Mayo es el mes de las flores, así que salimos en su busca para adornar nuestros ojos con jardines, botánicos en este caso, por aquello de añadir el toque exótico. No se trata solo de mirar sino de admirar, de aprender y aprehender. Observar colores ... y formas, añadir conocimientos sobre especies y robar, metafóricamente, su historia. De fijarse no solo en la belleza que acompaña sino en la narración unida a ella, en los carteles informativos. Y caminar un rato, con el aroma de la primavera impregnando los pasos.
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¿Sabías que el Ginkgo biloba ya existía hace más de 270 millones de años, cuando los dinosaurios campaban a sus anchas? ¿Qué la Malus floribunda ofrece manzanas de origen japonés que a primera vista parecen cerezas? ¿Qué la Taxodium distichum es una conífera originaria del sureste de Norteamérica capaz de vivir dentro del agua? Esto y más podrás descubrir en el jardín homenaje al socialista Ramón Rubial, que dedicó su vida a luchar a favor de los derechos de los trabajadores.
Ideado por el arquitecto Ángel de Diego Rica como museo vivo donde la vegetación muda en arte, accede por la calle La Torre. Se extenderán ante ti unos 60.000 metros cuadrados, preñados con más de 300 especies leñosas y diversidad de plantas herbáceas. Desde su atalaya, la vista sobre los montes de Triano da una nueva perspectiva. Dentro, plantas llegadas de todo el mundo añaden exotismo. Papiros, pinsapos, magnolios de hoja caduca, falsas acacias rosas, castaños de indias rojos y azufaifos.
Además, verás ejemplares curiosos como un árbol de júpiter blanco, un falso pimentero o un ceibo, cuya flor fue declarada la nacional argentina. Si te gustan las plantas aromáticas y acuáticas, hay autóctonas y lejanas, ornadas con flores de vistoso colorido o extraños frutos. Antes de despedirte, prueba a juguetear en el laberinto de setos.
Una senda rodea a este jardín vitoriano, tres kilómetros tranquilos sobre camino afirmado. Desde la entrada, en la avenida de idéntico nombre. Mira a tu izquierda: vegetación de bosques boreales del norte de Europa. «Los abetos se distinguen por ser coníferas de porte piramidal, tronco rojizo y largas piñas colgantes. Están adaptados para soportar el peso de la nieve. Sus hojas, en forma de acículas, permiten resistir el frío y realizar la fotosíntesis en cualquier época del año», explican los expertos. Siguen a ellos abedules de tronco blanco propios de la costa norte de Escandinavia. Bosques y matorrales de alta montaña. Y alerces, única conífera europea que pierde la hoja en invierno. Desde el mirador verás el cerro de Olarizu y los montes de Vitoria al sur. Enebros, aulagas, típicos en los cerros margosos alaveses. Especies vegetales de ambientes acuáticos como cárices, lirios y nenúfares blancos, en peligro de extinción en el País Vasco.
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Se suma a la fiesta la zona del arboreto. Junto al antiguo cauce de los molinos, la vegetación de bosques de ribera de cursos fluviales europeos: alisos, sauces, olmos, plantas trepadoras y arbustivas. Hayas, tilos, carpes, robles... Cambiarás a la flora de regiones mediterráneas y templadas, rica en especies. Se añadirán melojares, quejigales, espinos, cornejos, rosales, serbales… Remonta hasta la Casa de la Dehesa y sus bosques de roble pedunculado. También aparecerán pinsapos, conífera mediterránea de zonas umbrías, testigo de vegetación subtropical que las cubrió en el terciario. Pinares mediterráneos y palmitos, única especie de palmera autóctona de la Península Ibérica.
Ubicado en Reocín, pertenece a la familia Botín, pero es posible visitarlo gratis con cita el primer y tercer miércoles de mes, de 9.30 y 11.30 horas ()942820115). La finca, declarada Bien de Interés Cultural con categoría de Jardín Histórico, nació por el interés hacia la botánica de Marcelino Sanz de Sautuola, el descubridor de la Cueva de Altamira. La hija que le advirtió sobre la existencia de pinturas, acabó casándose con Emilio Botín y López y ambos se dedicaron a ampliar este rincón parecido al paraíso. El denominado Jardín de Winthuysen fue proyectado por este pintor y paisajista sevillano en los años 50 del pasado siglo. Aloja una gran masa de árboles ordenados, muchos de otros países: metasequoia de origen chino, sequoias americanas, castaños de indias, cedros del Líbano, tejo irlandés… Incluso un eucalipto plantado en 1867. Sobresalen los autóctonos y nacionales: plátanos, encinas, magnolias, abetos... acompañados por elementos decorativos, esculturas, puentes y un 'impluvium', que invitan al reposo.
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Los cinco continentes hacen guardia en este precioso jardín ubicado en el Parque Natural de Pagoeta, entre Orio y Zarautz, junto al Parketxe Iturraran. Extiende sus dominios sobre 25 hectáreas, 10 para vegetación autóctona. «Debido al privilegiado clima, se pueden cultivar plantas de zonas frías y cálidas. Dividido en ocho zonas con características propias, se ha creado una red de senderos de más de 3,5 kilómetros. Todos los taxones están etiquetados con datos de la familia a la que pertenecen, nombre botánico y lugar de origen», describen desde la organización.En la Zona 1 conocerás el Jardín de la Biodiversidad, con plantas amenazadas del País Vasco. Destaca también la colección de robles y arces, de las más importantes a nivel mundial.
Podrás reconocer el robledal de Quercus robur y un bosque mixto compuesto por fresnos, olmos y alisos, especies con graves dificultades para salir adelante en otros lugares de Europa como Laurisilva macaronésica, Laurus novocanariensis u Ocotea foetens. Formaciones parecidas del sureste asiático: Lithocarpus, Castanopsis y Machilus. Otras propias de Chile o Nueva Zelanda como Weinmannia o Beilchsmieidia. Y de los bosques montanos y nubosos al sur de Méjico y América Central… Un festival internacional.
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Su visita va unida a la del castillo y se hace libre o guiada. Ocupa más de 2.400 metros cuadrados en la zona de esparcimiento del antiguo convento de las Siervas de Jesús, antes casa solariega del Mayorazgo de los Encío. Allí conviven naturaleza y piedra en perfecta armonía, compartiendo terrazas para salvar así La Picota. «La utilización de este espacio para cultivos se remonta al siglo XVI. Cedida la casona por los Encío en 1925 para uso religioso, las Siervas regentaron edificio y huerto hasta 1989, año de su marcha de la ciudad», explican sus gestores.Al principio el jardín cubría 1.324 metros cuadrados con siete terrazas de diversos ambientes para 500 variedades vegetales, identificadas por placas. Hasta que la familia creció en 2004, sumando terreno y espacios de transición.
Ahora, más de 700 variedades de los cinco continentes crean esta Torre de Babel botánica. La Terraza de la Rosaleda con variedades miniaturizadas, arbustivas y trepadoras. La de Frutales con ejemplares herbáceos, arbustivos y arbóreos. La de Plantas Aromáticas y Condimentarías, que aúna especies de nuestro ámbito con exótica colección de cactáceas. La Mediterránea de laurel, adelfas, palmeras y sauces. La del Emparrado con vides, hiedras, clemátides y la preciosa hortensia trepadora. Y la de Autóctonas con avellanos, acebos y brezos.
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