Los mejores planes culturales para este fin de semana

Para esta versión libre, libérrima, que al mismo tiempo conserva la esencia de la obra, Remón se centra en ese tiempo suspendido, en el «aroma de España de provincias a la hora de la siesta» y en sus experiencias personales. En una trama paralela habla de las mujeres de su infancia, en especial de dos tías con las que pasaba todos los veranos. La crítica ha elogiado la valentía del montaje y la intepretación de Francesco Carril, Fernanda Orazi y Elisabet Gelabert. Ellos tres dan vida a todos los personajes, entre ellos el alter ego del autor que se dirige al público y va haciendo anotaciones.

La versión libre de 'Hamlet' que trae a Pabellón 6 la compañía getxotarra Utopian, vinculada a la escuela del mismo nombre, va más allá de otras adaptaciones en las que la historia se cuenta desde el punto de vista de Ophelia. Esta vez es ella la protagonista, la heredera del reino de Dinamarca, la que tras el asesinato de su madre se pregunta si la venganza es justicia.

El montaje de esta compañía, que investiga nuevas dramaturgias y siempre aborda temas comprometidos, mantiene el lenguaje y la trama de Shakespeare pero plantea nuevas reflexiones. Si realmente es necesario «un delirio de muertes inocentes» y si con cada decisión que tomamos es posible cambiar la estructura del sistema de poder. Carlos Baiges, actor y profesor de interpretación, dirige a un elenco de nueve intérpretes: Arantza Iurre (que ha realizado la adaptación junto a él), Haizea Baiges, Arrate Nuñez, Jesús Martín, Unai Baiges, Susana Moreno, Daniela Becerra, Andrés Martíns y María Fernández de Viana.

Últimos días para disfrutar de una obra que merece la pena ver, incluso más de una vez. La figura de García Lorca, siempre un imán para el teatro, queda retratada en 'Aborígenes' a partir de sus propios textos, con dramaturgia y dirección de Felipe Loza y un despliegue de talento y energía de la Gazte Konpainia de Pabellón 6.

Nueve intérpretes (María Cerezuela, Grace Doniz, Unai Elizalde, Eneritz García, Kepa García, Josh Ortiz de Zarate, Nahikari Rodríguez, Jon Casamayor y Yeray Vázquez) recrean escenas de su vida desde la infancia y se detienen en su encuentro en la Residencia de Estudiantes con Dalí y Buñuel, tres artistas que «entre bromas y veras cambiaron el paradigma cultural de su época».

Con fragmentos de «El Público» y «Poeta en Nueva York», junto a clásicos como «Bodas de sangre», la Compañía Joven de Pabellón 6 presenta un espectáculo tan rico y variado como la obra de Federico. ¿Cómo contradijo su destino social de burguesito acomodado para tomar conciencia de la injusticia, y convertirse en un activista social de la República, un poeta del pueblo? ¿Por qué cambió el hondo folclore andaluz por el vómito urbano universal? Las respuestas a estas preguntas se encuentran en sus obras.

Como su nombre indica, 'Quitamiedos' nos sitúa en el arcén de una carretera secundaria justo después de un accidente de tráfico. La víctima, Carlos, ve pasar toda su vida ante sus ojos mientras se acerca su ángel de guarda. En ese momento de tránsito entre la vida y la muerte, ambos, interpretados por Jesús Barranco y Luis Moreno, mantienen un diálogo en el que caben el humor y la poesía y se contrastan dos maneras de amar. Kulunka trae a Santurtzi esta semana una pieza de largo recorrido que inauguró el Festival Internacional de Teatro de Vitoria en 2019. Iñaki Rikarte el autor y director de este espectáculo «personal, íntimo e inclasificable» que tiene que ver con el realismo mágico.

A un apolillado motel del pueblo de Snowflake (Arizona) que dirigen dos hermanos enfrentados entre sí llega un cliente que romperá su frágil equilibrio. Inspirada en las películas del famoso director, 'Hitcshock' le rinde homenaje con una trama de humor, drama y suspense escrita y dirigida por Samuel Gibert, que también actúa junto a Álex Quiroga y Eva Merlo. Una propuesta tan personal como cabe esperar de la compañía Scartaris, que desde 2009 ha dejado su impronta en espectáculos como 'Hamlet en la oscuridad' 'Enrique V: la sombra de la eternidad' y 'Un teatro llamado libertad', entre otros.

En la temporada de abono, las orquestas sinfónicas programan poca música barroca. La razón es muy simple: se precisan muy pocos instrumentistas para abordarla con un mínimo de seriedad a estas alturas –dejando en casa al resto de la plantilla– y además genera siempre algunos problemas de lenguaje. Las formaciones sinfónicas nacieron para abordar el repertorio del clasicismo en adelante. Su eje por eso suele ser una línea que va desde Beethoven hasta Shostakovich, con paradas fundamentales en Schumann, Brahms, Bruckner, Chaikovski, Dvorák y Mahler.

Por eso es relevante que una formación como la BOS dedique un programa anual al barroco, como viene haciendo en las últimas temporadas. En este caso, el protagonista absoluto es Haendel, y el instrumento protagonista, la voz. Piezas de 'Rinaldo', 'Alcina' y 'Tamerlano', con la soprano Elizabeth Reiter en el centro de todas las miradas. No estamos ante el Haendel más conocido, el de la 'Música acuática', la 'Música para los reales fuegos de artificio', 'El Mesías' o piezas más breves usadas mil veces en el cine y la publicidad, como la 'Sarabande'. Pero sí es un Haendel perfectamente identificable, con esa combinación de grandiosidad y lirismo que fue la clave de su éxito.

Alfred Schnittke es un compositor muy poco interpretado en las salas de concierto. Incluso probablemente es más conocido por sus trabajos para el cine. Ruso de origen alemán, se movió en los márgenes de las vanguardias, escribiendo una obra bastante inclasificable que bebía de muchas fuentes y no se inscribía del todo en corriente alguna.

El programa de la temporada de Cámara de la BOS tiene en Schnittke su mayor interés, por lo infrecuente. Su Cuarteto de cuerda nº 3 (de 1983) cerrará la sesión, dando así un toque de modernidad a un concierto que por lo demás tiene en Schubert un peso mayor, sobre todo por ese Trío para piano, violín y violonchelo Nº 1 'Fantasma'.

De la finura de cristal de Schubert a la música singular de Schnittke, el programa permite varios descubrimientos. Y eso ya es mucho.

El 20 de mayo de 1896 se celebró el primer concierto de la Sociedad Filarmónica en los locales del Instituto Vizcaíno, situado en lo que hoy es la plaza Unamuno, en el Casco Viejo. Al Dúo Cassadó le cabe el honor de subir al escenario de la sala de Marqués del Puerto en el día que se cumplen 125 años de aquella inauguración musical.

El programa es un recorrido por dos siglos largos de música. Se titula 'Luces y sombras' y comienza con la Suite para violonchelo solo Nº 3 de Bach (a cargo de Damián Martínez Marco, el chelista del dúo) para continuar con Kodaly, un arreglo de un cuarteto de Bloch y otro descubrimiento en la parte final: dos piezas de Pärt, una de ellas, 'Fratres', escrita sin indicación de instrumentos, lo que la vincula a Bach, cuyo 'Arte de la fuga' tiene esa misma característica.

Como si quisiera hacer un repaso a todas las corrientes que han sonado a lo largo de la historia de la Filarmónica, el Dúo Cassadó (Marta Moll de Alba es la pianista) presenta uno de los programas más variados que se han podido escuchar en los últimos tiempos en Bilbao

Cuatro días después, la mezzo Catriona Morison y el pianista Julius Drake abordarán un recital con piezas de Schubert, Brahms y Mahler, del que no hay más precisión. Música centroeuropea firmada por tres grandes que además escribieron muy bien para la voz.

Mahler nació en Bohemia, vivió en distintas ciudades centroeuropeas, se instaló en Viena para dirigir la Ópera hasta que las presiones de grupos antisemitas consiguieron su cese, se trasladó a Nueva York y allí le diagnosticaron una enfermedad cardiovascular incurable. Regresó a Viena a morir, literalmente. Tuvo por tanto mucho de errante, de bohemio errante, jugando con el título de uno de sus ciclos de canciones. Justo el que programa Euskadiko Orkestra en este ciclo de conciertos de la temporada de abono.

Por delante, el 'Preludio a la siesta de un fauno' de Debussy y para terminar, la Sinfonía Nº 1 de Schumann 'Primavera', escrita poco después de contraer matrimonio con Clara, cuando la amenaza de la locura ni siquiera estaba en el horizonte. En la obra, el compositor utiliza un tema de la 'Kreisleriana', una autocita que no es infrecuente en el mundo de la clásica. Por cierto, la sinfonía fue estrenada con Mendelssohn a la batuta. En ese momento, este último tenía 32 años y Schumann, 30. Ambos ignoraban, con total seguridad, su futuro: a uno le quedaban pocos años de cordura; al otro, menos aún de vida. A la batuta, una directora emergente: Anja Bilhmaier.

La danza también denuncia –de se señalamiento de lo que está mal y la reivindicación de cuidar, de respetar y de valorar nacen piezas preciosas– y en los últimos años hemos podido ver por aquí espectáculos sobre el daño que los humanos le hacemos a nuestro medio natural, a lo que nos da la vida cada día. El año pasado fue 'Solstice', de Blanca Li, y el anterior fue 'Black Marrow', de la Iceland Dance Company, y esos son solo un par de ejemplos. Ahora llega otro: 'The Tree (Fragments of poetics on fire)', de Carolyn Carlson Company.

Californiana, Carolyn Carlson ha hecho su carrera en Europa –en Francia, Italia, el norte– mezclando disciplinas y poniendo en escena una danza que es también otras artes. Porque ella comenzó como bailarina pero es artista y poeta, y no es raro que colabore con otros para que sus piezas acompañen a los bailarines en escena. En 'The Tree' se basa en 'Fragments of a Poetics of Fire' del filósofo Gastón Bachelard y se ven por el escenario, envolviendo a la compañía, los paisajes en blanco y negro pintados por el Premio Nobel de Literatura Gao Xingjian. Son los colores perfectos para hablar de lo que destruimos y lo que se regenera, de la oscuridad de ciertos momentos –de la que se cierne sobre el planeta– y de la luz al final del túnel, de la nada y el todo.

La obra de Abigail Lazkoz refleja muchas características de la estética de nuestro tiempo.

Abigail Lazkoz nos da un consejo que parece de rotunda lógica y, sin embargo, pocas veces es aplicado. Esta artista recomienda al espectador que, cuando se sienta interesado por una obra, intente saber más de su autor y, de esta manera, profundice en las claves del trabajo. A menudo, aprobamos o rechazamos una propuesta con una sola mirada, sin percatarnos de su verdadero valor. El arte no es decoración, no entra en los limitados parámetros de la fealdad y la belleza según los ojos de quien lo contempla. Sigamos esa recomendación para contemplar 'Trabajos verticales', su exposición en Espacio Marzana.

Las piezas de esta artista bilbaína, que no se habían contemplado desde hace ocho años, rezuman sofisticación y hablan de una intensa exploración personal. Ella, una prestigiosa muralista, regresa paulatinamente a la pintura, la disciplina que ejerció en sus tiempos de estudiante, a través de una estrategia sutil, que avanza desde el blanco y negro hacia el color, expande el gris en tramas reticulares e incorpora puntualmente otros colores como si fueran pequeñas explosiones cromáticas.

Los papeles de la autora evidencian su carácter contemporáneo, la fusión como seña de identidad y la mixtura formal. La abstracción se mezcla con referencias figurativas, la pintura adquiere una densidad que parece otorgarle tridimensionalidad y las composiciones parecen deudoras de las fórmulas modulares de las vanguardias rusas por ejemplo. El arte ha de disfrutarse, pero también, por qué no, incitarnos a saber más.