
El lago que desató una guerra por un molino
Iholdi (Baja Navarra) ·
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Iholdi (Baja Navarra) ·
El lago de Iholdi es un espejo de paisajes verdes en la Navarra del País Vasco francés. Bajo la montaña y santuario prehistórico de Hoxa Handia, una hectárea y media de agua remansada con tres metros de profundidad, se rodea de un circuito de praderas y árboles vetustos. Por el oeste, desde el pie de las pequeñas cimas de Unikotegi y Medikao, viene casi escondido el arroyuelo de Apat o Malhadegiko erreka, que luego llaman Errariko erreka y ahí lo sujeta una pequeña presa que lo convierte en lago. Ese es el de Iholdi, apacible y bonito.
Nunca hubo ahí mucho más que una pequeña balsa, pero sí un molino y su molinero. El molinero puso en venta su negocio y en 1966 el Ayuntamiento decidió comprárselo para hacer con su salto una presa y crear así una laguna para atraer a los turistas que solo tenían la torre de Olze como incentivo. Un pleito administrativo concluyó en 1969 con la devolución del molino, pero un año después la prefectura declaró el inmueble y sus instalaciones como zona de utilidad pública, expropiando al molinero todas sus propiedades.
Nadie había protestado hasta entonces pero, viendo que el proyecto del lago parecía consolidarse, los agricultores y numerosos vecinos de Iholdi comenzaron a movilizarse creando, ante la amenaza de expulsión del molinero, una asociación en su apoyo. Lo mejor que se les ocurrió fue crear una de esas piezas de teatro popular donde se pone a caldo a las autoridades y se denuncia el abuso de poder. Por supuesto, en este caso la municipalidad estaba en la diana, también el alcalde, el cura, un funcionario del Estado, el empresario promotor y un hostelero.
Los simples preparativos del espectáculo comenzaron a crear una división social en Iholdi que día a día se iba radicalizando en los dos bandos. El Ayuntamiento quiso impedirla pero el 29 de diciembre de 1974 la obra 'Harria bi pozi' tomaba la calle a pesar de la prohibición emitida por la prefectura «de ejecutar cantos o gritos sediciosos o que puedan perturbar el orden y la tranquilidad pública». Teatro, danza, canciones y versos, acompañados por un acordeón, salían a la plaza representando a los dos bandos en tono caricaturesco.
No se hizo de cualquier modo; con el apoyo de más de 500 personas llegadas de todo Iparralde, los jóvenes cerraron el pueblo con sus tractores y pronto comenzó el primero de los seis actos a mostrar la difícil lucha del molinero contra las autoridades. La obra estuvo desde el comienzo turbada por las sirenas de los bomberos, por los gritos de la gente opositora, corte de la electricidad para acallar los altavoces, chorros de agua a presión contra los actores. La tensión crecía y crecía hasta que aquello pareció pronto una pequeña guerra civil donde en una auténtica batalla campal volaban sillas y puñetazos, pero la gendarmería ni se atrevió a intervenir. «Si me van a expulsar de mis tierras, tengo cinco hijos, pero también cinco escopetas...» llegó a decir el molinero.
El hombre no salió mal parado de aquella disputa. Al contrario, unos meses más tarde estableció un acuerdo con el Ayuntamiento que permitió crear el lago aunque más pequeño de lo proyectado. Así nació este lago bonito que da gusto fotografiar.
Artificial, pero a punto de perderse en una guerra local, el lago de Iholdi deja ahora a los chavales acercarse a sus orillas para aprender a pescar. Al caer la tarde es frecuente verles con sus cañas y, aunque hablan más que pescan, saben que debajo de la lámina que refleja el azul del cielo nadan bastantes truchas, algunas anguilas y también gobios y piscardos.
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