Las rapaces vuelan libres en Calahorra

Enclavado en la localidad riojana de Calahorra, este espacio nació gracias al empeño e ilusión de estos dos biólogos que pretenden transmitir su amor y admiración por los animales al público. «Montarlo formaba parte de un sueño de infancia. Crecí rodeado de animales porque mi padre y mi tío tenían un zoo. Solía venir a visitarnos Félix Rodríguez de la Fuente, era increíble escucharles hablar. Cuando me iba a la cama no dormía como el resto de niños con un peluche, mi padre me traía oseznos y cachorros de león», cuenta.

Las familias que se acerquen hasta Tierra Rapaz no verán a estos mamíferos, pero sí conocerán diversas especies de aves. Las observarán en su nuevo hogar y a pleno vuelo. «El parque cuenta con dos de las mejores exhibiciones de aves del mundo, gozan de gran prestigio internacional. Una de ellas, la nocturna, es única en el planeta», asegura Lezana. El contacto directo con los huéspedes de esta especial reserva, que protege la fauna y divulga el respeto por el medio ambiente entre las nuevas generaciones, está asegurado. «La gente no puede perderse la experiencia, es la forma más alucinante de establecer un vínculo con los animales y la naturaleza, de vivir emociones únicas», anima.

En el espacio denominado 'El lago del tiempo', el recién llegado contemplará el vuelo de las rapaces diurnas: águilas, pigargos, caracaras, halcones, buitres, alimoches, milanos... La cercanía hechiza. Aprenderá sus características en un espacio de 5.000 metros cuadrados. «Cada año miles de rapaces son víctimas de accidentes o persecución por parte de los humanos. Algunas pueden devolverse a su entorno, pero otras son irrecuperables para la vida natural. Creamos la Torre del Águila, una estructura de gran complejidad técnica, para que estas últimas pudieran volver a sentir la sensación de volar. Lo prioritario es proteger el bienestar de los animales», explica Ríos.

En 'La gruta de los búhos' tiene lugar la exhibición de aves rapaces nocturnas con más de quince especies de búhos que convierten esta cueva misteriosa en un lugar mágico donde admirar su mundo oculto. Búhos, cárabos, lechuzas y mochuelos de todos los continentes aguardan sobre árboles pétreos. «Convertir una antigua vaquería en nuestro parque supuso un reto importante. Esta ruta fue la más complicada. Echamos más de mil sacos de hormigón modelable que transformamos en troncos y ramas, tocó trabajar muchas noches», asegura la bióloga. Por suerte, tanto esfuerzo ha merecido la pena.