Borrar
El río Póveda desciende a través de una grieta abierta en el muro construido para embalsarlo.
Una sima, un salto y la laguna de Taravilla

Una sima, un salto y la laguna de Taravilla

Paseo a la sombra de los pinos por la orilla del Tajo hasta la laguna de Taravilla

iñigo muñoyerro

Jueves, 30 de agosto 2018

El paseo hasta el salto de Póveda y la laguna de Taravilla permite recorrer unos de los tramos más espectaculares del cañón del río Tajo y visitar la laguna de Taravilla, la mayor del Parque Natural. Pero antes habremos descendido 100 metros bajo tierra en la sima de Alcorón. Para emprender esta ruta saldremos de Zaorejas hacia Villanueva del Alcorón. Antes, en el cruce enfilamos por la CM-2101 en dirección Peñalén por una larga recta entre pinares, por lo que es habitual cruzarse con algún corzo. Estamos atentos al kilómetro 4,9 (izquierda), donde una señal nos encamina hacia una corta pista que lleva a un área recreativa. Allí están el destartalado refugio de la Zapatilla y la sima de Alcorón.

Un paraje precioso en medio de un pinar despejado. Y salta la sorpresa. Detrás de la cerca de madera que rodea un cúmulo de rocas se abre un agujero en el suelo. Unos escalones se pierden en su interior. Cruzamos el umbral y bajamos. Tras ajustar los ojos a la oscuridad vemos una primera sala de nada menos que 22 metros de diámetro y 15 de altura. La temperatura cae varios grados y la humedad se hace sentir. El haz de luz que viene de la superficie ilumina mientras el silencio es roto por las goteras. Siguen 211 escalones de piedra protegidas por una barandilla que descienden por la colada hasta el fondo de la sima. Hemos bajado 88 metros. Abajo, un gran pilón recoge el agua que se escurre por la pared. Para apreciar las dimensiones de la cavidad se recomienda entrar con linterna.

Rutas por el Alto Tajo

  • Descipción de la ruta 4 horas. 12 kilómetros.

El sol nos deslumbra cuando emergemos a la superficie. Lo hacemos con la sensación de haber viajado al fondo de un santuario natural bajo la tierra del Tajo. Vuelta al coche y a la carretera, que cruza la paramera vasta y llana entre bien cuidados pinares. A la derecha queda Peñalén, pueblo ganado a los moros por Alfonso VIII. Cuenta con una iglesia románica reconstruida. Y sólo 80 residentes, que ahora en verano serán más. Avanzando por la altiplanicie cubierta de pinos hasta donde alcanza la vista nos acercamos al límite con Cuenca. Nos invade de nuevo la sensación de abandono. Ni una persona en el terreno, nada más que barbechos y soledad.

Desde lo alto del Portillo de La Machorra la carretera baja hasta el fondo de los cañones. Atruena un barreno en la mina de caolín de Póveda, una de las mayores de Europa, cuando llegamos al aparcamiento del puente del Martinete, donde encontraremos una caseta de información y el aparcamiento en el inicio de unos de los recorridos más espectaculares del Alto Tajo.

La laguna de Taravilla está rodeada de bosques.

La pista es ancha y permite el paso de vehículos. Lo recorremos a pie a través de un hermoso pinar cerrado de boj. La fuente del campamento del Berro nos aprovisiona de agua. Caminamos entre esbeltos pinos silvestres que se aferran a la piedra. Gamones, boj y gayuba forman el sotobosque. Nos observan los picatroncos y las ardillas. A mitad del recorrido un desvío señalizado bajo al río que corre en cascadas y rápidos y se remansa bajo los sauces y los alisos. Descienden lanchas y kayak mientras el sol pega de plano.

Al final, un baño

Una hora después llegamos al aparcamiento del Salto. Hay una buena fuente. Las señales nos guían hacia la cascada artificial. Es una espectacular caída de agua de 20 metros de altura que se formó el siglo pasado a consecuencia del derrumbamiento de una presa que nunca llegó a terminarse. Tampoco la central hidroeléctrica. Un invierno, el río Tajo destrozó una parte del muro de la presa y creó una cascada que parece natural.

Las casas de los obreros han sido transformadas en la Casa Rural Sieteleguas, con bar y restaurante. Desde el alojamiento un sendero del GR nos guía hacia la laguna de Taravilla. Es estrecho. Serpentea entre robles y bojes descomunales hasta volver al curso del Tajo, que se remansa. Un puente colgante que vibra y se balancea permite cruzar el cauce. La laguna natural de Taravilla está 15 minutos más arriba. Una barrera de toba represa un arroyo, aunque la mayor parte de su caudal proviene de agua subterránea. Tiene 11 metros de profundidad y es navegable. De vuelta al puente del Martinete podemos darnos un chapuzón.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo Una sima, un salto y la laguna de Taravilla