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Reúne a la familia porque te vas de paseo con los críos por una ruta sencilla de solo dos kilómetros que incitará su imaginación. Caminar hacia una península con forma de ratón es para ellos como adivinar formas en las nubes. Los niños responden a ... los juegos, incluso los menos andarines querrán subirse a lomos de un roedor si le pintas la aventura con los tonos adecuados. Hablemos de un poco de historia antes, ya que la excursión debe enganchar también a los adultos. El nombre real del montículo es monte San Antón y se eleva 113 metros sobre el mar. Ahora permanece unido al pueblo, pero antes de que se levantara el malecón en el siglo XV era una isla. Atalaya natural, favorecía el cobijo frente a las inclemencias del caprichoso tiempo costero.
Hubo un tiempo en el que las lonjas de pescadores se asentaron allí, al menos hasta la llegada de los muelles a principios del pasado siglo. Compartían el espacio con las desaparecidas ermitas de San Gregorio y la de San Pedro Ugarte. Las guerras completaron su trabajo destructivo, por eso el lugar acabó fortificado. Más tarde la naturaleza se tomó la revancha invadiendo los restos bélicos.
La ruta arranca en la carretera al final del puerto. Sigue las señales blancas y azules de la senda circular local. Superarás varias curvas para llegar al faro, a media altura, junto a los acantilados. Construido sobre los restos de la ermita de San Antón, sus 21 metros de alto hacen sombra. Al lado, como una hija bajo la protección materna, aguarda la casa del farero. Tras fijarte en el edificio que salva a los marineros del canto de sirenas, puedes seguir por las escaleras o escoger la carretera –mejor esto último, pero tú decides–.
Llegaréis a la plaza donde espera la antigua apisonadora de 1931. Gira a la derecha, continúa la ascensión hasta la cima y deléitate con el paisaje. Encontrarás el edificio de Katxapo y el vértice geodésico. Piensa en las voces de alerta que desde allí sonaron, en los naufragios acaecidos en estas aguas. En los piratas que pretendían apropiarse de lo que no era suyo. Habla sobre ellos a tu prole, sobre las ballenas cazadas por los balleneros, aquel peligroso trabajo gracias al que tantos y tantas lograron poner un plato en la mesa.
Elige otro camino para descender. Quedan aún por observar lugares como el Parque Aldamar y varias baterías. Ve despacio, tienes tiempo de sobra, no se trata de sudar la camiseta sino de pasear relajadamente junto a los tuyos. Mientras vuelcas tu mirada hacia el Cantábrico o hacia el casco antiguo de la localidad guipuzcoana. Recuerda que antaño, desde ese mismo espacio, vigilaban el estallido de tormentas, la salida y entrada de barcos. Si tienes suerte y el día sale despejado podrás admirar San Juan de Gaztelugatxe e incluso Iparralde.
Terminado el trayecto, puedes seguir la aventura por el bonito municipio, acercarte hasta el monumento a Elcano y explicar a los niños la historia de este navegante que completó la primera circunnavegación ininterrumpida al mundo como parte de la expedición de Magallanes, tras cuyo fallecimiento quedó al mando. Enséñales el Museo Balenciaga y narra la genialidad del modisto. Acércate a la iglesia de San Salvador para que vayan acostumbrándose a apreciar la arquitectura y el arte. Y da una vuelta por el puerto pesquero con la idea de admirar los barcos y tomar algún pintxo o un buen plato de pescado…
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