Los mejores planes culturales para los próximos días

La actriz barcelonesa, galardonada con tres premios Goya, interpreta a una heroína de carne y hueso que lucha hasta las últimas consecuencias. La bandera que borda en su casa no encarna la defensa de un territorio sino los ideales de 'igualdad, libertad, ley' frente al absolutismo. El amor está en el centro de esta obra. Mariana se mueve por amor a Pedro Sotomayor, interpretado por Alex Gadea, y por amor a esos principios universales que requieren un compromiso constante para no desdibujarse. Aurora Herrero, Marta Gómez, Silvana Navas, Ana Azorín, Oscar Zafra, Fernando Huesca y José Fernández completan el reparto de una obra muy esperada que llega este fin de semana al Arriaga.

Carmelo Gómez es un gran actor al que ya solo vemos en el teatro, y que también imparte cursos sobre distintos aspectos de la interpretación. Fue precisamente en un taller dedicado a Lorca donde descubrió «mundos recónditos» de su obra junto a la actriz y docente Emi Ekai. Así surgió el espectáculo que el sábado estrena en Euskadi el Teatro Barakaldo, 'A vueltas con Lorca', dirigido por ella. Una lectura dramatizada de poemas y fragmentos de obras de teatro en la que el actor leonés ejerce de narrador, se pone en la piel de Lorca y también en la de sus personajes, e incluye textos de Cervantes y Lope de Vega que le sirvieron de inspiración. Siempre con la complicidad del pianista Mikhail Studyonov, que interpreta piezas de compositores contemporáneos del poeta como Turina, Halffter, Granados, Debussy o Grieg. La música y la voz nos guían por el amor y la muerte, la gloria y la amargura de un autor inagotable.

Cada 25 de noviembre recordamos, aunque no las nombremos, la valentía de las hermanas Mirabal, que se enfrentaron a la dictadura de Trujillo. Defendieron los derechos de las mujeres y del pueblo dominicano y lo pagaron con su vida. Tres de ellas fueron asesinadas en 1960, la fecha que conmemora el Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres. La Compañía Joven de Pabellón 6, a la que hay que seguir con atención, les rinde homenaje con 'Mi último baile', una producción de la tercera promoción que vuelve a representarse tras haber pasado por el Arriaga y arropada por buenas críticas.

Dirigida por Getari Etxegarai, la obra une la historia real de Las Mariposas, sus distintas personalidades, con partes de ficción y canciones originales, desde una nana a un tango, para honrar la lucha de las mujeres. Nahikari Rodríguez, Sara Barroeta/Nerea Elizalde, Grace Dóniz, Tania Fornieles, Sandra Tejero, Unai Elizalde, Pelayo Serrano/Aitor Echarte Merino, Kepa Alesso y Yeray Vázquez interpretan esta creación de dramaturgia colectiva, con el asesoramiento de Patxo Telleria y David Caíña.

Si en Bilbao y alrededores las agendas se mantienen según lo previsto, podremos ver unos cuantos buenos espectáculos de danza en los próximos días. Para empezar esta tarde, en AZ y en el marco de ese programa especial en torno a la figura de Steve Paxton que tiene como pieza central la exposición, Ion Munduate se basa en las improvisaciones de 'Goldberg Versions' que el artista norteamericano desarrolló -y grabó- entre los años 1985 y 1992. Mañana es el turno de la compañía Aura Teatroa, que presenta en el festival Loraldia 'Txak txak', o, lo que es lo mismo, una mezcla de claqué, txalaparta y piano que yo diría que no habíamos visto hasta ahora en ningún sitio. Bueno, pues la novedad se verá será en la sala BBK.

Más, muy distinto, el sábado en Amorebieta-Etxano: el espectáculo de música y danza basado en 'Zalakain el aventurero', de Pío Baroja, que han montado el folklorista Juan Antonio Urbeltz y el director y actor Ander Lipus. La guerra carlista se convierte en escenario casi de western con este Martin Zalakain, y sus aventuras y desventuras.

Y ya el domingo, en La Fundición y también como parte de la programación del festival de la cultura euskaldun, Mizel Theret realiza una propuesta curiosa en 'Diagonalean zehar'. Toma el movimiento de la mano del pelotari, lo descontextualiza y deja desnudo, lo reconvierte, lo reutiliza... sabiendo que nunca llegará a desarrollarse por completo, que morirá antes de ser lo que debe ser, lo que sugiere algo inacabado y que desaparece.

Parece que fue ayer, pero han pasado ya más de treinta años desde que Eduardo López Banzo fundara Al Ayre Español, un grupo que, a partir de criterios historicistas, ha tratado de sacar a la luz y dar brillo a un repertorio de música española del siglo XVIII muy poco conocido. Desde 1988, fecha de su primer concierto, hasta hoy, han contribuido a ampliar el catálogo de compositores que se interpretan en las salas de conciertos, y también la discografía, un trabajo que les ha supuesto el reconocimiento del público y la crítica, y también un buen puñado de premios.

Llegan ahora a la temporada de la Filarmónica, una visita que realizan periódicamente, con uno de esos programas que son un gozo, por la inteligencia y el gusto por la belleza que destilan. Bajo el título 'Ay, bello esplendor', el grupo –que viene encabezado por López Banzo en su doble tarea de director y organista– interpretará obras del italiano Arcangelo Corelli, junto a otras del madrileño José de Torres, el navarro Juan Francés de Iribarren y el portugués Carlos Seixas.

Entre los cuatro cubren el período que va de 1653, fecha del nacimiento de Corelli, a 1767, año de la muerte de Iribarren. Es un tiempo más o menos coincidente con el siglo de las Luces, y en música se corresponde con el segundo barroco y los albores del clasicismo.

La temporada de cámara de la Sinfónica de Bilbao homenajea a un trío de compositoras unos días después de la celebración del 8 de marzo. La primera es Clara Schumann, la esposa y principal promotora de la obra de su marido, que se ganó la vida –sobre todo tras enviudar, aunque también antes– como pianista pero que aún tuvo tiempo para escribir un catálogo de obras no muy extenso y de calidad. La segunda, Fanny Hensel-Mendelssohn, hermana del autor de 'El sueño de una noche de verano', que fue también una notable compositora, alguna de cuyas obras apareció firmada inicialmente como si fuera de Félix. Y la tercera es una autora de hoy mismo, la rusa Sofia Gubaidúlina, una de las grandes figuras actuales de la composición.

Al comienzo de su matrimonio, Gustav Mahler le dijo a su esposa Alma, a la que más o menos doblaba la edad, que en su casa solo habría un compositor y ese era, qué duda queda, él mismo. Así fue durante la tormentosa relación entre ambos, que pasó por episodios diversos de infidelidades y consultas a un ya entonces conocido psicoanalista llamado Sigmund Freud. Pero no hubo borrasca ni crisis que pudiera borrar las canciones que Alma Schindler había escrito en sus años juveniles. La soprano Ana Gabriella Schwedhelm y el pianista Rubén Fernández Aguirre recrean las piezas de ambos en el espacio Foyer del Arriaga, en una velada íntima y cargada de emoción.

Quienes buscan un universo particular y aquellos que desean acercarse a un pintor veterano con una obra consolidada, cuentan con la oportunidad de disfrutar de la última exposición de Daniel Tamayo. Su cita en Aire resulta una ocasión excepcional para conocer a un autor que no se prodiga en el circuito comercial y, además, descubrir una galería diferente. La última producción se ha llevado a cabo con medios digitales, pero mantiene las mismas señas de identidad que cuando trabajaba con la pintura. El autor elabora complejas composiciones donde confluyen todo tipo de elementos. El imaginario de este artista es denso y singular, aunque ha ido evolucionando sin perder una característica esencial, el rechazo al lienzo vacío, el horror vacui. Como indica el título de la exposición, el espectador podrá soñar con paisajes imaginarios, provistos de algún apunte figurativo, y escapar, siquiera brevemente, de esta realidad perturbadora.

El artista mantiene el gusto por horizontes altos que permiten contemplar, a vista de pájaro, esos extraños territorios. El trabajo de Tamayo también remite a numerosas influencias. El mismo reconoce el peso de las vanguardias históricas, la visión surrealista de Joan Miró y Max Ernst y la existencia de dos obras que le animaron a trabajar y crear, el mural de Lucio Muñoz para el ábside de la basílica de Aránzazu y 'El jardín de las delicias' del Bosco. Una y otra incentivaron ese deseo de cubrir el papel en blanco con todo tipo de orografías, arquitecturas y extraños personajes.

Hay artistas que durante toda su carrera giran alrededor de unos contados hallazgos personales, y otros que los toman como puntos de partida y siguen sus líneas hasta otros territorios, conectados o progresivamente libres de esos orígenes. En la exposición del Guggenheim sobre los diez primeros años de Lygia Clark se sabe desde muy pronto a qué grupo pertenece la artista brasileña, y no sólo por el paso de las formas figurativas a las abstractas, sino por la evolución rápida y a la vez analítica dentro de la abstracción. La suya es la historia de una búsqueda, de un experimento primero en ese campo de la pintura, más tarde en la escultura.

En una década aprendió de sus maestros, especialmente de Fernand Léger, y enseguida tomó un camino propio en el que sus formas fueron adquiriendo una geometría más lineal y puntiaguda, primero sin renunciar a un marcado colorismo, hasta llegar una llamativa sencillez en blanco y negro.

La muestra del Guggenheim permite recorrer esta trayectoria, en la que estuvo acompañada de artistas brasileños como Lygia Pape y Hélio Oiticica, entre otros. A través de su elaboración del 'arte concreto', una reinterpretación de los postulados de Kandinsky y del grupo de Mondrian y Van Doesburg, escribieron uno de los capítulos más importantes del arte latinoamericano, cuya revaluación sigue al alza. Una buena oportunidad para conocerlo de cerca.

¿Es posible abordar el conflicto árabe-israelí de una forma divertida y amable? 'Todo pasa en Tel Aviv' arranca en 1967, tres meses antes de la Guerra de los Seis Días. Estamos en un thriller de espías... hasta que el director Sameh Zoabi nos descubre que en realidad asistimos al rodaje en Ramala de una telenovela titulada 'Arde Tel Aviv'. Salam, un buscavidas palestino que vive en Jerusalén, trabaja como ayudante de producción. Todos los días, para llegar a los estudios de televisión, debe pasar por un estricto control israelí. Allí trabaja el comandante a cargo del puesto, cuya esposa es fan de la telenovela. Para impresionarla, el militar se involucra en la escritura del guion dando ideas que resultan ser geniales.

Nos movemos en el territorio de la sátira cinéfila, que tantas veces hemos visto en comedias sobre rodajes, pero también en la farsa política, humanizando tanto a israelíes como palestinos. Por algo Sameh Zoabi es cineasta palestino y ciudadano israelí. «Quería hacer una película sobre la posibilidad de conexión y no de división, porque eso ya lo tenemos a diario. Quería ir contra la política actual de muros, puestos de control y separación, recordar a la gente su humanidad», sostiene el director. 'Todo pasa en Tel Aviv' es asimismo un homenaje a los culebrones, sobre todo egipcios, que tradicionalmente se han devorado en Oriente Medio. Y aunque parezca mentira, un 70% del metraje se ha rodado en Luxemburgo, país que ha seleccionado el filme para competir en los Oscar.