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El despoblado se alza sobre una ladera desde la que se observa el valle.
La aldea navarra abandonada del piloto inglés y el ermitaño alemán

La aldea navarra abandonada del piloto inglés y el ermitaño alemán

Paseo guiado por la comarca de Sangüesa, enclave conflictivo desde la Edad Media, tumba de un aviador y último refugio de un eremita alemán

Jueves, 22 de diciembre 2022

Espectacular y cómodo, así describen este recorrido circular quienes te acompañarán a hacerlo. La ruta por la Sierra de Peña sale desde el caserío de Torre de Peña, a cuatro kilómetros de Sangüesa, y discurre principalmente por un precioso encinar-robledal, desde cuyo cordal se disfrutan excelentes panorámicas de esta comarca navarra. «Gracias a la Cañada Real descubriremos, entre otros lugares, el despoblado de Peña, uno de los más bellos e inquietantes de Navarra, así como la historia de sus habitantes, el curioso cementerio y un antiguo monasterio», aclara los cicerones, Sonia y Alberto.

Abandonas la NA 5340 en el pueblo de Gabarderal y tiras a la izquierda, obedeciendo una señal que marca 'Conjunto de Peña'. Tras kilómetro y medio dejas el coche en una explanada antes de la Finca de Torre. Cruzarás el señorío de Peña. A la izquierda queda una capilla con 42 estelas procedentes del abandonado pueblo de Peña. Acabarás enlazando con la Cañada Real de los Roncaleses, que une el norte de Navarra con los pastos de las Bardenas.

Viene un tramo ascendente, aunque cómodo y tranquilo. «Obtendremos una primera vista del despoblado. Poco antes de llegar hay un desvío a nuestra derecha que lleva hasta una preciosa fuente medieval y el cementerio donde se halla la tumba del aviador inglés Donald Walker», narran. Parece que, en 1943, el avión de reconocimiento que manejaban este capitán y su copiloto, A. M. Crow, fue alcanzado por las baterías nazis del suroeste francés, y se estrellaron. Crow se salvó tras saltar en paracaídas, pero Walker no tuvo tanta suerte y fue enterrado en ese camposanto.

Los senderistas se adentran en el bosque.

Accedes a tu destino bajo el espectacular pórtico lateral de la iglesia dedicada a San Martín de Tours, una de las dos entradas que había en el pueblo amurallado hasta el siglo XV. Peña nació como puesto de vigilancia y defensa contra las tropas musulmanas en el siglo XI, por orden del rey Sancho el Mayor. La fortaleza tuvo más tarde la función de control fronterizo y atalaya frente al reino de Aragón y fue origen de numerosas disputas bélicas entre los reinos de Navarra y Aragón.

Al menos doce viviendas dieron forma al municipio, donde cultivo de cereal y pastoreo eran las labores esenciales. «Su queso de cabra tenía mucha fama, se vendía en los mercados de Sangüesa y Caseda. A los habitantes los conocían como 'los peñuscos'. Los últimos fueron el cartero y su mujer, que se marcharon a Sangüesa en 1952». En realidad, el último vecino fue el padre Arnaldo de Liedekerke, que vivió allí, de 1961 a 1964. Era un ermitaño que se alimentaba solo de pan, huevos, trigo y leche que le proporcionaban los empleados de la finca, que dejaban las viandas a 500 metros del despoblado para no molestarle. «Habían acordado que si alguna vez necesitaba ayuda, colgaría una sábana en la ventana», explican los guías.

A la hora de regresar se plantean dos opciones: retroceder sobre lo caminado hasta la pista por la que llegaste y, superada la cadena que cierra el paso a vehículos, tomar la pista hacia la derecha, o descender por el antiguo camino de Peña. Hay que cruzar el pueblo y, por un estrecho paso pegado a la base del antiguo castillo, caminar a través del bosque disfrutando de preciosas vistas. Habrás cubierto 12 kilómetros, unas cinco horas de paseo.

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