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El mar embravecida golpea con fuerza el litoral y cada ola inunda de olor a salitre los caminos que transcurren sobre los acantilados de Ulia (234 m), el monte más alto de San Sebastián siguiendo 'talai bidea' (el sendero de la atalaya) que nos ... lleva por un precioso entorno que desemboca en Pasaia. Se trata de un trayecto fácil de realizar en familia y bien indicado, de unos 13 kilómetros de longitud y unas tres horas de duración.
Partimos de la playa de la Zurriola hasta la gasolinera de Gros, cerca de la que se encuentran un panel informativo y unas escaleras. Las marcas rojas, blancas y verdes nos indican el comienzo de Talai Bidea. Siguiendo las escaleras que se alargan por una pronunciada cuesta por San Blas nos adentramos poco a poco en un entorno natural que nada tiene que ver con el paisaje que ofrecen las calles de la ciudad.
Los postes nos conducen a Ulia (234 m), un monte formado por tres elevaciones: Ulia (234 m), Redondo (201 m) y, separado por el collado Mendiola (133 m), el Fuerte del Almirante (209 m). Ulia ha sido uno de los espacios recreativos para los donostiarras durante generaciones. A principios del siglo pasado, los aristócratas que vivían o se acercaban a veranear a la Bella Easo solían visitarlo y se construyeron varias atracciones en su cima. Se inauguró en 1902 y un tranvía eléctrico permitía a los turistas acceder a la zona alta de Ulia desde el barrio de Ategorrieta, recorriendo unos 3 kilómetros de trazado.
Después llegó un transbordador-funicular, allá por el año 1907, pero su uso fue efímero. Además, en la cima se construyó un campo de tiro al pichón y el merendero de Basollua, que pasó a ser una zona destinada al tiro al plato. En la actualidad, en la zona alta se puede disfrutar de un parque infantil entre las hayas existentes cerca del centro de interpretación Ulia. Llegados al merendero, la escalinata de madera permite subir a la Peña del Rey, el punto culminante de la montaña, que dispone de un mirador remodelado. Muy cerca se ubican los restos de una construcción denominada el molino de Ulia, si bien nunca se ha utilizado como tal, sino que se trataba en realidad de un pequeño merendero.
De vuelta a Talai Bidea, un paseo tranquilo, sin demasiada dificultad, nos lleva al faro de la Plata. Solo escuchamos el sonido del mar y descubrimos entre la maleza los restos de acueductos y canales mientras disfrutamos de la belleza de los colores anaranjados de las rocas que pueblan el litoral, esculpidas por el agua. Se trata del impresionante valle de los Colores o Labetxu: grutas, oquedades, con macro y micro formas que dibujan un paisaje espectacular de alto interés geológico; colores blancos, amarillos, anaranjados... con aspecto de pilares, concavidades o panales de abejas.
El punto de destino está cerca y llegaremos al barrio pasaitarra de San Pedro en las proximidades del astillero de Albaola, que siempre merece una visita para conocer técnicas ancestrales de construcción de buques como las que se emplean para la réplica del San Juan, el ballenero hundido en Terranova (Canadá) en el siglo XVI. Las bien pobladas barras de pintxos del barrio o de la vecina San Juan constituyen un remate perfecto de la jornada.
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