elena sierra
Jueves, 8 de agosto 2019, 15:57
Desde lejos, nadie diría que el último bautizo que se celebró en la iglesia que otea los campos desde la punta más alta de San Martín de Mancobo, un pueblito de Las Merindades al que se puede ir a pie desde Medina de Pomar, tuvo ... lugar allá por 1967. El dato es oficial. No hay error. Desde lejos, sin embargo, se puede fantasear con la idea de que la iglesia está entera, un poco escacharrada pero entera. En la distancia, la piedra disimula que no veas. Es como en la canción esa en la que Alaska se queja de alguien que aparenta mucho y luego, por dentro, nada de nada.
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Cómo llegar San Martín de Mancobo, punto de partida de la ruta, se encuentra a 15 kilómetros al este de Medina de Pomar.
Claro que en esta iglesia nada, exactamente, no hay: hay zarzas, hay piedras que han caído al suelo, hay unos cuantos boquetes para que entren bien la luz del sol y el agua de la lluvia. No hay frescos, ni retablos, ni bancos, ni exvotos, si acaso alguna pintada y algo de basura, porque es un hecho que la gente hace mucho que no vive aquí, pero también lo es que alguien llega de vez en cuando a dejar su huella. Es lo que tiene haber sido abandonada hace mucho, como lo fue el pueblo, que a nadie le importa.
Casi a los pies del viejo y triste templo hay una explotación agraria, la tierra está labrada y a una casa también vieja se ha añadido un pabellón. Pero todo lo demás, todo, son fachadas que se caen, vigas que asoman y tiemblan, cables que no se sabe cómo aguantan, plaquitas con números que en cierto momento sirvieron para orientar a algún cartero y que hoy no sirven para nada porque los únicos habitantes son las ramas y los árboles que llevan décadas haciéndose dueños y señores de un terreno que, antes de la llegada de los seres humanos, fue siempre suyo.
Suyo y de los animales no humanos; no es raro cruzarse con un corzo por los caminos o ver salir pitando a una abubilla que había hecho parada en un terraplén. Ahí va, con su penacho de plumas de colorines, asustada. Se le ha roto el silencio, y se muda, como lo hicieron en su día, a mediados del siglo pasado, los vecinos de San Martín de Mancobo. El pueblito en lo alto recibió noticia de la industrialización y de la consecuente necesidad de mano de obra, con sueldo seguro, y muchos emigraron a la margen izquierda del Nervión.
Del silencio, que es la nota predominante de estos senderos y bosques que recorre la ruta PRC-BU.139 –de nombre lleva 'Viejos caminos y despoblados'–, al fragor de las fábricas. Alguno volverá tal vez de visita, o alguno de sus descendientes se apuntará a pasear por entre los bosques de quejigos, encinas, pinos y hasta algunas hayas, por las tierras de labranza, cruzándose de vez en cuando con algún rebaño.
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La ruta recomendada parte de Bóveda de la Ribera, que es un sitio habitado –y con muchas casas en obras, todo hay que decirlo–, con una plaza principal presidida por una fuentona, y se dirige hacia Quintanamacé (minúsculo lugar con unos cuatro habitantes echando por lo alto). Son algo más de doce kilómetros a través de la naturaleza y el silencio.
Pero hay momentos en los que merece la pena hacer las cosas al revés y este es uno de ellos: en vez de tirar para Quintanamacé, lo mejor es echarse al monte directamente y subir, a la fresca de los árboles, hasta llegar a los pastizales en El Alto. De la penumbra del bosque se sale a una llanura a 965 metros de altura desde la que contemplar enormes extensiones de terreno allá abajo y contar, aquí arriba, las cabecitas rojas de las amapolas entre la abundancia de verde, o contar si se prefiere cabezas de ganado escondidas en los pliegues de la ladera.
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Después de un buen tramo en llano, se empieza a bajar por una pista de tierra. Humanos: ni uno. Naturaleza: toda. Para volver desde San Martín se vuelve a subir y subir, aunque extrañamente el paisaje es del todo diferente. Ya se nota más el trabajo del campo. Porque está despoblado, pero sigue siendo el lugar necesario para el cultivo y la cría de animales.
Hay en Medina de Pomar una tienda-degustación en la que se pueden encontrar conservas, vinos, quesos, embutidos y demás productos de calidad –y además se puede parar a beber y comer in situ–. Se llama La Tienda Colmado y en la mesa, canutillos de cecina rellenos de foie y salsa de membrillo, tomate confitado con queso manchego curado, bolitas de morcilla crocantes y otras exquisiteces. Avenida de Bilbao, 23. 947147542. www.latiendacolmado.com .
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