El misterio de unas piedras ordenadas
Sierra de Andia (Navarra) ·
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Primero fueron cuatro, después eran siete; ahora ya son nueve. Curiosas alineaciones de piedras, ordenadas como los brazos de una estrella marina que giran sus puntas hacia la izquierda. Pero a lo que más se parecen, echándole un poco de imaginación al asunto, es a ... la carcasa de un erizo de mar. Los primeros los identificó el arqueólogo navarro Juan Mari Martínez Txoperena en 2009 mientras caminaba por los pastizales de la sierra de Andia y fue él quien los llamó así: «bostburu».
Ahí están, mirando al cielo, en un espacio de pastizales salpicado de bordas pastoriles y también de monumentos megalíticos, pero nada tienen que ver con unos y con otros; los 'bostburu' son otra cosa. ¿Pero qué? Nadie lo sabe con rotundidad, solo hay conjeturas varias. Conocemos muchas representaciones del lauburu, símbolo vasco por excelencia, pero 'bostburus', que sepamos, aparte de los de la sierra de Andia, solo hay uno tallado en un sillar en el caserío Arteakoa de Ispaster, y, curiosamente, también es levógiro igual que el 'seiburu' del empedrado de la iglesia de Arrankudiaga.
Txoperena apuntó que las agrupaciones de piedras ordenadas de Andia podrían responder a representaciones astrológicas. Después se ha dicho que eran dianas militares, también caprichos de algún pastor colocando piedras para marcar el espacio o representaciones de erizos marinos vinculadas con el uso de los fósiles de estos seres como amuletos protectores de la tormenta y los elementos. Quien se atreva a ir en su busca gozará caminando las inmensas extensiones de praderas al este del puerto de Lizarraga, donde todavía pastan los últimos rebaños trashumantes.
Ollaskardi es el topónimo del lugar donde Txoperena halló los primeros, los más evidentes y notables, organizando sus piedras en un círculo de una veintena de metros; en Sosaportillo y Ritei encontró otros en 2015 el también arqueólogo Mikel Markotegi. Y por su derredor se han ido encontrando los demás, hasta nueve. Estiran sus brazos alineando dobles hileras de piedras hasta el corazón que parece rellenado en un montoncito.
Los militares han jugado a cañonazos por esta sierra en sucesivas campañas y maniobras. Y para apuntar sus morteros crearon con piedras organizadas en triángulos y círculos un buen puñado de dianas. Por eso alguien creyó que los 'bostburu' eran también dianas porque alguno de ellos enseña en las fotografías aéreas las heridas de los cañonazos. Ritei fue en los años sesenta un campo de tiro, con numerosas dianas colocadas en el pastizal, también hay heridas de las explosiones en Sosaportillo pero no en Oiaskardi. Que los cañonazos no los hayan destruido por completo quiere decir que no eran dianas o acaso que los soldados tenían muy mala puntería.
¿Entonces? Nos queda, como apuntan quienes más atención han dedicado a este enigma que tengan alguna relación con los fósiles de erizos de mar (Micraster coranguinum), «matacristos» y «sorgin harriak», piedras que se buscaban en base a creencias sobrenaturales que en el siglo XVIII estaban más cercanas a lo religioso que a lo geológico.
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