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elena sierra
Jueves, 11 de julio 2019, 08:59
Desplegar el mapa de Carnac, en la Bretaña francesa, es... ver la situación exacta de una plantación de menhires. ¿Una? Más bien tres o cuatro. Antes de llegar a este pueblo que ha sido escenario de más de un telefilm galo, ya van apareciendo en los sembrados esas enormes piedras verticales, la mayoría de ellas sin tallar, que componen el monumento prehistórico más extenso del mundo. Hay miles. Están diseminados por todas partes, pero en tres puntos en concreto de este extraño mapa se reúnen por muchos cientos. Ocurre así en los alineamientos de Ménec (solo un menhir falta para poder contar 1.100), Kermario (1.029, incluido el Gigante de Manio, de seis metros de altura) y Kerlescan (digamos que 'solamente' son 555).
Dónde La localidad se encuentra a 140 kilómetros al oeste de Nantes y a 700 de Irun.
Webs www.vacaciones-bretana.com y www.menhirs-carnac.fr/es (ambas en castellano).
Están perfectamente ordenados, en línea, de ahí la manera en que se refieren a ellos; algunas de las agrupaciones pueden estar hechas con dos o tres filas, pueden situarse como si formaran anfiteatros o incluso algún cuadrilátero. Pero además, por aquí y por allá, van recortándose los perfiles de otros muchos, restos solitarios seguramente de antiquísimos alineamientos que acabaron siendo parte de muros y construcciones por todo el sur de la Bretaña.
No son solo menhires, aunque estos son los más famosos y además están más a mano, ya que la carretera que va desde los de Ménec hasta el último punto de Kerlescan, un dolmen, pasa justo a su lado. Hay además dólmenes y túmulos diseminados y escondidos por toda la campiña;y fuentes y ermitas y hasta faros, que esta zona es marinera en la Bahía de Quiberon.
Los tres alineamientos más grandes, más numerosos, están vallados, pero durante gran parte del año la entrada a estos jardines decorados –aun no se sabe muy bien por qué– durante el Neolítico es libre. Como la flora que crece entre estas moles de piedra está protegida, cuando llega la temporada alta la puerta de la verja se cierra y el horario se restringe. Los senderos se internan por las campas y bosquecillos para ir a encontrar otras piedras. Podría estar uno andando días y aun así, casi seguro, no daría con todas.
Hay algún menhir solitario, únicos sobrevivientes de sus grupos originales; hay cuatro dólmenes juntos en Keriaval y hay también dúos de dolmen y túmulo en algunos puntos. Los túmulos están apartados de la carretera principal, llegan hasta ellos caminitos de tierra. Para ver el de Kercado, hay que pasar por una vieja construcción y un nuevo restaurante de cocina india. Suena raro, pero el contraste tiene su gracia. Y si entra el hambre, después de haberle dado vueltas al túmulo, subido y bajado, entrado y salido de esta caverna artificial, se puede comer bien a buen precio.
El túmulo del centro de Carnac, el de St-Michel, hay que imaginárselo. La verdad es que no cuesta nada hacerlo porque sobre él se levanta la iglesia del mismo nombre y hay un mirador sobre el pueblo, el entorno y el oceáno Atlántico. En Puebla, México, hay un templo sobre una pirámide cubierta de tierra que hoy parece una simple (enorme) colina; algo así es St-Michel, pero más pequeñita, a escala de pueblito pesquero y playero. Al pie de la montañita se abre la entrada, cubierta con reja.
Carnac no es muy grande, tiene poco más de 4.000 habitantes, pero tiene de todo: desde todas esas piedras neolíticas hasta un Museo de la Prehistoria, en pleno centro, para entender mejor todo ese patrimonio. En julio y agosto abre de 10.00 a 18.30 horas y la entrada cuesta 7 euros para mayores de 18 años y 3 para menores (los niños de menos de seis años no pagan). Después de empaparse de Prehistoria, se puede optar por un chapuzón en la Grande Plage o por ver las viejas salinas o por acercarse a Anse du Pô, recodo ostrero.
Se suele decir que comer en Francia es caro. Depende de qué y dónde. El menú de mediodía de muchos locales de esta zona es un puchero de mejillones con un buen plato de patatas fritas y una crèpe sencilla de mantequilla y azúcar, que contradice el tópico. En la Crêperie de La Pompe, en la Place de la Chapelle 1 (en el mismo centro del pueblo), sale por 12,50 euros si se bebe agua del grifo. No es mala idea la de beber sidra, bebida tradicional de la Bretaña, que se sirve en cuenquitos de colores.
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