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iratxe lópez
Jueves, 11 de abril 2019
El cine ayuda a crear sueños. A base de continuidad y repetición de imágenes, nos incita a generar deseos que jamás habrían nacido sin su presión inconsciente. Por eso personas que odian el juego ansían visitar Las Vegas o gente que huye de las ciudades permanece semanas enteras en Nueva York. Con la Ruta 66 sucede algo similar y pasas horas encerrado en el coche frente a una carretera casi completamente lineal. Lo que tiene la invasión de películas americanas es que a veces olvidamos el legado propio. Anhelamos con antojo de niño invadir el horizonte sobre el asfalto de la 'Mother Road' sin saber que en la siguiente curva hay otra vía por la que perderse. Con mucho más pedigrí pues siglos de historia han multiplicado pasos sobre ella. Casi infinita a nuestros ojos. Esteparia. Seca y húmeda a la vez. Preñada de rincones en los que detener la marcha para mirar y admirarse. Para descubrir la esencia de este país, la que muestra la Ruta de la Plata.
Acelera desde Gijón y echa el freno en Sevilla. Dibuja a base de tubo de escape un tajo blanquecino que parte la península en dos. Muchos añaden a este trazo de carburante un desvío adicional hacia Santiago de Compostela, conexión nacida a la altura de Astorga desde la Baja Edad Media, cuando la vía se convirtió en una senda de peregrinación conocida como el 'Camino Mozárabe' que utilizaban los cristianos residentes en Al-Andalus para acceder a la tumba del apóstol.
Redondeando los números, salva un total de 800 kilómetros sobre la N-630, excepto tramos cortos inevitables por la autovía A-66. Siete provincias acarician las ruedas del vehículo: Asturias, León, Zamora, Salamanca, Cáceres, Badajoz y Sevilla. Cuatro comunidades: Asturias, Castilla y León, Extremadura y Andalucía. Los elementos que hallarás por el camino completan el cuadro: campos de labranza, llanuras interminables, escarpados puertos de montaña, ciudades monumentales, pueblos ancianos…
Un halo de recogimiento estremece a quien se anima a emprender el recorrido si es consciente de que, durante siglos, lo hicieron muchos otros. Los tartesios, en el VII a. C., ya utilizaban este antiguo corredor natural que articulaba el occidente de la península para comerciar con el norte de la meseta. Los romanos, necesitados de trasladar a sus tropas, también lo siguieron en su conquista del norte.
Fue en la época del emperador Augusto y de sus sucesores Trajano y Adriano, ambos nacidos en Hispania, cuando el antiguo camino queda configurado como calzada romana. Unía Emerita Augusta, la actual Mérida, con Asturica Augusta, Astorga ahora. Enlazaba después por la 'XXIII, Iter ab Ostio Fluminis Anae Emeritam Usque' hasta Sevilla, y a través de la Vía Carisa hasta Gijón, hermanando fronteras de este amplio territorio.
Sobre sus cantos y pedruscos quemaron sandalia los soldados. Aceleraba también el movimiento de mercancías, comerciantes y viajeros subidos a caballos o carruajes. Algunos descansaban del ajetreo en sencillos 'mutationes', donde cambiaban de equino y aprovechaban para avituallarse. Los más poderosos, premiados por la suerte que atrae el dinero, tumbaban sus huesos en mansiones con servicios más amplios. La ruta ayudó a difundir la cultura y forma de vida romanas, a ampliar el aprendizaje del latín y a favorecer de paso el control del territorio administrado por parte del imperio. Durante la Edad Media llegarían cristianos y musulmanes', y estos últimos la denominaron camino empedrado (balat en árabe). De esa palabra surge, por error, su actual nombre de 'Ruta de la Plata'.
Más tarde aparecieron las modernidades que todo lo alteran. El trazado original se alargó en el siglo XX con la construcción de las carreteras N-630 y A-66. En varios tramos de esa N-630 el conductor podrá observar, paralela al asfalto, la antigua calzada romana. A la hora de detenerse, las posibilidades de acabar empachado de arte se multiplican como los kilómetros. La lista de acciones por emprender pisa a fondo. Localidades Patrimonio de la Humanidad como Salamanca, Mérida y Cáceres. Yacimientos arqueológicos, anfiteatros, termas, circos, fortalezas, iglesias... Y un amplia muestrario natural que embellece la imagen al otro lado de la ventanilla.
Para planear el viaje lo mejor es acudir a la página web de la ruta, (www.rutadelaplata.com) que designa sobre el mapa los puntos importantes de la ruta, con sus bondades. Se puede completar caminando, en bicicleta, moto o coche, dependiendo de la voluntad de cada uno y su manera de conquistar los espacios. En caso de decidirse por hacerla a pie o en bici, habrá que utilizar sendas alternativas.
En coche tardarás mínimo 72 horas, aunque hacerlo corriendo es perder tiempo. Aquí las horas se miden con disfrute: cuantos más minutos gastes, más posibilidades de felicidad a tu alcance. Una media de cien kilómetros diarios da opción a detenerse donde a uno más le apetezca. Pero… ¡atención señor conductor! Los entendidos aseguran que, si te reconoces incluido en la legión de amantes de la historia, cada 50 kilómetros querrás aparcar ante una sorpresa. Es la mejor manera de sacar partido a esta 'road trip' española repleto de energía que poco tiene que envidiar a la Ruta 66, a pesar de ser mucho más anciana.
La relación de puntos de interés de la Vía de la Plata es casi infinita, pero merece la pena destacar algunos hitos, algunos famosos, otros prácticamente desconocidos, para disponer de una buena bitácora. Empezando desde el norte nos detendremos en Morcín, aldea asturiana para comprar uno de los mejores quesos del país, el Afuega'l Pitu. Un poco más al sur pararemos en Lena para visitar el templo de Santa Cristina, joya del prerrománico asturiano y Patrimonio de la Humanidad próxima a los Espacios Protegidos de Las Ubinas y El Aramo. Llegados a Zamora cabe destacar la aldea de aire medieval de Granja de Moreruela. Para Salamanca, sin embargo, no hacen falta palabras, por ser una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y sede de la Universidad más antigua de España. En la misma provincia saciaremos el hambre en Guijuelo, sinónimo de jamón, como Cáceres representa como pocas urbes el Siglo de Oro español, el de las conquistas, los palacios y los templos, concentrados en un espacio limitado. A las afueras, en Los Barruecos, maravillan las estructuras naturales esculpidas por viento y agua. Muchas escenas de la gran batalla en la séptima temporada de 'Juego de Tronos' se grabaron aquí. Y de la televisión al teatro de Mérida, una lección de historia y de arquitectura romana y Patrimonio de la Humanidad. Cerca del final de la ruta nos desviaremos hasta la barroca y colorida Jerez de los Caballeros antes de desembocar en Sevilla, de la que poco hay que decir. Basta con citar algunas de sus joyas: el Real Alcázar o a la plaza de España, la catedral o el barrio de Santa Cruz.
La ventaja que tiene discurrir por un espacio tan amplio es que alcanzas norte y sur, frío y calor, playa y montaña, bajo un cielo extenso por el que los pájaros transitan por sus propias autopistas. Por eso los aficionados a la ornitología suman una ventaja más a la Ruta de la Plata. Gracias a ella podrán deleitarse en la observación de aves esteparias y marinas. De acuáticas, palustres, forestales o urbanas. Más de 300 especies presentes en la península ibérica: águilas imperiales, cernícalos primilla, cigüeñas negras, avutardas, canasteras, urogallos, rabilargos, treparriscos y paíños europeos. También abejarucos, abubillas, carracas, alcaudones, fringílidos, escribanos y gorriones. Vecinos de parques nacionales como Doñana y Monfragüe, entre otros. Para seguirlas con sus prismáticos hay una guía, disponible en la web de la vía. Ofrece ocho rutas de diversos ecosistemas propios de la vertiente occidental de la Península Ibérica, en marchas de una a dos jornadas que pueden hacerse a pie o en coche.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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