El martillo se empleaba para trabajar el hierro candente. Jesús Sánchez

Ferrones vascos en Cantabria

El extenuante trabajo en las ferrerías queda expuesto en una instalación que funcionó hasta mediados del siglo XIX. Un plan para rematar la visita a una de las comarcas con más encanto de Cantabria

Viernes, 6 de agosto 2021, 00:40

Por estas tierras sabemos bastante del hierro. Ese metal fundamentó nuestro pasado, desde las ferrerías, la explotación de minas que marcaría el paisaje y la industrialización posterior. Trajo dinero a los dueños de empresas, sueldo a muchos que vivían aquí y a otros que vinieron. ... Cambió la economía y la sociedad vasca. En Cantabria, algunos enclaves sirvieron para trabajar ese hierro que iba de Muskiz en bajeles por el mar y descargaban en embarcaderos repartidos por la costa. Continuaba viaje a las ferrerías en carretas tiradas por bueyes. Ferrones vascos solían manejar la maquinaria en la provincia vecina pues «eran los especialistas más reputados. El 'aroza' ('arotza' es herrero, pero también carpintero, en euskera) dirigía al equipo y se trasladaba con él buscando las mejores condiciones», explica la guía de esta visita.

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Ferrería de Cades (Herrerías)

  • Cómo llegar Cades se encuentra a 20 kilómetros de San Vicente de la Barquera .

  • Visita guiada 8,5 euros; visita libre 4 euros

  • Teléfono 608104785

  • Web ferreriadecades.es

La Ferrería de Cades es un ejemplo de esto. Localizada a quince minutos de la cueva de El Soplao, la zona ofrece a poca distancia lugares emblemáticos como Carmona, Tudanca, Bárcena Mayor, San Vicente de la Barquera y Comillas, propuestas para alargar una jornada de turismo. El edificio, que terminó de construirse en 1752 y pertenecía a Francisco Antonio de Rábago, forma parte de un conjunto rural del siglo XVIII que incluye un molino, y mantuvo su actividad hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando el auge de los altos hornos obligó a cerrar.

El inmueble se erigió en mampostería, recio y robusto. Disponía de dos naves principales comunicadas donde aguardan aún hoy los ingenios hidráulicos, más cuatro carboneras adosadas transversalmente. Su maquinaria, de excelente calidad en la época, la elevó al estrellato en el sector. «Estas industrias se solían ubicar en zonas donde había ríos, en este caso el Nansa, cuyo caudal era abundante casi todo el año, con bosques cercanos que facilitaban la obtención del carbón vegetal, combustible que se utilizaba en el horno junto con el mineral de hierro», añade la cicerone.

El gran fuelle empleado para avivar el fuego. Jesús Sánchez

El molino estaba vinculado a la ferrería por su propiedad, pero también por el uso del agua. «Los vecinos de la zona se acercaban con su grano, ya que ahí se transformaba el cereal, maíz principalmente, en harina. Como fin de ciclo, el agua vuelve al Nansa a través del canal de desagüe que comparten los dos edificios, una vez que ha movido las ruedas de ambos ingenios hidráulicos», agrega.

Contemplar ambos edificios tiene gracia, pero es más interesante hacerlo mientras asistes a una demostración de cómo trabajaban el mineral. Escucharás el ruido de las máquinas tal como lo oían ferrones y molineros. Comprobarás cómo la corriente hace que funcionen, cómo lograba que enormes fuelles produjeran aire para alimentar el fuego, y la manera en que, bajo el enorme martillo que no cesa de golpear, se modelaba el hierro.

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«Era de muy buena calidad y apreciado por los artesanos. Cualquier persona que necesitara un lingote, un tocho, debía pasar por la ferrería», explican en esta cita que muestra «una forma de vida tradicional muy ligada a la tierra y la ferrería como si el tiempo se hubiera detenido en ella», señalan.

Daniel Pedriza

Un trabajo duro

Los ferrones se organizaban en grupos de entre 6 a 8 hombres y su labor era especialmente dura. Producían de lunes a sábado las 24 horas del día, en temporadas de septiembre a junio. En verano se ponía a punto la ferrería y descansaban los obreros. Cada jornada conseguían cuatro tochos de 60 a 70 kilos cada uno, lo que supone que en una temporada completa lograban de 60 a 70 toneladas –hoy en día se obtienen entre 80 y 100 toneladas a la hora–. Para reunir 20 kilos de carbón vegetal se necesitaban 200 de madera, lo que deforestó la comarca.

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