Los mejores planes culturales para este fin de semana

Los temores se han revelado infundados. Primero, porque la pandemia ha echado todo por tierra, obligando a repensar los programas e incluso a interpretaciones menos convencionales de partituras muy conocidas. Por ejemplo: estamos acostumbrados a escuchar las sinfonías de Beethoven con plantillas orquestales muy nutridas y la necesidad de imponer una distancia notable entre instrumentistas ha llevado a un aligeramiento que tiene como efecto versiones más camerísticas, más 'clásicas' y menos románticas.

No solo eso: se han programado también obras que muy poca gente habrá escuchado en vivo. Incluso en disco. Es exactamente lo que sucede con el ciclo de cuatro conciertos que ha previsto la Sinfónica de Bilbao para esta semana. El programa comienza con 'La consagración de la casa', una obra escrita para la reapertura de un teatro en Viena. Se trata de una pieza tardía, que figura en el catálogo del compositor justo con el número anterior al de la Novena. Y termina con la Octava, una sinfonía ligera, con golpes de humor –algo no demasiado frecuente en su catálogo– y un juego a propósito del metrónomo, que tanto daría que hablar en relación a sus últimas obras con él ya en la tumba.

En medio, el concierto para piano y orquesta 'Hitzaurre bi' de Ramón Lazkano, con Alfonso Gómez al piano. Es el mismo intérprete que, también con la BOS en los atriles, grabó esa partitura para un álbum que recibió a comienzos de este años el Grand Prix du Disque Musique Contemporaine de Académie Charles Gros. La referencia no puede ser mejor para esa obra que, ahora sí, podrá ser disfrutada en vivo.

El recital que ha programado la Sociedad Filarmónica de Bilbao para el miércoles 25 puede ser visto como un recorrido tranquilo y hermoso por una parte crucial del repertorio camerístico: los dúos para violín y piano. La violinista japonesa Sayaka Shoji, que con solo 16 años ganó el Concurso Paganini (nadie lo había hecho nunca de forma tan temprana), y el pianista islandés Víkingur Ólaffson han preparado cuatro piezas que se detienen en autores cruciales del género y que están ordenadas casi cronológicamente.

Para comenzar, quién mejor que Bach. Después, un salto hacia el siglo XX, con Bartók, cuya sonata Sz. 75 fue concluida hace 99 años. Y tras ese compositor innovador cuya obra alguien definió como un cristal tallado que emite cientos de reflejos, otro cuya música es más áspera: Prokofiev. Ahí se rompe la línea cronológica porque el programa termina con la Sonata Nº 2 de Brahms, ese autor casi ascético que consigue una extraña perfección prescindiendo de todo lo que no es necesario para su discurso. Buena parte de la Historia de la Música está en este programa.

Uno de los momentos más divertidos que yo he pasado en un teatro fue con un Bolero de Ravel surrealista creado por Gauthier Dance, la compañía de danza alemana del canadiense Erik Gauthier que estuvo por aquí hace... hace mil años ya -y no puedo olvidar aquello, de tanto como me reí, qué maravilla, qué subidón; y no puedo dejar de esperar a que vuelva aquel Bolero alucinante. ¡Vuelve, por favor!-. Gauthier supo muy bien casar la danza contemporánea con el humor, algo que no se suele hacer. Todo es tan intenso, tan serio, tan, tan. Por eso creo que una de las citas destacadas de la semana es la que Krego Martín Danza tiene con su público en Pabellón 6 el sábado y el domingo: porque estas dos artistas sostienen que la risa puede ayudar a mejorar la accesibilidad de esta disciplina, una accesibilidad que se intenta trabajar... y no siempre se logra. 'Charadas' es su apuesta por esa entrada mediante la risa a un universo que a menudo nos parece muy lejano.

El sábado hay además hueco para el flamenco en la agenda, la pena es que sean dos espectáculos casi a la misma hora. Uno es el de la bailaora Ana Morales, una de esas innovadoras que se pone la bata de cola para insuflarle un espíritu completamente nuevo. En 'Suite-Sin permiso' también se la quita y hasta se oye música electrónica, casi nada. Esto es el el Museo Guggenheim a las seis. A las siete, en la Filarmónica, el cantaor de Otxarkoaga Juanjo Navas presenta por fin su trabajo sobre poemas de Blas de Otero. 'Digo vivir' viene con todo lo que tiene que venir: buenos textos, cante, música y baile.

En los años sesenta, el grupo Zaj iba a realizar una performance en el Museo San Telmo de San Sebastián y necesitaban una mujer para ponerla en marcha. El artista Juan Antonio Sistiaga les presentó a Esther Ferrer, presente en los círculos artísticos donostiarras, y una vez finalizada la actuación los dos miembros del colectivo, Juan Hidalgo y Walter Marchesi, le ofrecieron unirse a ellos. Sí, pero si hago también mis propias creaciones, les contestó.

Así se integró en Zaj esta artista de 83 años que ha estado desde entonces en la vanguardia del arte internacional sin que aquí apenas se supiera, hasta que ya en este siglo empezó a ganar premios, a recibir reconocimientos y convertirse en protagonista de exposiciones.

Josu Rekalde, artista y profesor de Bellas Artes, seguía su trayectoria desde los años ochenta y la conocía personalmente. Eran los años de la pintura y del minimalismo oteiciano, y Ferrer no encajaba en ese panorama. Ahora, al repasar su trayectoria y cuando la performance está completamente institucionalizada, no deja de sorprender la valentía de Ferrer, su tenacidad y creatividad, lo mucho que le deben las nuevas generaciones.

Es una sorpresa que salta a la vista en el audiovisual realizado por Rekalde, titulado 'Esther Ferrer: los hilos del tiempo', que se podrá ver en el Museo de Bellas Artes el 27 de noviembre y los días 4, 11 y 18 de diciembre a las 19.00 horas, con entrada gratuita y aforo reducido.

Los 'hilos del tiempo' enlazan una performance de la artista y su grupo en un tren de pasajeros de Bolonia con el relato de sus recuerdos y planteamientos en un vagón antiguo de la línea Bilbao-San Sebastián, delante de Rekalde y de algunos de sus colaboradores, como Begoña Vicario, Raúl Ibáñez y las performers Ángela Corbacho e Inés Bermejo, que interpretan algunas de sus obras en el audiovisual en localizaciones de la ribera de la ría de Bilbao.

La pieza en sí está hilada con soltura y posee una factura y una narratividad que hace de su visionado un placer. Y, sobre todo, profundiza en la inteligencia, el talento creativo y el inmenso humor de esta artista a la altura de las 'santidades' habituales del arte vasco.

La exposición de Agustín Ibarrola constituye una excepcional ocasión para conocer las últimas obras del maestro.

El entusiasmo puede con nosotros, es cierto, pero tampoco se puede negar que la iniciativa de las galerías de arte vascas es encomiable porque estas firmas nos permiten, gratuitamente, seguir el pulso de la creación contemporánea. La ambición y calidad de sus propuestas resultan indiscutibles. 'Agustín Ibarrola 2020' es una de esas propuestas simplemente irresistibles. Hay que remontarse a los años noventa del pasado siglo para encontrarnos con una panorámica tan amplia de la obra del autor vasco, una muestra que reúna sus últimas piezas tanto en pintura como escultura. Además, la colección presentada nos proporciona una visión de la labor en el estudio, una línea paralela a la que exhibe la Sala Rekalde en 'Agustín Ibarrola, naturalmente', dedicada a su trabajo en el medio.

La muestra rompe con el estereotipo de un creador marcado por la figuración, su compromiso político y el bosque de Oma. La exposición revela un sólido autor de inquietudes diversas, que investiga tanto las formas orgánicas como las geométricas dentro del ámbito de la abstracción y rompe la bidimensionalidad de plano con intervenciones constructivistas. El artista que contemplamos domina la línea y el color, y su capacidad de sugerencia atrapa al espectador.

Ibarrola nos remite a las vanguardias históricas, al Equipo 57 y al lenguaje más contemporáneo. Es uno de los grandes creadores vascos, un hombre de concepto racional y ejecución expresionista. Sí, esta cita es también imperdible, por su calidad y también para reconocer el esfuerzo de una galería veterana que, aún, de forma insólita, edita catálogos de sus muestras e, incluso, los cuelga en su web para que disfrutemos de ellas sin movernos de casa. ¿Alguien da más?

En una época en la que la música en directo se disfruta con cuentagotas... ¿qué tal un concierto triple? Tres bandas vascas unirán fuerzas este sábado sobre el escenario de Bilborock. A partir de las 18.30 horas (tras un reajuste horario debido a las restricciones por el coronavirus), el público disfrutará de las bandas vizcaínas Ellas y Yo, Gerard y del conjunto vitoriano Kubers.

La banda pop-indie Ellas nació en Balmaseda hace más de una década. Por aquel entonces el grupo formado por Iñaki Arza (guitarra, voz), Urtzi Etxebarria (bajo), Joseba Agirre (guitarra) y Ander Maza (batería) era conocido como Mild. El cuarteto ha actuado en algunos de los principales festivales nacionales como el Bilbao BBK Live, el Sonorama o el Ebrovisión y ha teloneado a artistas como Ariel Rot, Amaral, Supersubmarina Miss Caffeina y Sidecars. En esta ocasión, regresan a los escenarios para presentar temas como el íntimo 'Quédate', publicado a finales de verano.

La carrera de Yo, Gerard comenzó en 2018 con la presentación de su primer trabajo 'Silencio, Hoy Se Rueda'. La banda compuesta por David Lamiquiz (teclados y voz), Andoni Eskubi (guitarra), Imanol Muñoz (bajo) e Íñigo Benito (batería) ofrecerá sus nuevas canciones, con el característico sonido de sus teclados y pianos. En su repertorio no faltará su último single, 'Pisotéame'.

Kubers lleva doce años en activo, con más de medio centenar de conciertos a sus espaldas. Mónica Durán (voz principal y guitarra), Iker Argote (batería), Asier Atxa (guitarra y coros) y Fran Serrano (bajo) se encuentran inmersos en la presentación de su último EP 'Electrostática', producido por Jagoba Ormaetxea (TAOM).

Llega a Muxikebarri 'La fuerza del cariño', la historia de una madre y su hija que empieza en tono de comedia, con el color de las situaciones cotidianas, y termina en drama, algo que tampoco nos es ajeno. La obra de Dan Gordon es teatro de palabra y de emociones, para el lucimiento de los intérpretes. Lo fue en el cine con Shirley Mac Laine y lo es en el teatro con Lolita, que cada vez que se sube a un escenario demuestra su fuerza.

La crítica ha elogiado su interpretación de una madre que, según dice, no se parece nada a a ella. Aurora es más estricta y autoritaria, a ella la educaron «con mucho amor y libremente». Bajo la dirección de Magüi Mira, se mete en su piel al igual que Marta Guerras encarna a Emma, la hija que busca espacio para volar sola y a la que en el cine dio vida Debra Winger. El teatro propicia nuestra sensación de intimidad con esta familia.

En pocos personajes hay un abrazo tan sincero entre historia y literatura como en Mariana Pineda. La granadina ajusticiada a los 27 años por defender la causa liberal frente a la persecución de Fernando VII es ya inseparable de la obra de su ilustre paisano Federico García Lorca. Considerada incómoda, se estrenó en 1927 y fue su primera colaboración con Margarita Xirgu. Un clásico que vuelve a los escenarios veinte años después de la última gira de la mano del director bilbaíno Javier Hernández- Simón. Su versión es fiel a la tragedia lorquiana, sin una palabra que no sea del poeta. Acentúan el dramatismo la expresión corporal y la malla roja que simboliza la represión, pero sobre todo se apoya en un gran reparto encabezado por Laia Marull.

La actriz barcelonesa, galardonada con tres premios Goya, un Max y una Concha de Plata, interpreta a una heroína de carne y hueso que lucha hasta las últimas consecuencias. La bandera que borda en su casa no encarna la defensa de un territorio sino los ideales de 'igualdad, libertad, ley' frente al absolutismo. El amor está en el centro de esta obra. Mariana se mueve por amor a Pedro Sotomayor, interpretado por Alex Gadea, y por amor a esos principios universales que requieren un compromiso constante para no desdibujarse. Aurora Herrero, Marta Gómez, Silvana Navas, Ana Azorín, Óscar Zafra, Fernando Huesca y José Fernández completan el reparto de una obra que gustó mucho al público del Arriaga, al que Javier Hernández-Simón salió a saludar emocionado.

'Ave, osos!' nos ofrece la risa que tanto necesitamos, además de una mirada distinta sobre el amor y las relaciones familiares. La compañía El mono habitado presenta esta comedia protagonizada por una pareja de gays mayores de 40, ambos barbudos, que un día reciben la visita más sorprendente. Una paloma les anuncia que Dios les ha elegido para ser los padres del nuevo mesías, en un intento por acercarse a las minorías. Uno de ellos decide incluso vivir el embarazo con todos sus síntomas y una falsa barriga.

Su vecina les mantiene unidos al mundo real mientras llega un enviado especial del Vaticano para tratar de controlar la situación. Begoña Martín Treviño, Raúl Camino (autor del texto), Aitor Pérez Collado y Javier Liñera interpretan esta comedia «disparatadamente humana y con un toque divino», que intenta obrar el milagro de derribar tópicos.

Tras su estreno en Barakaldo llega a La Fundición, dentro del Festival de Títeres de Bilbao, 'Conservando memoria', un delicado espectáculo de El patio teatro avalado por el premio Feten 2020 a la mejor autoría y los obtenidos en el Festival Violeta 2019 y la Fira de Titelles de Lleida. Izaskun Fernández y Julián Sáenz-López «construyen, escriben, dirigen, iluminan y juegan» con historias que brotan de la emoción ante lo cotidiano. «Este viaje es un juego de preguntas a mis abuelos y a mis abuelas, mi deseo de conservarlos conmigo, mi pirueta personal para esquivar la ausencia, mi homenaje a cuatro personas importantes en mi vida, mi deseo de conservar su memoria, de embotarla», dice la autora. Junto a ella aspiramos el aroma de los recuerdos y nos preguntamos qué ingredientes necesita una vida para ser extraordinaria.

La Compañía Joven de Pabellón 6 vuelve a traer a escena a un personaje sin edad, el clásico creado por Alfred Jarry en 1896. Ubú y los suyos no son una familia corrupta, encarnan «la corrupción misma». Planean un complot para enriquecerse a toda costa que se muestra de forma guiñolesca, disparatada, con toda la energía y la intención de los jóvenes actores dirigidos por Ramón Barea. Incluso el vestuario, diseñado por Betitxe Saitua, revela el interior de los personajes. Una corrupción estéticamente bella, con trajes de ejecutivo deformados por formas orgánicas.

'Ubú, rey de las finanzas' se basa en la versión que Raúl Quirós Molina ha realizado del texto de Jarry y en el trabajo desarrollado con los actores, que participaron en talleres con Economistas sin Fronteras para saber cómo se mueven los hilos de la riqueza. Las canciones compuestas por Naiel Ibarrola –entre ellas un rap y un reguetón– ponen ritmo a una sátira implacable en la que nadie sale bien parado.