Mineros y pastores en Arritzaga
Amezketa (Gipuzkoa) ·
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A Arritzaga ya no suben los mineros. Hace muchos años que no suben. A Arritzaga suben ahora los pastores, suben también los montañeros. Unos y otros siguen todavía la senda estrecha que recorre un barranco único y espectacular en la sierra de Aralar, probablemente el ... camino más bello de esta sierra compartida por Gipuzkoa y Navarra.
Los caminantes no sabrían del paso de los mineros si no fuera porque en Arritzaga quedan como monumentos del tiempo unos cables del teleférico, las ruinas de un cargadero, de hornos de calcinación y de un lavadero, las escombreras, y algunos de los baldes que un día, hace mucho tiempo, llevaron minerales como blenda, calcopirita, galena y siderita desde los tajos de Buruntzusi hasta el valle para hacer cobre, plomo y cinc. Quedan ahí abandonados, pero enseñándonos que las montañas no son nada salvajes.
Tampoco es fácil imaginar, tanto tiempo después, cómo pasaban la vida allá arriba quienes se dedicaron a escarbar desde el siglo XVIII las entrañas de las calizas de este Aralar que es aquí guipuzcoano. Dicen que llegó a haber hasta 160 obreros trabajando a la vez en este rincón en el mayor esplendor de la explotación, potenciada con capital alemán antes de cerrarse definitivamente en 1950.
Más difícil aún es imaginar cómo lo hacían hace 3.500 años los mineros que en la Edad del Cobre cavaron, medio kilómetro barranco arriba, zanjas, pozos y galerías para arrancar el mineral a la tierra.
Sabemos que lo hicieron porque lo descubrió Mertxe Urteaga, empeñada desde su mirada experta de arqueóloga en buscar huellas antiguas en nuestro territorio, huellas romanas especialmente. Y las encontró prospectando con ayuda de espeleólogos el entorno de Arritzaga, metro a metro, palmo a palmo. Encontraron restos de cerámicas, escorias de cobre y otros materiales que pudieron datar cerca de los 900 años antes de nuestra era. Encontraron agujeros en las calizas jurásicas con evidencias del quemado típico de los mineros romanos para ablandar la roca. Sí, también los romanos.
Los pastores llegaron más tarde, con vacas y cerdos primero, los de las ovejas mucho después, pusieron sus bordas en el barranco y en ellas siguen fabricando sus quesos exquisitos pero crean también con sus rebaños imágenes bucólicas que emocionan. Porque en Arritzaga hay un arroyo, están las bordas y hay praderas inmensas entre las que se desliza un camino único en el que los pastores crean una imagen inolvidable un par de veces al año, en primavera y en otoño.
Cuando conducen su rebaño monte arriba o monte abajo, sus ovejas se alinean en fila india, porque no podrían caminar de otro modo en el sendero estrecho que transita el desfiladero, trazando con su figura una línea en el paisaje. En la subida de primavera las vimos, apreciando que solo al llegar al rellano de la majada, junto a las ruinas del poblado minero, las ovejas comienzan a disgregarse sobre el pastizal verde. Porque aquel es ya su territorio donde comer hierbas frescas.
Las montañas están encima, en el desfiladero se sostiene el encanto de la tranquilidad. Arritzaga dejó el espacio minero a los pastores, estos lo comparten con los montañeros. Antes, después y siempre paisaje e historia seguirán allí presentes.
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