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Donapaleu, Saint-Palais, sostuvo largo tiempo, al pie del camino de Santiago, la capital del Reino de Navarra. Todavía hoy, en el centro de las tres provincias de Iparralde, a orillas del río Biduze, convoca en su entorno una singular reunión de parajes simbólicos: la ... estela de Gibraltar, el templo de Soiartze, la ermita de Haranbeltz y la villa medieval de Izpura (Ostabat).
Gibraltar y su estela marcan una encrucijada peculiar; aquí se encuentran tres caminos peregrinos: los que llegan desde París, Vezelay y Puy siguiendo las vías Turonensis, Lemovicensis y la Podiensis, respectivamente. Nada tiene que ver este Gibraltar con el peñón del sur de la Península Ibérica; en realidad tendríamos que decir Xibaltare, que es la denominación vasca de Saint-Sauveur (Salvador). Los peregrinos llegan y acarician la estela a su paso, un abrazo simbólico para quienes se han echado a este camino en busca de quién sabe qué apaciguamiento para su espíritu.
Muy cerca, el templo de Soiartze parece también invitar a la meditación. A su espalda ondulan el paisaje infinitas olas de praderas bajonavarras, al frente se despliega un Pirineo horizontal, espectáculo de cimas tan desafiantes como inalcanzables pero siempre de extraordinaria belleza. Aún hoy, su pequeño refugio abierto sirve de abrigo a los peregrinos que se pierden o que quizás quedan prendados de la panorámica y deciden pasar aquí una noche en compañía de las estrellas.
Camino abajo queda Haranbeltz, un barrio medieval en el que desde el siglo XI se conserva uno de los tres priorato-hospitales de Baja Navarra. En 1789, en plena Revolución Francesa, el estado se apropió de la capilla y de la hospedería aneja. Solo unos años más tarde, deseando conservar su memoria y la función del templo, las cuatro familias del barrio, los Etxeberri, Etxeto, Sala y Borda, decidieron cuidar la ermita de San Nicolás, con sus enigmáticas pinturas llenas de símbolos jacobeos; compraron entonces la propiedad sabiendo que ese tesoro del falso retablo y maderas pintados en el siglo XVII no dejaría indiferente a nadie.
Lo había advertido el clérigo Aymeric Picaud en la que resultó ser la primera guía del Camino: «en Ostabat, Saint-Jean y Saint Michel, son tan malvados los cobradores del portazgo que merecen la condena más dura, porque armados con dos o tres palos salen al paso de los peregrinos y les arrancan a la fuerza tributos injustos».
Izura está a un salto de Haranbeltz, siempre en el Camino. Se conoce en francés como Ostabat, acodada al pie de la ladera que lo protege bajo el puerto de Iparlatze. Hasta una veintena de albergues tuvo en el siglo XV con refugio para cinco mil peregrinos. Sus calles debieron ser entonces una locura: Ospitalizahar, Priorenia, Portalia, Mandua, Pausotegia, recuerdan aún la estructura de bastida que, aunque guarda algún tramo de la muralla, había arrasado en 1228 el rey navarro Sancho el Fuerte.
Curioso el apunte final para esta encrucijada: Izura es la localidad natal de la madre del político popular Fraga Iribarne, de alma bajo navarra por tanto.
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