El salto de agua de Asón se desploma sobre el bosque, teñido ya con los colores del otoño. CARLOS PÉREZ GÓMEZ

La luz de los bosques cántabros

Recorrer los valles de Cantabria para disfrutar de su belleza es una forma ideal de combatir el frío y la pereza

iratxe lópez

Jueves, 9 de enero 2020

El invierno extiende sus dominios, despliega su gélido manto sobre campos, montes y florestas. Envuelve de serenidad cada horizonte, olvidado ya de parduzcos otoñales. Blanco, frío, desolado en ocasiones. Serio como la estación. Estéril de tonos, presenta otros encantos. Montañas que reflejan el brillo del ... sol. Árboles cuyas ramas simulan retorcidas extremidades. Hayedos que parecen conversar con el viento. Robledales de gráciles formas. Cúmulos de castaños. Cierta pesadez envuelve a sus habitantes mientras el reloj marca las horas. Los caminantes se adentran en este mundo de suspiros donde todo parece hibernar, pero la vida aflora en los lugares más imprevisibles, como en esta ruta por algunos bosques de Cantabria.

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Cabezón de la Sal

Bosque de secuoyas

Ahora es único en España, de historia curiosa además y declarado Monumento Natural. Pero viene de lejos. En 1926 el gobierno pensó que no estaría mal probar especies madereras distintas para nutrir la industria del papel. Tras la segunda mitad de 1940 los técnicos eligieron secuoyas y pinos para instalarlos en Cabezón de Sal. Crecían rápido y eso era un punto a favor importante. El problema es que cuando crecieron lo suficiente la madera ya no interesaba. Allí quedaron 848 sequoia velintonia y 20 pinus radiata en una parcela de 2,5 hectáreas. Árboles de porte quijotesca con 36 metros de altura en algunos casos, que dibujan un curioso paisaje al que se accede por senda señalizada, perfecta para pasear en cualquier época del año. Se encuentra junto al Monte Corona y es accesible desde la carretera que une Cabezón de la Sal y Comillas. Puedes pedir más información en la Oficina de Turismo de la primera localidad, en el teléfono 942700332.

Cillorigo de Liébana

Habario de Pendes

ANDRÉS FERNÁNDEZ

Búscalo entre Pendes y Cabañes, en plena Comarca Lebaniega, para descubrir la prestancia de sus castaños centenarios. Por algo los lugareños llaman a la zona, ubicada dentro de la tercera etapa del Camino Lebaniego, la Castañera de Pendes. El hombre esculpió parte del paisaje, zonas de pastos y fruta y recolecta de madera. Los ejemplares, de tres a cinco por hectárea, parecen viejos monstruos que quedaron paralizados por un hechizo, seres del inframundo de aspecto robusto y tronco bañado en rugosidades. Fantasmas de madera en guardia, repartidos como un ejército por la zona que linda con el LIC (Lugar de Importancia Comunitaria) de Liébana y la ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves) del desfiladero de la Hermida, ambos declarados espacios protegidos. Desde el mirador de Los Moros es posible contemplar más de 200 castaños milenarios, así como los restos de antiguos castros invadidos por la naturaleza o el paisaje de Liébana y las montañas que abrazan el valle. Existe además un área recreativa y robles, fresnos…

Soba

Los collados del Asón

Sus relieves son famosos por las heridas que los procesos de glaciación marcaron en las rocas. Prendidas en la piedra desde la edad Cuaternaria, tuvieron lugar en las cotas más bajas de la península ibérica, a solo 600 metros. Todavía son visibles las huellas de valles y circos con forma de 'U'. Por ellos pasaban antaño las lenguas de hielo. El agua se encargó de la parte caliza. Generó dolinas, simas y cuevas. Formas complicadas y bellas como la cascada del Asón, que salva una altura de 70 metros. Inscrito como Parque Natural desde el año 1999, aguarda a unos 35 kilómetros de Ampuero, en plena Cordillera Cantábrica, sobre una extensión de más de 4.500 hectáreas repleto de ecosistemas, de flora y fauna sorprendentes como la de la ribera del Asón, alta montaña, alisedas, robledales, hayedos, brezales, pastizales... Existen multitud de rutas senderistas para disfrutarlo y puedes informarte de todas en el Centro de Interpretación del parque de los collados del Asón de La Gándara.

Riopanero

Monte Hijedo

De sus entrañas extraían madera utilizada por los carboneros para alimentar las ferrerías del entorno, incluso para las Reales Fábricas de Artillería de La Cavada y Liérganes. Otra regia localización, la de los Reales Astilleros de Guarnizo, utilizó aquella materia prima que servía además para calentar a la población local y fabricar traviesas del ferrocarril o vigas de las minas. Así fueron desapareciendo los árboles de una gran extensión que hoy día, aunque reducida, se distingue aún como una de las tres manchas de roble albar más importantes de España. Las otras dos son el robledal de Garralda (Navarra) y el de Muniellos (Asturias). El enclave contiene otros habitantes como hayas, tejos, acebos, avellanos, endrinos, mostajos, serbales y algunas especies de sotobosque. Entre sus formas se esconden topos ibéricos, corzos, jabalíes, milanos negros, gavilanes, búhos chicos o águilas perdiceras que habitan en la cuenca del arroyo de Hijedo. El acceso se hace desde el pueblo de Riopanero, en Valderredible. Allí espera además el Centro de Interpretación del Monte Hijedo, un edificio restaurado de origen medieval que informa sobre este preciado entorno natural e invita a conocer la forma en que sociedad y bosque se han relacionado a lo largo de los siglos, aprovechando sus recursos.

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Santoña

Monte Buciero

JUAN CARLOS MUÑOZ

Existen varias rutas para descubrir faros y acantilados, un fuerte napoleónico y un ecosistema de bosque que protege el encinar cantábrico más valioso del norte peninsular. Superviviente a suelos calizos, este monte descansa sobre una península unida al continente por el tómbolo que cobija la playa de Berria. Con forma casi circular y unas 600 hectáreas. Los 378 metros de la Peña Ganzo representan su mayor elevación, erigidos para asombrar a los visitantes. La encina cantábrica, de tendencia litoral, reina en este territorio, pero laureles, madroños, labiérnagos o aladiernos, entre otras especies, salpican también las sendas apropiadas para entretener a toda la familia, desde el más pequeño al más grande. Proliferan ejemplos de trepadoras que envuelven de aires selváticos la imaginación de los más pequeños, mientras los senderistas avanzan a través del camino, disfrutando de las encinas y las visitas sobre el Cantábrico.

Liendo

Arboretum

JUANJO SANTAMARÍA

Situado junto a la carretera N-634, tras abandonar el barrio de Mollaneda en dirección Bilbao, se extiende sobre una parcela de 20.000 metros cuadrados en torno a la antigua ermita de San Roque. En este pequeño jardín botánico pueden observarse árboles de los cinco continentes, por si prefieres la variedad a las especies únicas o destacadas. Instalaciones interactivas ayudan a enriquecer la visita, para tocar e incluso oler. Pasear por los senderos del parque es como hacerlo por el mundo y la variedad de su naturaleza. Está dividido en jardines, uno por continente, con el propósito de reconocer los bosques y los elementos que amenazan su existencia. Saber de sus bondades. Despertar nuestros sentidos. Descubrir cómo los humanos hemos explotado estas grandes extensiones, a veces hasta consumirlas. Para aprender de los errores. Incluso pedir perdón por nuestros pecados.

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