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iratxe lópez
Jueves, 1 de marzo 2018
No es una localidad nueva para muchos de nosotros. Por proximidad. Porque su belleza es accesible sin pasar demasiadas horas en coche. Y agradece el eco de pisadas sobre su suelo. San Vicente de la Barquera espera a los visitantes en la zona noroccidental ... de Cantabria. Mirando al mar. Cercana como una niña inocente, exagerada como la diva en la que se ha convertido. Vistas y edificios compiten por colgar la cinta de miss. Y numerosos locales hosteleros abren boca durante ese festival. Por eso volver a su cobijo es siempre premio seguro. Con este reportaje trataremos de regresar allí desde la novedad de una ruta literaria.
«... vencidos por los cerros que dominan la ría, se distingue el incomparable panorama de San Vicente. La inmensa anchura del valle a cuyo extremo se alza esta villa, la proximidad del mar, la gallarda situación del caserío entre dos puentes, las lejanas y altísimas montañas que forman un fondo majestuoso y parecen agrandar aún más el paisaje, (…)». Así describía esta localidad Benito Pérez Galdós en ‘Cuarenta leguas por Cantabria’. Así la observan aún los nuevos turistas gracias a la ruta ‘Entre la tierra y el mar’ –editada como folleto– que presenta doce puntos retratados por varios escritores.
Son siete kilómetros a pie, tranquilos. Un paseo a nuestro aire que arranca en el rompeolas de La Barra. «Martes de Pascua. –Gana la barra. / Va la Barquera. Que no se moje. / Capa de seda verde recoge. / Boga, yo cío: la ciaboga. / Vuelta a la peña. Ya la Folía / sigue tu rumbo, escampavía», reza Gerardo Diego, inspirado en este punto desde el que observar los barcos que van y vienen.
Visto el entorno toca seguir hasta el Santuario de la Virgen de la Barquera, situado en un rincón bucólico junto a la entrada del puerto. Allí donde, aseguran, se apareció la virgen llegada un lejano martes de Pascua a bordo de una embarcación sin tripulantes, ni velas, ni remeros. «La Virgen de la Barquera tiene un barquito velero, un bergantín de juguete de los bazares del cielo, y dicen que a media noche cuando el pueblo está durmiendo, la Virgen de la Barquera manda bajar a un lucero y se va con él al mar, en busca de rumbos nuevos, sin andanadas de espuma ni bocanadas de viento», transmite Jesús Cano en ‘Seis de los santos lugares del poeta’.
Subir hasta el faro es la siguiente labor. Blanco, brillante, alumbra la vuelta a casa de los marineros desde 1871, primero con aceite de parafina, ahora con óptica de tambor y cambiador automático de lámparas. Suena junto a sus cimientos el eco de los versos de Rafael Sánchez: «Noche a noche la Atalaya / es la estrella en este mar, / es el faro y la linterna, / del marino y el sedal. «... Atalaya, atalayero», / repetía al regresar, / nuestra moza, la de Boria,/ que fue a leña a Santillán...»
Habrás de dejarlo a la derecha, continuar en dirección Santillán hasta llegar a la Atalaya. Seguir camino a través de Boria, con el Cantábrico acompañando el viaje de nuevo a la derecha, hasta las ruinas de la Capilla de la Guía. Allí aguardan los pensamientos de Máximo González del Valle. «La Virgen de la Guía frente al mar / y el mar frente a su cara. / Los ojos de la Virgen dos faroles / y el mar una becerra extraviada (...)» Al fondo, en los acantilados sobre los que rompe su rabia el mar, la Cueva del Cúlebre, ser mitológico emparentado con el dragón que, cuenta la leyenda, habitaba el lugar protegiendo un tesoro. Dicen que cada noche de San Juan exigía el sacrificio de una joven del pueblo, hasta que el apóstol Santiago acabó con su vida.
No llegarás a ella pues debe el senderista desviarse mucho antes hacia la izquierda para regresar por la Fuente de la Teja y bajar por la Fuente Nueva hasta el Puente Nuevo dibujado por Ángel Sopeña con pinceladas de vocablos. «Puente de la Barquera, si ves mi bien pasar, sobre las aguas, si ves mi bien, que va a la ermita de la ensenada, donde los ecos llevan plegarias que van al mar, si ves mi bien..., dile que el viento sale y se va, di que la luna clara sale y se va».
Tras atravesar la pasarela sube al castillo que llamó la atención de Camilo José Cela, construido en 1210 tras conceder Alfonso VIII el Fuero a la villa. «Al decir de las viejas tradiciones, el Castillo de San Vicente sirvió de prisión a los reyes de Navarra. El castillo, de ruinoso y sobrecogedor aspecto, semeja un fantasma clavado en la linde misma de San Vicente de la Barquera, quizá para aviso de los raros presagios de las más difíciles claves», escribía en 'Del Miño al Bidasoa'. Paso firme, más tarde, hasta la Iglesia de Santa María de los Ángeles, levantada entre los siglos XIII y XVI siguiendo el gótico montañés. En su interior se encuentra el sepulcro del Inquisidor Antonio del Corro, considerado una de las más bellas esculturas funerarias de España.
Oficina Municipal de Turismo Teléfono 942 710 797 / oficinadeturismo@sanvicentedelabarquera.com
Ser hará preciso recorrer el Barrio de la Barrera para acceder al Convento de San Luis (XV), donde en 1517 se hospedó Carlos I mientras viajaba hacia su coronación como rey. Uno de sus cronistas, Laurent Vital, recordaba el así edificio. «Este monasterio estaba en un sitio muy hermoso y muy bien situado, pues, por un lado, tenía a la vista la villa; por otra la de los viñedos y por una parte se veían las altas montañas y por otra el mar, que llegaba por una ancha entrada hasta la muralla y el jardín del monasterio».
Es hora de pasar por encima del agua de nuevo, esta vez por el Puente de la Maza, de dejar a la izquierda la Playa del Tostadero para finalizar en la de Merón, con la imagen del Cabo de Oyambre al fondo, cantado por González del Valle. «Índice de Cantabria señalando / singladuras de mares y estrellas: / toda la playa carne, mano, dedos, / toda la noche perlas. [...] / Índice de Cantabria. Y tras de ti / Picos de Europa frente, pecho, idea. / Índice de Cantabria. Y San Vicente / corazón que te da sangre y firmeza».
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