Misterio y un mirador en el poblado abandonado

El poblado de A Paicega está en el municipio asturiano de Pesoz, un poco más allá del quinto pino, en el remoto surocciente del Principado, lo que claramente supone un atractivo adicional. El emplazamiento corona una montaña que domina el Valle del Navia, con sus laderas verdes desplomándose suavemente hacia el alargado embalse de Grandas de Salime. Se ha puesto un poco de moda en los últimos tiempos por la espectacularidad del paisaje y porque se sacan fotos muy propicias para dar la tabarra en Instagram. Pero ahora, fuera de temporada, es fácil que no llegue hasta allí más que algún animal salvaje despistado o un puñado de cabezas de ganado manso.

Las ruinas están lo suficientemente mal conservadas como para mantener cierto regustillo de aventura, pero la zona está lo bastante bien acondicionada como para que resulte sencilla la visita. ¿Que qué hay ahí? Pues eso, los restos de un poblado abandonado. Cuando se construyó el embalse de Grandas de Salime, entre 1945 y 1955, se desplazó hasta esta zona remota un contingente de más de 3.000 obreros de toda España. Para acogerlos se construyeron hasta cuatro poblados. Y el mayor de ellos era este de A Paicega. También era el que tenía unas vistas más imponentes, dominando como domina el cañón del río Navia.

Pues allí había dieciocho pabellones, una iglesia, un economato, una panadería, escuela, barbería, cuartel de la Guardia Civil y un hórreo que llevaron desde el vecino pueblo de Grandas de Salime para convertirlo en bar y lugar de encuentro. Con el paso de los años fueron llegando algunas familias de los trabajadores más cualificados, capataces y demás, de manera que en cada pabellón se acondicionaron tres viviendas unifamiares. Eso sí, los ingenieros y demás profesionales con mando se quedaban o bien en Grandas, en un edificio construido para ellos, o bien en otro poblado más pequeño pero con mejores servicios, el de Vista Alegre.

El embalse anegó catorce pueblos, cinco iglesias, cuatro cementerios, 1.995 fincas, y condenó al éxodo a miles de personas. Es el mayor de Asturias, con una superficie de 685 hectáreas, y baña cinco municipios diferentes, tres asturianos y dos gallegos. Es que también está en la frontera entre las dos comunidades.

Cuando finalizó la obra del embalse A Paicega, lo mismo que los otros poblados, quedó abandonado. Y en aquellos tiempos de tantas necesidades, más en un emplazamiento tan remoto, fue expoliado de un modo muy minucioso. La iglesia fue utilizada durante mucho tiempo como cuadra para cabras mientras el resto de edificios sucumbía al tiempo y a la rapiña. Hasta que en 2021 el Ayuntamiento de Pesoz compró la iglesia y la rehabilitó con fines turísticos. También se montó un área recreativa ahí al lado. Pero las ruinas de los pabellones, lo que queda de ellos, siguen igual, siendo una ruina. Y en distintos puntos los restos de aquellas construcciones enmarcan un paisaje profundo, de modo que ofrecen una composición de lo más original y bonita.

Estando aquí se pueden hacer además un montón de cosas: desde caminar por rutas montañeras frondosas que parecen olvidadas por el mundo, hasta visitar el embalse o, y esto es altamente recomendable, ir al Museo Etnográfico de Grandas de Salime 'Pepe el Ferreiro'.