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Elena Sierra
Jueves, 14 de marzo 2019, 09:13
Lo que dice el folleto de 'Cascadas de Burgos' es que la aldea está situada en el norte de la provincia, en el valle de Mena y a los pies del puerto El Cabrio; indica también cómo se puede llegar hasta él, que ... del otro lado viene siendo por la N-629 desde Medina de Pomar en dirección Laredo… y por este, éste en el que vivimos los lectores vizcaínos de EL CORREO, pues pasando a la provincia de Burgos vía Balmaseda y siguiendo las indicaciones hacia Espinosa de los Monteros, Villarcayo y Medina. Para los alaveses, la ruta discurre por Orduña y Artziniega. Es una hora de carretera desde Bilbao, 90 minutos si se viene de Vitoria.
Web turismoburgos.org.
Lo que no dice el folleto de Cascadas de Burgos es que aunque la carretera, muy transitada durante los fines de semana de buen tiempo del año y sobre todo en verano –en las Merindades tiene su segunda residencia o la casa de los abuelos muchísimo vascos–, está ahí mismo, meterse en el desvío que lleva a Irús es como dirigirse a otra dimensión. Una paralela, mucho más alejada de lo que indica el cuentakilómetros, una en el que el ruido del tráfico apenas se oye. Es un paseo a pie desde la vía principal a este pueblito que permanece tranquilo, impasible, encantador en una ladera, pero es un paseo que separa del mundo. Algunos bosquetes y un otero se encargan de ello.
Lo que dice el folleto es que este es un pueblo con mucho encanto. Traducción: en Irús hay unas cuantas casas que recuerdan un pasado de gente con poder, de pertenencia a alguna antigua orden eclesiástica, del cobro no solo del diezmo, sino del rediezmo. Qué cosas. Es que esta localidad estaba situada en un enclave privilegiado por el que pasaba todo lo que iba de las Merindades a la costa. Antes de entrar al núcleo, que serán como mucho un par de docenas de casas –enormes, tanto los edificios como los jardines–, se ve un viejo molino. Bajo él se esconde el canal que llevaba las aguas que movían las ruedas. Otras canalizaciones por todo el pueblo, cayendo por cada cuesta, siguen llevando a destino las aguas que bajan de los montes, atraviesan Irús por aquí y por allá y van a parar al río Hijuela.
Qué más dice ese folleto en solo dos párrafos: que aquí hay una calzada y dos cascadas. Lo que no cuenta es que durante mucho tiempo se pensó que el Camino Real de las Enderrozas, que discurre junto al río Hijuela y se dirige hacia Arceo, era una infraestructura de origen romano. La realidad, y esto se supo hace relativamente poco (una década como mucho), es que es medieval. ¿Parece poca cosa? Bueno, que tenga tres o cuatro o cinco siglos ya es bastante. Sus cantos perfectamente ordenados se aprecian por debajo de la hojarasca, a la sombra de los árboles. Unas señales amarillas, y las flechas que alguien ha ido dejando en los muros de piedra, indican por dónde hay que ir.
La ruta, de poco más de dos kilómetros hasta Arceo y otro par de vuelta, pasa por una iglesia que parece más una fortaleza que un templo, por un panteón de bóveda blanca que se yergue en el cementerio y por praderitas amuralladas. Hay que imaginarse a los carreteros yendo y viniendo, a su trantrán. Harían ruido las ruedas de los carros y los cascos de los animales, pero no podrían silenciar al río. Va tranquilo durante los primeros metros, tanto que a veces apenas se le oye, y de repente suena más fuerte. A mitad de camino entre un pueblo y el siguiente está la primera cascada, y no hay problema en acceder hasta la parte superior desde el camino. Unos metros más adelante hay otra. Cae el agua en azul y verde. Lajas de piedra como fondo. Las pozas prometen tardes de baños y lecturas a la fresca.
Ahora que los días se van alargando, la visita gana a eso de las cinco o seis de la tarde, con el sol intentando llegar a estos lugares por entre las copas de los árboles.
No es común tener la posibilidad de llegar al nacedero de un río, pero el Valle de Mena oculta, a escasos kilómetros de Irús, el punto en el que brota el manantial del Cadagua, que tras atravesar la comarca, se introduce en Bizkaia por Las Encartaciones y se hace mayor captando los arroyos vecinos para desembocar en el Nervión. Es un paseo agradable y cómodo con salida en la aldea de Cadagua que tras un recorrido de 15 minutos por caminos asfaltados se introduce en los pastizales. La ruta está bien indicada y emprende un ligero descenso hasta alcanzar el cauce. Varios ruidosos saltos de agua nos indican la proximidad del nacedero, a donde llegaremos tras media hora de caminata.
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