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ANE ONTOSO
Lunes, 23 de agosto 2021, 01:18
Es un paraíso natural. Se extiende entre valles y montañas color esperanza. Por ellas surcan regueros de agua cristalina que refrescan el paisaje y que a menudo mueren en forma de pozo. El aire puro es su himno triunfal. Y en sus recovecos guarda tesoros arquitectónicos e históricos que no tienen desperdicio. Se trata de Las Merindades, al norte de Burgos. Lo más curioso es que están a un paso de sus vecinas Bizkaia, Álava y Cantabria, que establecen los confines de esta linda comarca aún por descubrir. Destapemos ahora este edén ignoto, que espera paciente ser revelado. ¡Adentrémonos en sus secretos!
¿Sabías que da cobijo a la ciudad más pequeña de España? En efecto. Frías (Más información sobre visitas en la Oficina de Turismo, 947358011) se encuentra enclavada en Las Merindades, en lo más profundo de la Vieja Castilla, sobre un cerro conocido como La Muela. Las aguas del río Ebro refrescan sus pies y al llegar a ella parece que nos adentramos en una fortaleza medieval. Es, de facto, uno de los mejores ejemplos de la arquitectura medieval militar española y, además, se encuentra recogida en la guía 2015 de los pueblos más bonitos del país.
En cuanto ponemos el primer pie en sus estrechas y empinadas callejuelas, la belleza nos sobrecoge. La primera sorpresa llega enseguida. Al mirar al cielo, vemos la torre del homenaje del castillo de los Velasco imponerse sobre una turgente roca. Si la vista es magnífica desde arriba –con butaca VIP hacia una panorámica sin parangón que recoge la ciudad, el valle de Tobalina, el río Ebro y los montes Obarenes– desde abajo no tiene desperdicio. Las calles ceñidas y el firmamento inmenso provocan una auténtica sensación de abrigo que seguro tenían los habitantes del medievo.
La siguiente sorpresa aparece instantes después: las casas colgadas. Un símbolo de identidad de la ciudad. Las casas de Frías, de planta baja y dos o tres alturas, se apoyan unas en otras formando una hilera. Algunas se atreven a desafiar a las leyes de la gravedad y cuelgan de la roca regalando una fascinante estampa nada habitual. Algunas casas guardan, asimismo, una antigua bodega, herencia de una intensa actividad vinícola que hasta el siglo XX elaboraba el tan característico 'chacolí'.
A 1,7 kilómetros podemos encontrar las cascadas y ermitas de Tobera. La de mayores dimensiones toma el nombre de Santa María de la hoz, del siglo XIII –aunque posiblemente se asiente sobre un templo anterior–. Debajo se ubica la pequeña ermita del Cristo de los Remedios, una bucólica imagen completada con un puente medieval que salva la fuerte pendiente del río Molinar. De los templos parte el paseo del Molinar, que recorre el cauce del río del mismo nombre hasta la localidad de Tobera. A lo largo de la senda, el Molinar se despeña en espectaculares saltos de agua.
Otra cascada que no tiene desperdicio es la de Pedrosa de Tobalina, en el pueblo del mismo nombre, que deja el río Jarea. Veinte metros de altura y cien de ancho para que toda la familia pueda disfrutarla en los días de primavera y verano. Es un espectáculo fascinante que parece sacado del cine. Lo mismo ocurre con la escena del Pozo Azul de Covanera, en el valle del Rudrón. Con una profundidad de 10 metros, mana una concavidad que se sumerge bajo la montaña. Un caramelo para los espeleólogos que hasta el momento han conseguido explorar 13 kilómetros de longitud de esta cueva que incluso se ha cobrado la vida de alguno de los profesionales.
La localidad de Puentedey merece también una visita. En ella encontramos un pintoresco arco natural que, según los antiguos pobladores, habría sido creado por la mano divina. De ahí el origen del topónimo: Puente de Dios.
La ciudad en la que descansó Carlos V en su último viaje hacia Yuste, Medina de Pomar, quizá sea la más conocida. Famosa también por sus hermosas y frescas lechugas con marca de garantía, es imprescindible pasar por el alcázar de los Condestables, el castillo de los Fernández Velasco.
En él se encuentra ahora el atractivo Museo de las Merindades, que recoge en sus salas piezas relevantes de la historia de la comarca. No podemos desaprovechar, en ningún caso, recorrer las calles de este lugar en el que convivieron durante siglos tres religiones bien diferenciadas: cristianos, judíos y moriscos (Oficina municipal de Turismo: 947147042).
El súmmum de nuestro viaje llega, sin embargo, en Orbaneja del Castillo, situada en la comarca de Páramos y considerada Conjunto Histórico por su interés patrimonial. Nada más llegar, nos dará la bienvenida un coqueto vergel con una cascada que nace de la Cueva del Agua, que también merece la pena visitar. Un rincón de cuento rodeado de un paisaje kárstico modelado por el agua. A su lado podemos disfrutar del Cañón del Ebro. Brutal. En su corona podemos jugar a descubrir siluetas como el mapa de África o un indio. El paraíso vecino nos espera.
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