E. C.
GPS | Paisajes con alma

Mirando a la Sierra Sálvada

Álava ·

Martes, 17 de octubre 2023, 08:06

Sucedía hace apenas unas semanas. En uno de esos pequeños pueblos que miran, de lejos pero permanentemente, a la excelsa Sierra Sálvada. A mediodía repicaban campanas en el templo de San Miguel, porque era el día de la festividad, pero sobre todo porque unas bodas ... de oro se celebraban en el templo. Pequeña familia, vestimentas de domingo para mayores, los más, y chavalería. Cuarenta y cinco minutos de misa, largos sí, y afuera, bajo un sol abrasador no tan habitual en ese mes del año, un cortejo multicolor esperaba a los protagonistas del homenaje. Txistu y tamboril, dantzari, bailes de honor, txapela al aire, confeti… no hubo arroz, sí muchos aplausos.

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Entrañable celebración mientras, a unos pasos, otras gentes del pueblo daban cuenta de unas tortillas para concluir su segundo día de 'vereda'. En Álava llaman 'hacer vereda' al trabajo vecinal de los pueblos -el auzolan-para reparaciones, limpieza de caminos, etc. tareas que se hacen de modo colectivo y que son, o debieran ser, el mejor modo de hacer pueblo, de colaboración vecinal. Lo mejor de la vereda, de las tortillas y de esos tiempos de faena es el intercambio, la charla, el contarse cosas. Y en eso estábamos antes de que sonara el txistu y se bailara el aurresku a pie de iglesia. «Tengo una foto de hace un montón de años en la que donde estaba el caserío, eran rastrojos», tercia Jon, que va a construir su nueva casa en el pueblo.

«Jodé, yo he estado aquí acarreando trigo. En todas las casas se cultivaba trigo, para hacer pan; había horno en cada una y hacíamos un día para toda la semana. Cuando venía la trilladora, era un día para cada vecino pero allí estábamos todos trabajando a la vez, todos para uno, por orden, y que no faltara ninguno porque cuando le tocara se quedaba solo. Ahora hay pastizales; pero antes, junto al pueblo, todo eran campos de trigo; arriba, en las roturas, se plantaban patatas, ahora solo hay pastizales». Es Ander, sesenta años viviendo en el pueblo, sesenta años viviendo en el campo y sabiendo del campo. «A moler íbamos a Saratxo, y si no había agua a Lezama, y si no había agua a Baranbio, era así la vida», concluye.

Lo han dicho bien claro, había campos de trigo donde ahora hay pastizales, había campos amarillos donde ahora hay verdes o acaso campos agostados. Había caseríos, ahora menos, y ahora hay chalés. Aunque, con todas las promesas oídas a los políticos, a este pueblo que mira a la sierra no ha llegado la fibra, no hay siquiera ADSL ni posibilidades de hacer teletrabajo de modo eficaz.

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Ya no sabemos cómo eran aquellos paisajes que miran a la Sierra Sálvada, solo se acuerdan los mayores que los vieron y vivieron de otro modo. Ayer las mieses secaban al sol de verano, hoy los pastizales se agostan o reverdecen al capricho de las lluvias que ya «no son como antes». Los pueblos ya no son como antes, los paisajes de ayer son solo memoria en camino de perderse. Quizás sería bueno anotar lo que recordamos de esas memorias, no sea que se nos olvide de dónde venimos.

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