Memoria de la Guerra en El Escudo
Pirámide de los italianos (Burgos) ·
Construida en 1938 para inhumar soldados fascitas es ahora una ruinaPirámide de los italianos (Burgos) ·
Construida en 1938 para inhumar soldados fascitas es ahora una ruinaA un costado del puerto del Escudo (Valdebezana, Burgos), en una prominente colina asomada a las mugas que en el inmenso embalse del Ebro conectan Cantabria con Castilla, una pirámide crucificada vigila el horizonte. Símbolo y memoria, nos obliga a pensar de nuevo en guerras, ... en víctimas, en pasado cruento, dominio y tristeza.
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Es la Pirámide de los Italianos, erigida en 1938 para inhumar los restos de más de 300 soldados de tropas fascistas caídos en las contiendas de la Guerra Civil en agosto y septiembre de 1937. Guste o no el homenaje, guste o no lo representado, la pirámide del Escudo nos enseña cómo la arquitectura y el paisaje se unen en el propósito común de ensalzar y memorizar la historia.
La pirámide es ahora una ruina, solitaria y abandonada al pie de una ruta que también quedó apartada, apenas transitada, olvidada en un entorno decrépito. En su mejor momento debió de ser un lugar tan grandioso como apacible. Nos recibe, al otro lado de una verja de hierro, una ladera verde, anticipando la colina monumental con un salpicado de coníferas. El camino estuvo jalonado por 270 lápidas traídas desde los 236 cementerios donde se había enterrado a los legionarios italianos que ayudaron a Franco en la toma de Santander. También se exhumaron los cadáveres (384) y las urnas con sus restos se colocaron, apiladas, apiñadas, en el corazón de la Pirámide del Escudo.
Orientado con la perfecta alineación de sus cuatro vértices a los puntos cardinales, el mausoleo abre su puerta de acceso al este, al alba y a la luz naciente. Una M gigante (dicen que por Mussolini) franquea el paso al interior. Adentro, se lee sobre el umbral un enorme ¡Presente, presente, presente!, símbolo invocador de lo que guardaba el monumento. En las tinieblas está el espacio circular, rodeado de nichos, numerados uno a uno, tejiendo una compleja estructura, como si fuera una colmena; lo remata una cúpula semiesférica que deja pasar tímidamente la luz por su ojo central.
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La pirámide juega con esa luz y con el silencio: el haz luminoso y penetrante que atraviesa el espacio vacío de la cruz elevada en la cúspide, el silencio en la profunda oscuridad de la cripta, bajo tierra.
Afuera, la colina remata en el escalonado perfil de la arquitectura de hormigón y piedra, como si quisiera ser una prolongación ensalzadora de la propia naturaleza en la ascensión al cielo.
La Pirámide de los Italianos no es un monumento a la victoria, lo es a la derrota de la muerte. Por supuesto los muertos eran fascistas italianos, el diseño era italiano, del arquitecto milanés Attilio Radic, italiana fue la dirección de la edificación, por el capellán soldado Pietro Bergamini. Pero la mano de obra fue la de los prisioneros republicanos, la de los perdedores.
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