
La maldición de la cueva de Urallaga
Galdames (Bizkaia) ·
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Galdames (Bizkaia) ·
Urallaga es uno de los barrios más apartados de Galdames. Está subido en una ladera porque estaba al pie mismo de las minas, porque allí ... ocuparon algunas casas y barracones los mineros; pero en un lugar tan apartado hasta hubo taberna y economato. Ahora quedan solo tres casas que apenas se sostienen y gracias a los neorurales que han llegado a ocuparlas. El camino a Urallaga lo siguieron antes los mineros, penosamente; los que iban a la mina Pepita subirían con miedo porque su tajo solo era accesible a través de la boca de la gran cueva de Urallaga. En aquella mina se producían tantos accidentes que a punto estuvieron de cerrarla; tantos eran, que un juez dictó en el año 1899 una amenaza de cierre si no se reducían rápidamente los siniestros. Así que lo normal era que los mineros se encomendaran al ir al trabajo a su patrona, la virgen de la Magdalena, que tiene un pequeño santuario a la entrada de la cueva, para que les protegiera.
El templo es casi diminuto comparado con la dimensión de la cueva que se abre en el lado sur del pico Grumeran. Quienes la han medido le dan 15 metros de alto y 33 de ancho a su boca exterior. La ermita, situada al costado de la cueva, según se entra, destaca por su blancura ante la negrura de la oscura cavidad. Está cuidada y bien mantenida desde que se restauró en 1942. La mala fortuna acompañó antes repetidas veces a esta virgen; en 1906 una cuadrilla de mineros protagonistas de una violenta huelga no tuvo mejor ocurrencia que liarse a tiros con ella y la hicieron pedazos. Aún peor, en 1935, justo el día previo a la fiesta de la Magdalena -el 22 de julio-, un vecino del barrio hizo reventar el templo con un cartucho de dinamita porque a pesar de encomendarse a la virgen perdió una apuesta en una partida de cartas.
Es bastante sobrecogedor entrar en la cueva, pero más si alguien nos ha contado primero la leyenda de Almanegra. La había recogido el escritor Antonio de Trueba, habitante del barrio vecino de Montellano, en una crónica local y relataba que se escuchaban en la cueva el llanto y los gemidos de un suicida al que el destino había obligado a penar eternamente su acción en la negrura de Urallaga. Todavía cada anochecer se pasea Almanegra por la entrada y luego desaparece. Así que como para ir de noche por allí. Aún hay más leyendas, claro, como la de aquella joven llamada Magdalena que la virgen salvó de una muerte segura cuando intentaba arrojarse al precipicio delante de la cueva para quitarse la pena por un amor que no le correspondía. Entonces fueron sus padres quienes levantaron el templo para venerar siempre a la virgen.
Un hilillo de agua sale a menudo desde la cueva, otras veces se trata de un caudaloso torrente. Es el arroyo de Eskatxabeltza, que viene a la luz después de un tortuoso recorrido subterráneo. Allá adentro, los espeleólogos, que siempre se empeñan en buscar los caminos del agua bajo tierra, encontraron un sifón muy estrecho, de apenas 50 centímetros de alto y un metro de ancho, muy turbio, de 10 metros de largo y casi un metro de profundidad; al otro lado la cueva continúa y llega a desarrollar hasta 10 kilómetros de galerías, pero que nadie intente llegar porque tendrá que bucear el sifón.
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