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Vista exterior del castillo, con la cúpula ovoide de la nevera en primer plano.
El palacio de Olite, cuna de reyes y zoo de camellos, lobos y leones

El palacio de Olite, cuna de reyes y zoo de camellos, lobos y leones

El edificio, uno de los más hermosos de Europa, alojó a monarcas antes de ser destruido para que no cayera en manos de las tropas de Napoleón. Su reconstrucción permite observar su antiguo esplendor

Viernes, 9 de septiembre 2022, 20:33

Donde hay un castillo hubo, al menos, nobles o aristócratas. En el navarro de Olite, situado junto al río Cidacos, vivieron también reyes y reinas. Cuna de monarcas, no era entonces como lo vemos ahora, pero era. Y es. Se alza majestuoso, imponiendo sus formas bellas y contundentes al paisaje. La visita al también llamado Palacio Real resulta obligada. Por tu cuenta o con guía. La construcción de carácter cortesano y militar se levantó entre los siglos XIII y XIV. Obra máxima de Carlos III El Noble, quiso este, junto a su esposa Leonor de Trastámara, un edificio con tantas habitaciones como días del año. Suntuoso y creativo, se alzó como uno de los mejores de Europa.

Del lujo del recinto dan fe las palabras de un viajero alemán del siglo XV: «Estoy seguro de que no hay rey que tenga palacio ni castillo más hermoso… no se podría decir, ni aún se podría siquiera imaginar, cuán magnífico es». El paseo por el edificio convence, llueven fotos y sorprende el clamor de las campanas desde las iglesias. La sucesión de torres parece no acabar nunca. Estancias, jardines, patios y galerías se dan la mano irregularmente.

Leonor mandó construir junto a la iglesia de Santa María la capilla de San Jorge en 1399. Su marido añadió el núcleo central con la cámara del rey y la reina, el mirador del rey, la galería de yeserías mudéjares –del que quedan restos–, la torre del Homenaje, la del Aljibe, la Ochavada, la de la Joyosa Guarda, la de las Tres Coronas, la de los Cuatro Vientos, el cuco jardín de la reina, el patio de los Toronjales, la Pajarera…

A manos de Castilla

Por allí correteaban ardillas y perros de caza, nadaban cisnes y volaban halcones, pero hubo también camellos, gamos, avestruces, un lobo e incluso leones. Eran años prósperos de paz acostumbrados a convites y torneos, a música y juglares, a corridas de toros y bufones. Doña Blanca, hija de los reyes, y el Príncipe de Viana habitaron después el lugar. De hecho, él se casó allí con Agnes de Clèves. Pero el asunto acabaría torciéndose tras la muerte de su madre, Blanca.

El palacio a manos de Castilla y su esplendor se sumió en el olvido. Tras la conquista de Navarra en 1512 a manos de Fernando el Católico sería residencia de virreyes. Aun así, importantes figuras siguieron visitándolo: Carlos V en 1542, Felipe II en 1592, Felipe IV en 1646, Felipe V en 1719… Alfonso XII y su hijo Alfonso XIII solo conocerían ya las ruinas. El desastre se coció a fuego en 1813, durante la Guerra de la Independencia, cuando el general Francisco Espoz y Mina ordenó quemarlo para evitar que los franceses se hicieran fuertes tras sus muros. «Para el soñador, para el poeta, suponen poco los estragos del tiempo; lo que está caído se levanta, lo que no ve lo adivina, lo que ha muerto lo saca del sepulcro y le manda que ande, como Cristo a Lázaro», escribiría Bécquer en 1866.

Retablo de Santa María.

La remodelación diseñada por los arquitectos José y Javier Yárnoz Larrosa en la segunda década del siglo pasado devolvió el prestigio a este palacio declarado Monumento Nacional, título que comparte con la iglesia de Santa María (XIII), en la que destaca su fachada gótica y el retablo renacentista. Por ella pasaron los monarcas navarros de la Casa Évreux. De la misma época es el Palacio de los Teobaldos o Palacio Viejo, actual Parador de Turismo.

Fíjate en su fachada principal, en la torre de las Cigüeñas, antigua atalaya de aspecto árabe. Acércate también a la iglesia de San Pedro y admira torre de aguja gótica. Y no abandones Olite sin haber tomado algo en la siempre abarrotada Plaza Carlos III El Noble. Nunca falta ambiente.

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