Los mejores planes culturales para este fin de semana

La compañía bilbaína Proscenium condensa la historia en una hora, con un texto «algo más coloquial» que el original y una sobria puesta en escena cargada de elementos simbólicos. Toda la fuerza de la obra descansa en la interpretación de Jorge Santos y Leonardo Castillo. Tanto el director, guatemalteco afincado en Bilbao, como los intérpretes tienen fuertes vínculos con Latinoamérica, donde el año que viene harán una pequeña gira.

El confinamiento y todo lo que estamos viviendo es un material dramático de primer orden que muchos autores prefieren dejar reposar para abordarlo con perspectiva. La Compañía Joven de Pabellón 6 lo mira de frente en 'En Standby', la primera producción de esta etapa en la que es plenamente independiente. «Teníamos la necesidad de hablar de lo que está pasando desde la incomprensión que vivimos, desde nuestras propias actitudes y contradicciones», afirma la actriz Graciela Dóniz, que es aquí autora y directora.

La obra, estructurada en cinco bloques, es una sucesión de escenas en clave de comedia «pero sin olvidar la gravedad» de la pandemia. Sandra Tejero, Diana Irazabal, Sandra Martin, Kepa García y Unai Elizalde interpretan a más de 80 personajes en un viaje que va desde lo cotidiano hasta plantearnos preguntas tan abiertas como ¿qué somos?, ¿qué queremos? y ¿qué hacemos con todo esto?

Merece la pena seguir con atención las obras de David Caiña, que trata temas muy variados, algunos bastante amargos, en clave de comedia. El autor de 'Gris. Morirse en Bilbao', 'El chef', 'Cómo vender la muerte' y más recientemente 'El numerito', que ganó el premio del público en el concurso de teatro breve de Pabellón 6, tiene ahora en cartel en la sala Arimaktore de Barakaldo 'Siempre juntos'. Quizá su obra más personal porque el protagonista es su alter ego, un joven que recupera la relación con Pintxo, su amigo invisible de la infancia.

«La escribí en un momento en que tenía la necesidad de estar solo y luego me di cuenta de que en realidad nadie quiere estarlo», dice el autor. Bajo la dirección de Leire Orbe, Diego Pérez y Josu Angulo interpretan «las dos partes que tenemos todos». Abordan con humor la transición hacia las responsabilidades de la edad adulta y el sentimiento de soledad, aunque también «hay momentos muy honestos y tristes». La obra está agotando el aforo de la sala baracaldesa, que se ha apuntado a la tendencia de ofrecer funciones matinales los domingos.

La temporada de la ABAO tendría que haber terminado con una producción de 'Tosca' en la que la asociación había puesto muchas esperanzas. Esperanzas de éxito artístico y también de taquilla, algo muy necesario tras tantos meses de restricciones de aforo y cancelaciones de títulos. Pero la normalidad se está haciendo esperar y la asociación hubo de cancelar ese título, que es siempre un éxito seguro, sobre todo si se cuenta en el elenco con alguien como Ainhoa Arteta, cuya relación con el público de la ciudad es tan estrecha.

Con todo, Ainhoa Arteta y Teodor Ilincai (Floria Tosca y Mario Cavaradossi en la obra de Puccini) estarán este sábado ante el público de ABAO en un concierto que gira en torno a algunos de los temas más célebres de esa ópera, con un puñado de piezas muy exigentes en la primera parte.

El programa empieza con Guridi. Tras el preludio de 'Mirentxu' a cargo de la Sinfónica de Bilbao con Yves Abel en el podio (era el director que habría estado ahí mismo en la producción de 'Tosca'), la soprano tolosarra cantará 'Goizeko eguzki argiak' de la misma obra de Guridi. Una deuda de la cantante con la ciudad, que nunca la ha escuchado en esa pieza. A continuación, Ilincai y ella se irán turnando para abordar arias muy célebres de 'Turandot', 'Don Carlo' y 'Pagliacci'. Tras la obertura de 'Vísperas sicilianas' llegará un final muy intenso. Con los temas de 'Tosca', por supuesto, que terminan con 'E lucevan le stelle' y la escena final de la ópera, con toda su carga trágica.

No es el Mozart camerístico el más interpretado. Desde luego, lo es menos que el sinfónico o el puramente pianístico. Al menos, en comparación. Así que encontrarse con un cuarteto de Mozart es menos frecuente de lo que podría parecer por su nombre. Es lo que sucederá en el concierto programado por la Filarmónica. El Doric Quartet tiene ya casi un cuarto de siglo de experiencia en escenarios de todo el mundo, y es el encargado de abordar un programa que combina estilos muy diferentes.

Porque del clasicismo de Mozart llegan a la música compleja, frágil y cautivadora de Bartók. Hay una estación intermedia (cronológica y estilísticamente) en Glazunov, que está situada al final del programa. Este autor, heredero del nacionalismo ruso, más próximo a Chaikovski que a Mussorgski, aporta un Quinteto al programa, para lo que será precisa la colaboración del chelista Pieter Wispelwey. Un programa distinto.

La murciana afincada en Bilbao desde hace una década Loida A. Gómez va a crear una metáfora en el escenario de La Fundición este viernes a la que el público está invitadísimo. Sus recursos, la música, los textos, el cuerpo y la voz, la atmósfera de una pieza que es en realidad una especie de segunda parte de una que ya desarrolló hace tiempo. Gómez crea esta performance en torno a un yo biográfico pero fantasioso y sobre el cerebro metafórico –así se titula el montaje–, «pensamientos en terapia después de un herpes».

El mismo viernes en Sopela actúan los de Proyecto Larrúa con su 'Ojo de buey', una pieza de danza contemporánea inspirada en las pruebas de arrastre de bueyes que da pie a reflexionar sobre el vínculo entre el hombre y el animal, entre los humanos y la naturaleza. Aquí también el lenguaje utilizado funde lo real y lo imaginario, lo onírico, partiendo de algo que existe para crear un mundo totalmente distinto, el que se ve desde el ojo del animal. Repiten el domingo en la sala BBK, estamos de suerte.

Pablo Ugartetxea recrea las grandes ciudades con la heterogénea arquitectura de la capital vizcaína.

La ironía es una buena herramienta tanto en el ámbito del arte como en cualquier otra faceta humana. 'La Gran Ría' es el mejor ejemplo en el actual panorama expositivo. La muestra de Pablo Ugartetxea constituye todo un 'tour de force', un reto que él resuelve con ese humor y sutil elegancia. La tesis del autor es que las grandes metrópolis son diversas, pero que la capital vizcaína es capaz de reunirlas en torno a su eje fluvial. Aunque la apuesta resulta temeraria, incluso para un bilbaíno, su sorprendente investigación consigue probar lo imposible. La Villa puede convertirse en Venecia, Estambul, París, Londres o Nueva York.

La selección de arquitecturas similares a las de estas ciudades, el uso de la luz y el color, permiten recrear tanto los respectivos 'skylines' como sus atmósferas. La Ría se convierte en el Sena, un canal por el que circulan las góndolas o el brumoso Támesis. El universo de este autor se nutre de abigarradas puestas en escena, estética pop y sugerencia surrealistas en torno a tsunamis, terremotos y otras catástrofes naturales. En este tiempo de miedo y recesión, tras un largo confinamiento, Ugartetxea ha dejado esta vertiente tremendista y reconfortarnos con una propuesta optimista que nos abre al mundo sin salir de casa.

La iniciativa resulta divertida, pero no se trata de una propuesta anecdótica. El trabajo es arduo y en absoluto documental. Las obras son atractivos y complejos collages en los que confluye la fotografía, la pintura y el dibujo. El autor establece un sorprendente equilibrio entre la figuración y la abstracción, porque no se trata de reproducir fielmente, sino de insinuar e imaginar la sofisticación de la Riviera de Deusto o la luz inclemente que cae sobre el Bilbósforo. No se pierdan 'La Gran Ría', disfrútenla. El planeta es vasto y diverso, pero, sin duda, cabe aguas arriba del Abra.