La necrópolis de Ilarrita, un lugar con energía estelar
Necrópolis de Ilarrita (Iparralde) ·
Algo me lleva a Okabe, en Iparralde, una y otra vez. Algo lo ha convertido en uno de mis balcones preferidosNecrópolis de Ilarrita (Iparralde) ·
Algo me lleva a Okabe, en Iparralde, una y otra vez. Algo lo ha convertido en uno de mis balcones preferidosAlgo me lleva a Okabe, en Iparralde, una y otra vez. Algo lo ha convertido en uno de mis balcones preferidos. Y no sé por qué, pero cada vez que camino aquellas onduladas lomas me siento feliz y en paz. Lo mismo si están peinadas ... por las hierbas altas de primavera que teñidas por las luces del ocaso otoñal, lo mismo si la nieve cubre tiernamente Okabe o es la oscuridad de la noche la que ocupa el silencio que solo rompen las esquilas del ganado.
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No soy el único. Recuerdo cuando encontré allí a un sujeto, ya añoso, tumbado, mirando al cielo, en el centro de un crómlech. Después de un rato se levantó sosteniendo un péndulo de sus dedos. «Aquí hay una energía especial», me dijo. Entre sus cosas tenía un libro titulado 'Les Hauts Lieux d'énergie en France' ('Los sitios de alta energía en Francia'). No me dijo si Okabe estaba entre ellos pero entendí que debería estar y, si no, tal vez incluirse.
Será por eso que mi alma se emociona allá arriba. Será porque en ningún otro lugar se alinean hasta 28 crómlechs mirando desde el alba al ocaso a la figura totémica y mágica del monte Orhi, a 2.000 metros de altitud. Será porque no se puede entender el paisaje en nuestro siglo XXI sin la huella humana y en Ilarrita se hace presente de un modo rotundo.
En Okabe, la montaña que abriga la necrópolis de Ilarrita, el tiempo y la acción humana han dejado grabado el relieve desde hace milenios. Antaño debió haber allí un tapiz de robles cuando corría la Edad del Bronce; llegaron después, hace 4.000 años, las hayas, y después el bosque desapareció acaso incendiado, acaso para extender el cultivo de cereales, o levantado simplemente para convertir Okabe en un santuario. Nada de eso sabemos con certeza ni nos lo cuentan las piedras que allí se ordenan, alineadas en círculos, estéticamente asomadas sobre las praderas.
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Ilarrita es el conjunto de crómlech más importante de la cadena pirenaica. Uno tras otro los círculos se suceden colocados juntos: dos en un extremo, otros dos más al norte, una hilera impresionante de ocho… En derredor se extienden los pastos corridos por ovejas y caballos en una imagen que no será muy distinta de la que vieron hace ahora casi tres mil años quienes colocaron estas piedras misteriosas.
Quien más a fondo ha estudiado el crómlech pirenaico es el donostiarra Xabier Peñalver y nos informa que en el centro de estos círculos se encuentra casi siempre un depósito de cenizas y de carbón de leña y sólo en ocasiones fragmentos de huesos humanos calcinados, colocados directamente en la tierra, en una cista de lajas o bajo una bovedilla de piedras. Y por eso más que enterramientos estas instalaciones son cenotafios funerarios. Y solo se extienden entre el valle del Bidasoa y Andorra, en una distancia que cubre aproximadamente 250 kilómetros de este a oeste y donde se han censado un total de 1.104 crómlechs, agrupados en 413 conjuntos.
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Hay quien dice que Ilarrita es un calendario estelar, asociando la posición de las piedras a las estrellas del firmamento. A caballo de las dos navarras y de Zuberoa, Ilarrita y Okabe convocan a mirarse al interior ante un impresionante horizonte.
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