si quedaban convertidos en cormoranes.
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Si al atardecer ves la silueta de unos cormoranes en la Roche Ronde ya sabes quiénes son.
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