Cascadas en el corazón de Burgos

Son 200 metros de caída y desde la carretera parece que el agua se la tragan después los bosquecillos que hay abajo, situados como eternamente a la espera de ese maná que desciende del cielo. Si se quiere hacer ejercicio y verla más de cerca, hay un recorrido de menos de cinco kilómetros que parte desde el aparcamiento que hay en la salida del túnel, que es en realidad la carretera vieja. Allí hay unos paneles informativos sobre los caminos a seguir, que indican que por el sendero se llega hasta la cueva de San Miguel el Viejo, que está en tierra alavesa, y a una vieja lobera.

Pero si no se quiere hacer el esfuerzo, no pasa nada. Desde lejos la cascada es preciosa. Esta es de las que saltan a la vista. Si se mira hacia el valle, no se puede ni adivinar que allí abajo hay otra, escondida. El río San Miguel va atravesando el fondo verde, muy verde, de Angulo y en algún momento vuelve a tener que dar el salto. Son muchos menos metros de caída, claro (serán una docena), pero es igualmente bonito este entorno.

Para encontrar este paraje, el de la cascada de Peñaladros, hay que descender hacia Ahedo, pasar Las Fuentes y llegar hasta Cozuela. Son solo unos minutos en coche, pero por el camino cabe preguntarse cómo ha sido la vida en este lugar encajonado entre peñas tan altas, como una tajadura en la tierra. Hay casonas de piedra, alguna convertida ahora en alojamiento rural, un lavadero y sobre todo naturaleza en estado puro.

En Cozuela hay un desvío. Y ya se oye el sonido del agua. Suena mucho el río San Miguel en este punto. No hay más sonido que el suyo, así que en las cabañas de alquiler que hay justo encima se dormirá tranquilamente... a no ser que sea difícil quitarse de encima la costumbre de oír el tráfico, que todo puede ser. Un senderito rodea las cabañas, baja hasta la cascada que parece envuelta en árboles y vuelve a subir. Alrededor, bosques y campas, y las laderas que suben. Nada más, y nada menos. Bueno, sí: dicen que aquí habitan nutrias, visones, mirlos acuáticos y martines pescadores. Suerte en el avistamiento.

Todo esto está a solo 40 minutos de carretera desde Bilbao, algo más desde Vitoria, lo cual hace que la cosa adquiera tintes surrealistas. ¿Cómo es posible? Pues la sensación sigue presente cuando se retoma el asfalto y se va pasando, para completar la ruta circular y poder volver a la ciudad, por los enclaves alaveses de Lejardo, Erbi, Retes, Llanteno... El paisaje sigue siendo un espectáculo, puro verde interrumpido por animalillos que pacen.