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Afrontamos una excursión para caminar un rato y, además, conocer parte del Patrimonio industrial de Euskadi. Protagonista, el Cargadero de Mollarri, levantado en 1906 por la Compañía Minera Asturiana. Algunos lo conocen también como cargadero de minerales Malla Harria, lo importante es que se encuentra en las laderas de Talaimendi y ofrece una ruta familiar por la costa en la que hacer deporte y aprender. Nació con el objetivo logístico de embarcar el hierro de las minas de Asteasu. Por mar partía hacia el resto de Europa. Durante unos 11 kilómetros, el material se desplazaba en vagonetas a través de un tendido de cable aéreo que soportaban 112 postes. El puerto cerró en 1923, pero está reconstruido en parte.
Cuándo Todo el año
Información www.turismozarautz.eus
La senda dura hora y media si vas con críos y sin prisa. Son 5 kilómetros, ida y vuelta. Al pasar contemplarás el tramo de costa entre Getaria y Orio, playa y acantilados. Cuenta con paneles informativos que ayudan a comprender su funcionamiento, el peso que tuvo para el territorio. Arranca en uno de los extremos de la playa de Zarautz, junto al Palacio de Narros. Continúa por el paseo marítimo hasta el Biotopo de Iñurritza, al otro extremo del arenal. Así disfrutas de la brisa marina y del veranillo que empieza. Un total de 400 escaleras separan la zona urbana y el destino. Harás pierna, pero las vistas recompensan el esfuerzo.
Tras el ascenso, el caminante se encontrará en las laderas de Talaimendi. Sigue la senda hasta un desvío a la izquierda, conduce a los acantilados, hacia Mollarri. Llega la bajada que finaliza ya en el cargadero. Disfruta la fusión entre naturaleza y obra humana. A la hora de regresar, puedes desandar tus pasos o seguir hasta el Gran Camping para descender por carretera hasta la rotonda, al principio del pueblo. Por si eres de los que prefiere estrenar paisaje en vez de repetir el conocido.
Las ruinas recuperadas se extienden por el islote de Mollarri, que también sirvió de refugio a pescadores de ballenas quienes, e invierno, durante la temporada de caza, protegían sus chalupas al socaire de la isla, y contaban con un atalayero en el borde del acantilado.
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