![La tradicional danza del Escarrete en Poza de la Sal](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201901/31/media/cortadas/poza1-kj0H-U70476171984DG-624x385@El%20Correo.jpg)
![La tradicional danza del Escarrete en Poza de la Sal](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201901/31/media/cortadas/poza1-kj0H-U70476171984DG-624x385@El%20Correo.jpg)
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IRATXE LÓPEZ
Jueves, 31 de enero 2019, 16:47
Atraer la prosperidad a los nuevos matrimonios es costumbre en muchas culturas. Para que la suerte entre por la puerta del hogar mientras el gafe salta por la ventana unos rompen platos durante la boda, otros subastan ligas y algunos se arrancan la camisa. En Poza de la Sal sacrificaban animales como ofrenda por aquello de que la unión fuese provechosa. Ese podría ser el origen del baile de El Escarrete, que cada domingo siguiente al día de San Blas se escenifica en la localidad, durante una fiesta declarada de interés turístico regional. Esta curiosa tradición es una disculpa magnifica para descubrir la villa y sus alrededores.
Dónde Poza de la Sal (Burgos).
Cuándo 2 y 3 de febrero.
Cómo llegar Seguir la autovía de Madrid hasta Pancorbo. A continuación, coger la BU-510 y la BU-502. Desde Bilbao: 130 km y a 86 km desde Vitoria. Poza de la Sal y Oña se encuentran a 15 km de distancia.
Los mozos y mozas casaderos organizan el tinglado. Empiezan el sábado pintándose la cara de negro y pidiendo el aguinaldo de puerta en puerta. Después, el domingo, tras los compases que la banda de música obsequia a cofrades de San Blas y autoridades, el asunto se pone peliagudo para estos últimos y los visitantes, que son manteados hasta que aflojan el bolsillo. A partir de ahí recuperan la compostura para participar en el rosario de la iglesia parroquial de los Santos Cosme y Damian, monumento histórico-artístico desde 1974.
Y terminado el acto religioso, se trasladan a la Plaza Nueva, mirador construido bajo el auspicio de la quinta marquesa de Poza en 1660, desde donde las vistas sobre la comarca de La Bureba ponen en el lugar que corresponde a las teorías antropocentristas. Es entonces cuando comienza propiamente El Escarrete, vigilado de cerca por el mayordomo, joven que guarda un ramo del que cuelgan los animales que servirán de ofrenda durante el baile. Engalanados con trajes típicos, y portando los mozos una reluciente espada adornada por nidos de cintas de colores, danzan alrededor de un pollo, conejo o gallina al que antiguamente descabezaban de un tajo y que ahora salva el cuello y la vida.
El tiempo que sobra antes y después del evento puede emplearse en disfrutar del pueblo. Si le gustan los rincones que han sabido conservar el aspecto medieval le encantara esta joya burgalesa ordenada a base de callejas irregulares y angostas, de edificios de mampostería, adobe y madera donde los escudos suspendidos de las fachadas hablan de un pasado noble, de un recinto protegido de intrusiones y epidemias por la antigua muralla de la que sigue en pie el lienzo sur desde la calle Ronda al sector mas alto, junto a las ruinas de la ermita de San Juan y del Palacio de los Marqueses de Poza.
Aun puede pasearse bajo las puertas del muro defensivo como lo hacían los hidalgos encima de sus monturas o los plebeyos andando para llegar hasta El Castillo que, sobre un imponente macizo rocoso, vigilaba el territorio guardando de peligros a los habitantes del caserío y encerrando tras los barrotes de sus celdas a truhanes. Pasados los anos serviría además como fortaleza en la guerra de la Independencia y en las carlistas.
Ningún rincón de la villa es despreciable. Desde la abandonada Plaza Nueva acceder a la Plaza Vieja a través del Arco de la Concepción significa retroceder siglos de historia. Era en esta arcada donde los sacerdotes conjuraban los nublados que amenazaban la cosecha, en esta plaza repleta de soportales donde se desenvolvía la vida comunitaria de los vecinos. Fueron estos los que, con su sudor, enriquecieron el pueblo, a base de trabajo y de paletadas de sal, no por nada el mineral aparece en el nombre del villorrio.
En el nombre y en inmuebles como la Casa de Administración de las Reales Salinas, construida según ordenes de Carlos III en pleno siglo XVIII. Desde allí controlaban los procesos de elaboración, producción, almacenamiento y distribución del mineral procedente del Salero hasta 1868. Ahora, casi 150 años después, alberga la Casa de Cultura y el Centro de Interpretación Las Salinas donde una interesante visita guiada explica, de manera amena y educativa, lo que la comercialización de sal supuso para la comarca y sus habitantes, muchos de los cuales tuvieron pan que llevarse a la boca gracias a su extracción hasta los años 70.
Para continuar desvelando los secretos de la zona y de sus pobladores mas insignes existen además el Museo de la Radio y el Espacio Medioambiental. Dedicado a Fidel Martínez Saiz, técnico fundador de Radio Castilla, montaron el primero. Un recorrido por la tecnología radiofónica y a través de una emisora acercara al visitante al proceso de comunicación desde que el sonido parte del micrófono hasta que llega al salón de las casas.
En el Espacio Medioambiental será la figura de Félix Rodríguez de la Fuente, pozano de nacimiento como recuerda un busto suyo colocado en la Plaza Nueva, quien acompañe al recién llegado a lo largo de un año de su vida y de la de los niños con los que jugaba. Pequeñas historias transcurridas en el entorno natural que le vio crecer, «la mas fascinante escuela de la infancia», según el mismo reconocería ya adulto, se entrelazan en esta muestra homenaje al hombre y al lugar, que invita a disfrutar del páramo y el Salero, de los lobos y aves viajeras que influyeron en el amor y respeto que siempre mantuvo por la naturaleza.
Una senda de 16 kilómetros arranca desde Poza de la Sal hasta la villa condal de Oña, discurre a través de llanuras y riberas, de desfiladeros donde el agua salta juguetona. El recorrido, que puede completarse en aproximadamente cuatro horas y media, atraviesa no solo espacios ricos en naturaleza en los que pinares y hayedos rivalizan con encinares y campos de pasto, sino poblaciones como Salas de Bureba, Terminón o Tamayo en las que, si contamos con tiempo suficiente, merece la pena detenerse. Es el Sendero Raíces de Castilla (PR-BU 15), que superada Oña continua hasta Frías, la ciudad más pequeña de España, durante otras siete horas -26,5 kilómetros- en las que el caminante tropezará con Barcina de los Montes, Ranera y Tobera, donde su ermita descansa al arrullo de varias cascadas en un precioso paraje.
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