La muerte acecha tras los muros de Wamba
Osario de Wamba (Valladolid) ·
El único pueblo que empieza por 'w' hunde sus raíces en la España goda y esconde imágenes de pesadillaSecciones
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Osario de Wamba (Valladolid) ·
El único pueblo que empieza por 'w' hunde sus raíces en la España goda y esconde imágenes de pesadillaEn tiempos de borrasca como los que vivimos, a uno le viene a la memoria el protagonista de esa novela de Andreu Martín que escucha sin entender a los que predican desde la tribuna y busca, interrogante, el consejo de su padre. «No hablan contigo, ... tampoco conmigo -responde él-. Lo hacen entre ellos, nosotros somos sólo su tema de conversación». Una sensación parecida asalta al visitante cuando cruza el umbral del osario de Wamba (Valladolid), la mayor acumulación de restos humanos expuestos que se conserva en España y enfrenta sus miradas vacías. Un amasijo de fémures bulímicos, vértebras retorcidas, sacros que emulan el sillón de una reina... Y calaveras, cientos de ellas, peladas y blancas como corresponde al seco clima mesetario y a la cal con que se enterraron. Los ojos como cuévanos, la mandíbula desencajada en un grito mudo, mensajeros de un horror que parece cruzar océanos de tiempo. Si uno presta atención es posible incluso oírles murmurar que es más probable arrepentirse de lo que no se hizo que de lo que se hace.
Los restos de unas 1.500 personas se amontonan en inquietante equilibrio entre los muros de un claustro, el de la iglesia de Santa María de la O, que conserva tumbas visigodas y ha sido objeto de expolio durante décadas. Y no se imaginen a cuadrillas de vándalos sembrando la ruina a su paso. Los mayores del lugar todavía recuerdan al insigne Gregorio Marañón cargando camiones de huesos con destino a la Facultad de Medicina de Madrid, hasta el punto de que en la actualidad apenas se conserva un tercio de los cuerpos originales.
El osario es el principal reclamo de un pueblo de apenas 300 almas que se levanta junto a los Montes Torozos, la única ondulación en ese rincón vaciado que es Tierra de Campos, al abrigo de Valladolid por un lado, y de Urueña, Medina de Rioseco y Ampudia por otro. Un espacio donde cada rincón trae a la memoria ecos de esa España oculta que desentrañaron Cristina García Rodero o Ramón Masats, hecha de encrucijadas en la nada más árida, de aldeanas de moño apretado y rostros acartonados que encalan las casas. Wamba, el único pueblo español que empieza por 'w', herencia de un pasado visigodo, levantó una estatua maciza de líneas bastas al rey que le dio nombre y es paso obligado en el camino de Santiago que sube desde Madrid.
Wamba se levanta a 17 kilómetros de Valladolid. La ruta más rápida es por la AP-1 hasta Burgos y y luego la A-62
La zona valdría la pena aunque sólo fuera por el vino de Cigales y el cordero lechal. Pero es que, además, esa sabana inmensa de trigo y cebada, de remolacha azucarera y de alfalfa salpicada de palomares hasta donde llega el arrullo insomne de los aerogeneradores sirve de telón de fondo a la iglesia de Santa María de Wamba, de fachada románico tardía e interior mozárabe. Conserva frescos que han sobrevivido hasta nuestros días gracias a que permanecieron siglos ocultos tras un altar; y una sala, la del árbol de la vida, que gira alrededor de una columna con hechuras de palmera cuyo talle ha desgastado el roce de los devotos por aquello de que quien la rodeaba sanaba de sus males.
Y sí, convendrán conmigo en que lo del osario es una tradición truculenta, pero en absoluto exclusiva de estas latitudes. Ahí están las catacumbas de París, las capillas de huesos del Alentejo portugués o el terrorífico Sedlec, el monasterio checo donde el traslado en plena cruzada de unos sacos de tierra desde Palestina desató una fiebre de enterramientos, hasta el punto de convertir todos aquellos restos en un decorado abracadabrante de lámparas montadas con vértebras, balaustradas de fémures y oratorios armados con calaveras. Un Lego inquietante.
El horario de visitas de Santa María de la O de Wamba depende de la época del año. De mayo a octubre, los viernes de 17 a 19.30 horas; y los sábados, domingos y festivos, de 11 a 13.30 horas y de 17 a 19.30 horas. El resto de la semana y otros meses, llamar al teléfono 679 142 730. La entrada individual sale por 2 euros, la mitad si es para grupos de más de 15 personas.
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