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Se acerca el 23 de junio y las brujas empiezan a quitar el polvo a sus escobas. Noche de renovación, tránsito al verano marcado por el fuego que quema lo viejo para dejar paso a lo nuevo. Oscuridad propicia para akelarres, bailes alrededor de ... la fogata. ¿Invocando al maligno? Mejor quedarnos con la parte blanca de la magia, qué manía de culpabilizar de todos los males a las pobres hechiceras. Fijamos la vista en el negro sin perder la parte nívea del asunto. Por aquello de poner un toque de misterio a una jornada que lo permite, pero sin pasarnos de terrorífica. Aprovechamos la alergia natural de nuestras brujas a los eguzkilores para impedir su paso a casa. Garantizada la seguridad del hogar, partimos al encuentro de lugares donde ellas habitaron (¿o habitan aún?) para disfrutar de viejas historias, cuentos sobre bosques mágicos, lugares propicios, vuelos, conversiones en búhos, pócimas e incluso ungüentos capaces de resucitar a soldados fallecidos en la batalla.
La realidad, mucho más terrible que los relatos mitológicos, recuerda que entre los acusados de brujería por el Tribunal de la Inquisición de Logroño, en 1610, figuran bastantes alaveses. Acudían a la cita acusados de prácticas relacionadas con el demonio y la magia. Entre los cuentos escuchados en Zuia está el que narra como durante una batalla, tras haber causado muchas bajas, los soldados vencedores descubrieron, atónitos, como al día siguiente el enemigo se había repuesto. Sucedió en diversas ocasiones, hasta que un joven soldado decidió buscar la causa y comprobó cómo, de noche, una anciana se acercaba a los cadáveres y los iba resucitando gracias a un ungüento aplicado con maestría.
Se trataba de una vieja bruja alavesa que castigaba así haber sido expulsada de su propia tierra. Sin pensarlo, el joven atravesó a la mujer con una lanza, tomó la pócima y la aplicó en ella para comprobar el milagro. Al volver en sí la vieja suplicó: «No me mates de nuevo y te enseñaré a fabricar el ungüento». Pero el soldado decidió ajusticiarla por segunda vez y usó lo que quedaba de pócima para revivir a los suyos. Poco previsor el hombre, no tuvo la prevención de guardar un poco para reproducirla y ganar el resto de contiendas.
Quizá aquella hechicera habitara antes de su expulsión el Dolmen de la Chabola de La Hechicera, uno de los más espectaculares de Euskadi. Descubierto en 1935 en Elvillar, su cámara está compuesta por nueve losas que describen una figura poligonal. La galería cuenta con cinco, más las de cierre. Tras las excavaciones en la zona se descubrieron hachas, fragmentos de cerámica, aros... además de restos humanos, que tal vez engordaron la leyenda sobre los akelarres allí celebrados.
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Si te gustan los bosques encantados, gozarás dentro de este. Al fondo, en la parte más tupida, donde los árboles se abrazan impidiendo la entrada a los rayos de sol, aguarda milagrosamente un claro rendido al brillo. Más allá, la cabaña donde alguien protegió un gran secreto. Ambos, bosque y casa, fueron testigos de que hace mucho, demasiado tiempo atrás, el mundo era diferente pues en él habitaba la magia. Dragones y unicornios camparon a sus anchas por las praderas mientras el color inundaba el espacio. Hasta que una guerra mudó todo y la luz tornó oscuridad.
Serás el elegido para cambiar el rumbo de los acontecimientos, engañar al destino y devolver la esperanza. Cuentas con una hora para lograrlo, siguiendo los pasos de una bruja que antaño dominó la alquimia ancestral. Tu misión: rescatar la receta de un conjuro que devolverá la fantasía robada. Entre animales y vegetación, setas curiosas que vigilan tus pasos. Seres que hablan y relucen y un decorado que alegra el día transportándote a un cuento del que convertirte en protagonista.
La magia latente en el bosque despertará al sentir el latido de tu corazón, llenará de música el ambiente. No estás solo. Además de la ayuda de tu equipo tendrás el apoyo de un duende bromista, como todos los duendes, que te hará rabiar si puede, reír en cuanto prestes atención a sus ocurrencias. Síguele la corriente, es un buen aliado para completar esta preciosa sala de escape gracias a la que recordarás los seres que antaño poblaron tu mundo infantil. 'La bruja del bosque' es su nombre. Emocionante sin duda.
Fue Catalina Fernández de Lezea, vecina de Amézaga, quien tras los Autos de Fe de Logroño de 1610 se confesó bruja y declaró que muchos akelarres tenían lugar en el paso de San Adrián. La mujer ofreció al Santo Oficio, que no lo pedía por las buenas, nombres de sus cómplices, entre ellos sacerdotes, para retractarse después al confesar que había sido persuadida de hacerlo por un comisario.
El lugar invita al misterio. Forma parte del Camino de Santiago interior y atraviesa la montaña por el Parque Natural de Aizkorri-Aratz. Brujas no sabemos si habría, pero peregrinos, comerciantes, reyes e incluso bandoleros y contrabandistas lo usaron para cruzar de Gipuzkoa a Álava. Dicen que uno de aquellos caminantes se atrevió a atravesarlo de noche y descubrió dentro mujeres bailando desnudas para el diablo. Que decidió contarlo al párroco de Araia, pero este, en vez de asustarse, respondió con ironía: «Sigue tu camino, hijo mío, que si en vez de haber hecho yo de diablo en San Adrián la pasada noche, lo hubieses hecho tú, puedo jurar que lo sucedido no te hubiera parecido tan terrible como dices». La magia, como la vida, es puro teatro.
Disfrutarás al conocer este paso, alberga en su interior la ermita de San Adrián y el paisaje circundante muestra sus maravillas. Desde Zalduondo, en Álava, se llega por un camino asfaltado que va hacia el paraje de Zumarraundi, 5 kilómetros con cierta dificultad. Desde Zegama, en Gipuzkoa, por ruta senderista en pendiente, a través de la sierra de Aizkorri.
Narran antiguas historias que cada sábado las brujas de Cantabria partían de sus hogares al grito de «¡Sin Dios y sin Santa María, por la chimenea arriba!», aferradas a sus escobas o transformadas en búhos rumbo a la localidad burgalesa de Cernégula, a 40 kilómetros al este de Briviesca. Allí celebran sus reuniones, alrededor de un espino, para lanzarse al agua helada después. Aseguran que algunas salían de la cueva de Ongayo, en Suances, formando una caravana misteriosa de hechiceras y magas maldicientes que invocaba al maligno.
Ya lo decía la canción: «De la cueva de Ongayo salió una bruja con la greña caída y otra brujuca. Al llegar a Cernégula, ¡válgame el cielo!, un diablo cornudo bailó con ellas. Por el Redentor, por Santa María, con el rabo ardiendo, ¡cómo bailarían!». Para conocer ese destino y comprobar si queda alguna por ahí extraviada partirás de Cernégula. A escasos 200 metros se encuentra la Laguna de las Brujas.
Esta poza endorreica recoge el agua de lluvia y el deshielo. La atravesarás gracias a una pasarela. Harás picnic por la zona, si te apetece, emulando las fiestas de aquellas reinas de la noche. Desde allí podrás dirigirte a la Laguna de la Venta de la Perra, por la Fuente de Hontoria, o atravesar el Alto de Hacedo. La Ruta de las brujas es circular y cubre unos 11 kilómetros de baja dificultad. Acerca a lagunas de origen kárstico ubicadas en el límite de los páramos de Masa y Sedano.
La leyenda defiende que una joven bruja de Zugarramurdi decidió no postrarse ante el diablo tras las persecuciones de la Inquisición. Tal vez estaba asustada o tenía mal día, el caso es que Satanás la expulsó del lugar y ella acabó cobijándose en el barranco riojano de Achóndite, pues sus formas le parecieron acogedoras. El lugar aguarda a los visitantes entre los términos de El Rasillo y Ortigosa. Repleto de bosques de pino silvestre, hayas, robles, encinares y verdes praderas.
Puedes conocerlo gracias a una ruta que parte de El Rasillo y transita por el Camino de San Mamés, pasando junto a Espeso, Matilla, Vacarizas y Valloscobe. Primero rodearás el barranco y, al llegar a la zona más alta del trayecto, en un cruce conocido como Cholite hallarás una cancela a la izquierda. Estarás muy próximo a Cerrauco y su cueva. Baja por una trocha, sal a la pista del Camino de Cabazos y pasa junto a las tenadas de Roncea y Achóndite. Deja un cruce a la derecha y asciende por Arrade a Los Collados. Recorrerás, a media ladera, el monte Encinero con vistas sobre Ortigosa. Acaba por el Camino de Pinilla, GR-93 y vía romana del Iregua, que conduce a El Rasillo.
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