Los mejores planes culturales para los próximos días

A partir de ahí ha construido un espectáculo atemporal en el que hay mucha comedia que, como ocurre en la vida real, va unida al sufrimiento. Sin una estructura narrativa lineal, rinde homenaje a los tres cómicos, a su valentía, y explora los límites del humor, un tema muy de actualidad. El propio Telleria codirige con Jokin Aregi e interpreta al maestro de ceremonias. Olatz Ganboa y Getari Etxegarai completan el trío protagonista y les acompaña al piano el músico y actor Adrián García de los Ojos, compositor de las canciones que reviven el espíritu del cabaret berlinés Simplicissimus.

La sala Cúpula del Campos Elíseos acoge a compañías locales en un formato de cercanía y esta semana propone un interesante encuentro con Javier Liñera. El dramaturgo y actor getxotarra representa 'Barro rojo', su primera obra larga, que dio un impulso a su carrera al recorrer festivales internacionales y ser candidata al Max a mejor espectáculo revelación. El título hace referencia a un paisaje terrible: el campo de concentración para gais que había en Fuerteventura, donde la sangre de los presos se mezclaba con el barro.

La obra es una trama de ficción basada en muchas historias reales, fruto de una investigación sobre los homosexuales que, por el hecho de serlo, fueron encerrados en campos de concentración europeos y en las cárceles del franquismo. Quienes llevaban el triángulo rosa sufrían un doble castigo. Liñera interpreta a dos personajes, un preso y su sobrino, la transformista Amelia, que se mueven entre el cabaret y el miedo. En medio del drama, la obra concede alguna tregua para mostrar la vitalidad de los personajes, su resistencia a perder, pese a todo, el sentido de la alegría.

De las minas de Bizkaia salieron muchas cosas: mineral, evidentemente, dinero, ideologías, conflictos... y hasta Arte, con mayúsculas. Las personas de todos los rincones que vinieron aquí se trajeron sus expresiones culturales y éstas evolucionaron después, impregnaron otras, se convirtieron en propias. Así el sur se hizo norte y por eso la bailaora Adriana Bilbao Zarraonandia, de Bilbao, puede decir que «el flamenco no nos es ajeno». Y no solo lo dice, sino que hace ya año y medio estrenaba un espectáculo, 'Burdina/Hierro', que lo deja muy claro.

Después de girar por muchas plazas, la bilbaína Sala BBK acoge este sábado una nueva representación de un montaje que une la tradición del baile y el cante flamencos con la música -en voz espectacular- del vasco-francés Beñat Achiary, que es capaz de emitir casi lamentos de ultratumba; se le suma a todo esto la historia de los inmigrantes que acudieron a la llamada del progreso económico en las minas, con una mirada de género también, porque aunque hablamos habitualmente de mineros, el papel de las mujeres fue fundamental en el desarrollo. 'Hierro' es una llamada de atención sobre lo fascinante que es la mezcla y sobre el enriquecimiento en todos los sentidos.

Atención al programa del concierto de la temporada de abono de la Orquesta Sinfónica de Bilbao (BOS) para jueves y viernes: comienza con la Sinfonía Nº 70 de Haydn y termina con la Nº 2 de Sibelius. Bien. Una obra del compositor con la serie más larga de sinfonías de entre los músicos más célebres de la Historia. Y la más conocida del autor de 'Finlandia'. Hasta ahí, un programa relativamente convencional. El eje del mismo, sin embargo, no gira en torno a esas dos obras, sino justo a la que va situada en medio: 'Cyborg' de Ferran Cruixent, una pieza en la que los instrumentistas hablan y cantan, y tocan de manera más bien atípica en no pocos momentos, y donde finalmente mezclan su sonido con el de los móviles que ellos mismos llevan y que contienen, pregrabadas, melodías y desarrollos. La BOS estrena esta pieza en España, por cierto.

Cruixent nació en Barcelona hace 43 años y su vinculación con las nuevas tecnologías se comprueba desde el mismo título de sus obras. Además de esta 'Cyborg' tiene otras bautizadas como 'Binario' o 'Big Data'. Sus partituras, muchas de ellas para gran orquesta –con independencia de que entre en juego la electrónica– han sido estrenadas por formaciones europeas, asiáticas y americanas.

Y aquí entra en juego el director del concierto, el estadounidense Leonard Slatkin, un californiano de 75 años, que fue quien estrenó en su país 'Cyborg', en 2013, con la Sinfónica de Detroit, de la que entonces era titular. En aquella ocasión, Cruixent siguió el concierto a través de internet. Todo un símbolo.

Chaikovski gozó durante 14 años de la protección de una empresaria viuda, Nadezhda von Meck, lo que le permitió dedicarse exclusivamente a la composición. Fue la suya una relación extraña, algo así como un amor platónico, porque al parecer un acuerdo tácito entre ambos fijaba que no deberían verse nunca. Sin embargo, ello no impidió que se cruzaran numerosas cartas en las que parecen siempre al borde de dar un paso más y convertir en un asunto carnal la tensión que había entre ambos. Aunque también esto puede ponerse en duda si se piensa que el compositor ruso era homosexual, lo que no impidió que contrajera matrimonio con una discípula.

Una de las obras que Chaikovski compone en ese período de relación de amor (por la música) con Nadezhda von Meck –quien también será mecenas de Debussy– es la Serenata para cuerdas. Una partitura de dimensión y características casi sinfónicas, donde están todos los elementos que caracterizan su música: un comienzo intenso y dramático, un vals ligero, una elegía de que toca el corazón y un vibrante tema ruso para concluir.

La Serenata está en la segunda parte del programa que la Sociedad Filarmónica ha previsto para el martes. Antes, el Concierto para dos violonchelos RV 531 de Vivaldi y el Concierto para violonchelo y orquesta Nº 1 de Haydn, un clásico. En el escenario, un grupo debutante en la sala: Metamorphosen Berlin.

Chatear tiene esos peligros. La química con un interlocutor se puede venir abajo cuando del mundo virtual se pasa al real. Es lo que le sucede al personaje que encarna Maribel Verdú en 'El doble más quince', una médica y madre de familia bilbaína con dos hijos, hastiada de su rutina matrimonial y con ganas de marcha. Primero las pilas de los juguetes acaban en el vibrador. Después, se asoma curiosa a un chat de sexo y entabla conversación con un desconocido... que en persona resulta ser un chaval de dieciséis años (Germán Alcarazu).

Mikel Rueda (Bilbao, 1980) presentó en el pasado Festival de Málaga su tercer largometraje, una sensible aproximación a la soledad y el miedo de dos personas que conectan pese a separarles la edad y la condición social. «El tema puede parecer arriesgado, pero una vez que te metes en la película te das cuenta de que no va de eso», precisa el director. La mujer madura y el menor son, según Rueda, seres solos y perdidos. «A veces, en la vida te encuentras con alguien con el que conectas, aunque no sabes muy bien por qué. Ves un espejo en el otro. Me apetecía poner juntas la edad adulta y la adolescencia, cuando tienes toda la vida por delante y no sabes quién eres, y cuando te acercas a los 50, has hecho todo lo que se supone que tienes que hacer, pero te vuelven las mismas preguntas de antes con más fuerza».

El juego de la cinta, una vez que los protagonistas se conocen y comienzan a pasear por Bilbao, se sustenta en el suspense de saber si, al final, se acostarán o no. Germán Alcarazu, un chico de Zorroza descubierto por Rueda en su anterior película, 'A escondidas', ya ha cumplido veintitrés años, pero resulta perfectamente creíble como desorientado adolescente de dieciséis. Dejando de lado el morbo, 'El doble más quince' –el título alude a la edad de la protagonista– recuerda mucho a 'Antes del amanecer', aquella romántica crónica en la que Julie Delpy y Ethan Hawke se encontraban en un tren y paseaban durante un día por Viena sin saber si iban a volverse a ver.

El tercer personaje de la cinta es, sin duda, Bilbao. La Ría está omnipresente en las andanzas de la pareja, en especial Zorrozaurre y los vestigios de un pasado industrial en trance de transformación. Lejos de la postal turística, 'El doble más quince' es también un canto de amor a una ciudad.

Gozar del arte implica una pequeña aventura porque supone, de partida, buscar y encontrar aquello que nos atrae y emociona. 'Una visita inesperada' supone todo un hallazgo para quienes aspiran a encontrar un revulsivo en la pared de la galería, algo poco convencional y sugerente, raro, único. El performer Elandorphium, de reconocía trayectoria, deja paso a Pablo García Martínez, que nos ofrece el fruto de su trabajo durante su residencia en la galería Aldama. El alter ego sobrevuela la muestra, aunque aquí es el dibujante y pintor quien toma la palabra y el lienzo por primera vez. Ambos comparten similares inquietudes, no en vano son la misma persona. La referencia a Robert Mapplethorpe aparece evidente en una serie en torno a las flores, el ornamento, donde la belleza y la morbidez se entrecruzan. La cuestión de género, la identidad sexual, aquello que escapa de la norma, conforman el escenario de sus narraciones visuales.

El espectador se va a encontrar con un flujo de ideas que parten del dibujo y desembocan en la fotografía y el grabado, que conduce desde la ficción a la realidad, y proporciona formas bellas e inquietantes, envueltas en una atmósfera irónica y teñida de intenso erotismo. El artista busca su espacio y el observador puede percibir ese intento de generar su propio discurso, aún en ciernes, y situarse frente a él, compartirlo o cuestionarlo. García Martínez cree que sus obras pretenden alcanzar nuestra vida cotidiana, compartir nuestro espacio y sugerirnos un diálogo. Podemos tomarle la palabra y responder a su propuesta. Tal vez nos seduzca, quizás, la rechacemos. No nos dejará indiferente.

El Guggenheim anunció hace un par de temporadas una exposición de Cristina García Rodero (Puertollano, Ciudad Real, 1949) que finalmente se cayó del cartel. Quedaba en Bilbao esa cita pendiente con una de las grandes fotógrafas de España, apenas vista en la ciudad, y la Sala Rekalde ha conseguido materializar esa muestra que faltaba. Se titula 'Con la boca abierta', síntesis del hilo de conductor de las fotos que contiene la muestra, en las que efectivamente la boca constituye el elemento de expresión -de alegría, de conmoción, de dolor, de hambre, de aburrimiento- de las personas retratadas.

García Rodero no sólo busca las caras sino también el contexto, las fiestas rurales, los carnavales -como el de Tolosa-, los paritorios de diversas partes del mundo, como Georgia, Cuba y Portugal, y también los funerales. Esta fuerza de los ritos enlazados con sus lugares otorga a la fotografía de la artista una cualidad antropológica que hay que tener en cuenta para interpretar y disfrutar de su obra. Pero la suya no es una foto documental, descriptiva de esos rituales. Su máxima de captar lo que sucede antes o después del núcleo de los hechos desvela que su objetivo está en la experiencia personal de los retratados, en sus emociones expresadas en el gesto de su boca, más que en el ritual en sí.

Por la muestra van desfilando el vudú y otros ritos de origen africano en Haití y en Cuba, las 'love parades' que surgieron en Alemania a ritmo de música tecno, concentraciones como el Burning Man en el desierto de Nevada, donde la premisa de los asistentes es ser generoso y creativo.

Es una gran oportunidad de ver el trabajo de esta creadora inteligente y pasional, exigente y dotada de una asombrosa capacidad para captar los sentimientos de la gente.

Hace varios meses que ya no pueden ser llamados grupo revelación, pero lo cierto es que los componentes de Carolina Durante siguen pudiendo presumir de ser una de lasbandas del momento. El cuarteto madrileño, después de recorrerse toda la geografía española de festival en festival, actúa este sábado en Bilbao, donde ya tocó durante el BBK Live de hace un par de veranos y en otoño en el BIME.

Autores del himno generacional 'Cayetano', destacan por el tono desenfadado de sus letras y por su directo divertido e intenso. De hecho, cuando se subieron a uno de los escenarios de Kobetamendi acabaron bailando sobre las tablas junto a decenas de seguidores.

Sus melodías bailan entre el pop y el rock con claros tintes punk. Y pese a tener un sonido en directo demasiado compacto y sin apenas lugar a matices, los madrileños cuentan con una amplia legión de fieles. Tanto es así que las entradas para su cita en el Kafe Antzokia están agotadas.