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Iglesia de San Pablo. Rodrigo jiménez
Guía de viaje

Valladolid, la ciudad que merece un alto en el camino

Dos museos de excepción rematan la visita a la capital castellana, llena de plazas y rincones que llaman a pasear y, de paso, degustar su gastronomía

Viernes, 18 de junio 2021, 00:51

Llegan las vacaciones y los destinos favoritos suelen ser las zonas costeras. Pero siempre podemos aprovechar un alto en el camino para descansar y descubrir cómo cambian algunas ciudades. En esta ocasión, nos detenemos en Valladolid.

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Hay al menos dos museos que sí o sí ... hay que visitar si se llega a Valladolid: el Museo Nacional de Escultura y el Patio Herreriano, de Arte Contemporáneo. En este último hay esta temporada más razones que entrar en un templo repleto de obras de Miró, Dalí, Tàpies, Chillida, Luis Gordillo y Manolo Valdés. Y es que en algunas de sus salas se expone, hasta el día 19 de septiembre, una parte del fondo fotográfico de Piedad Isla, la mujer que a mediados del siglo pasado se encargó de retratar a los habitantes de la localidad de la montaña palentina Cervera de Pisuerga y de dejar así para el futuro un modo de vida que ya ni existe. Viudas completamente vestidas de negro, mineros para los que poco cambió la historia que fueran pasando los años, niños con cara de pillos –el cigarrito en la mano, las zapatillas sucias–, el chamarilero cargado hasta la cocorota, la expectación ante un coche sin caballos en una calle sin asfaltar... Ante el objetivo de Isla, que era la encargada de hacer las fotos para los documentos de identidad y terminó abriendo el foco a todo lo que conformaba el pueblo, va creciendo una España rural que ya es solo recuerdo.

Valladolid

En el Museo Nacional de Escultura poco hay que añadir a la que es una colección apabullante de retablos, figuras individuales y techos artesonados (el fondo son 3.000 piezas, lo que la convierte en una de las mejores colecciones de Europa), un buen repaso a cómo fueron cambiando las maneras de representar el cuerpo y el gesto a lo largo de los siglos. Por si a alguien le pudiera parecer que el contenido no es suficiente, que vaya a verlo por el continente: el Colegio de San Gregorio, el Palacio del Conde de Gondomar o 'la casa del Sol' y el Palacio de Villena, edificios de mucho lustre, portadas y patios como ya no se hacen, detallitos labrados por aquí y por allá.

Los patios y las portadas, y los retablos firmados por grandes nombres (Juan de Juni, Alonso Berruguete, Felipe Bigarny, esos que se estudiaban en el insituto), están diseminados por distintas partes de la ciudad, una ciudad que se recorre alegremente de soportal en soportal, de plaza en jardín, entre piedra y agua –hay que ir a bañarse, a estas alturas del año, a la playa del Pisuerga– y parando a recobrar fuerzas en alguna de las muchas terrazas en las que nunca faltan las croquetas.

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Plaza del Viejo Coso. Leticia García

Junto al Museo de Escultura está la increíble iglesia de San Pablo, donde fue bautizado Felipe II; increíble porque la fachada no podría tener más figuritas, más adornos, más historietas esculpidas. La piedra es tan blanca que a mediodía parece que refulge. A diez minutos, como mucho, está la catedral inacabada de La Asunción, que no se terminó nunca pero que ni falta que le hace.

Se puede subir a las alturas en el ascensor de la única torre y, por los alrededores, visitar la iglesia de la Antigua (blanquísima, también) y la Facultad de Derecho, que no echa en falta portalón ni patio bien decoraditos. Y entre las plazas, la Plaza Mayor y la del Viejo Coso, el lugar coqueto y floreado que convirtió la plaza de toros en patio de viviendas.

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Son unos pocos de los hitos monumentales de una ciudad a la que no le falta su ensanche modernista junto al Campo Grande, el parque de los pavos reales. Algunas de las fachadas de la época no tienen nada que envidiar al plumaje colorido de las aves.

Recomendaciones

Para dormir, una opción céntrica y apañada es el Hostal París (Especería, 2. hostalparis.com . 983370625), un edificio al lado de la Plaza Mayor recién remodelado, con un toque modernista. Está a cinco minutos a pie de casi todo y cuesta 55 euros (a veces, con botella de Ribera de regalo).

Para comer, Don Bacalao (Plaza Santa Brígida, 5. 983343937) hace honor a su nombre con una buena oferta de este pescado en distintas elaboraciones; en el Mesón La Solana (Solanilla, 9. 983294972), en el comedor interior, se come revuelto de morcilla de Zaratán y cordero casi como en un museo de historia de la ciudad.

Y en el mercado del Val conviven los puestos de siempre con la zona gastronómica.

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