![El monumental palacio de los condestables.](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201902/14/media/cortadas/medina-de-pomar1-U60850626871U7B-U70646402739neH-624x466@El%20Correo-ElCorreo.jpg)
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elena sierra
Jueves, 21 de febrero 2019
¿Un documento que avala la propiedad de alguien sobre un lugar concreto? Para el común de los mortales, ese documento son las escrituras de su casa. Para un tipo de nombre Pedro y de apellido Fernández de Velasco que habitó no muy lejos de ... aquí –nota: a poco más de una hora tanto de Bilbao como de Vitoria– hace mucho, mucho tiempo –otra nota: tanto como allá por finales del siglo XIV–, el documento es aquel que le reconoce como señor de la villa de Medina de Pomar. Y que explicita que el título es hereditario, así que los Fernández de Velasco podrán seguir siendo, durante generaciones, la más alta autoridad de la comarca.
El 'papel' en cuestión lo firmó Enrique II de Trastamara y el original se conserva todavía hoy. No solo eso, sino que tras dar muchas vueltas (con tantos siglos a las espaldas, no es cosa rara, y este documento fue a parar durante una temporada a Argentina y volvió a su casa hace unos años), puede verse y leerse en una de las salas del Alcázar de los Condestables, la sede del museo histórico de las Merindades. Entre toda esa historia y un habitante del siglo XXI solo hay dos intermediarios: la entrada y el cristal que lo cubre.
Webs medinadepomar.net y www.monasteriodesantaclara.e
La entrada no es muy gravosa. Y si se compra el ticket conjunto para visitar además el Centro de Interpretación del Arte Románico en las Merindades, en la cercana ermita de San Millán, y el monasterio de Santa Clara, pegadito a la anterior, ni digamos. Seis euros y medio en total para darse una vuelta por las raíces de la comarca y aprender algo más sobre las personalidades que por allí vivieron, las diferentes maneras de construir y adornar un edificio románico, la vida de las mujeres que a lo largo de los siglos han decidido casarse con Dios y hasta los dulces de convento. Entre la media docena de especialidades que hacen las clarisas de Medina de Pomar, están los huesos de expósito. El nombre se las trae, sí, pero están bien buenos (como las roquillas).
En el Alcázar se ha intentado reconstruir la vida de entonces, con un par de espacios que imaginan entre otras estancias la cocina, el salón de las mujeres y el del señor situados en la parte noble –donde vivían los que mandaban– y hacer hueco a piezas de arte de distintas épocas que se han ido encontrando en la comarca y que hablan de sucesivas etapas. Se reparten por los distintos salones de las dos torres, la norte y la sur, que acogen salas de exposiciones. Algunos detalles del techo y de las ventanas sirven para hacerse una idea del poderío de aquellos caballeros.
La visita es guiada y el Alcázar es además Oficina de Turismo, abierta todo el año (Plaza del Alcázar, s/n. patrimonio@medinadepomar.org, 947190746). Para situarse en el mapa, también sirve. Desde la torre sur se ve al fondo la montaña, que es el lienzo sobre el que se levantan la ermita y el monasterio. Desde la torre norte se ve el casco antiguo, con sus callejas, la judería abajo –se mantiene en pie alguna casa viejísima–, las plazuelas, alguna puerta de entrada de la muralla y, apoyada en una parte de ese muro defensivo, la parroquia de Santa Cruz. Hay que subir la escalinata, entrar y echarle un vistazo al retablo de colores y las capillas.
Y para capillas, la verdad, las del monasterio de Santa Clara, en la calle homónima. Fue fundado en 1313 y anuncia buenas nuevas, pese a las muchas tumbas que alberga, desde la puertitas coloreadas de entrada. La primera parada es una iglesia alta y luminosa cargada de obras de arte; la segunda, una capilla anexa que es más alta aun, una preciosidad del siglo XVI en la que trabajaron Juan de Rasines y Diego de Siloé, entre otros. El recorrido se adentra después en el claustro y las dependencias del monasterio recorriendo años y años de historia. En el lugar hay una hospedería, y la paz está garantizada.
El restaurante Martínez, en el número 3 de la calle San Francisco (947191689) tiene una larga carta y encima los productos locales están señalados. No son pocos, y quien se haya quedado solo con la idea de la morcilla, que abra la mente: es famosa la lechuga de Medina de Pomar, hay muchos productores y hasta alguno que trabaja en invernadero. Una ensalada con un montón de ingredientes de la tierra, un plato de huevos con patatas y morcilla, chorizo o torreznos (se puede elegir) y un postre casero proporcionan la energía suficiente para seguir camino en busca de castillos, ermitas y cascadas, que en esta época de año lo merecen.
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