Montañeros disfrutan de las vistas desde la cima del Pagasarri. FERNANDO GÓMEZ
Comarca de Ibaizabal Nerbioi

Perdidos entre montañas

Siete propuestas gratuitas para conocer un territorio que discurre entre ríos y alguna de las cumbres más populares de Bizkaia

iratxe lópez

Jueves, 12 de diciembre 2019

Muchas veces caemos en la inacción por pura rutina. El sofá gana la batalla contra el «algo habrá que hacer», nos envuelve con su perezoso abrazo. Si la culpabilidad azuza a la holgazanería para que espabile un poco solemos justificar la hibernación volteando los bolsillos ... en plan «no tengo pasta». Con cara compungida, como si la bolsa llena arrancara desidias de sillón. Si lo que siente el cuerpo es tendencia a la poltrona, nada mejor para acabar con los gandules que sumarse a planes gratuitos. Siete, como mínimo, ofrece la comarca de Ibaizabal-Nerbioi, eje de ríos y montañas. Por supuesto hay muchos más. Acercamos solo una muestra, con la idea de alimentar culpabilidades en los vagos redomados.

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Iglesia de Andra Mari (Galdakao)

MIREYA LÓPEZ

El edificio, declarado Monumento Histórico y Artístico Nacional, se construyó en el siglo XIII y sustituyó a la remota iglesia de Santa Marina de Ganguren, ubicada en el monte homónimo. Mezcla de románico y gótico, incluye elementos renacentistas de reconstrucción. El visitante debe situarse frente a ella, fijar la atención en la portada románica de transición al gótico, los capiteles con figuras humanas y de aves y el calvario con cruz donde quedaron esculpidas herramientas de antiguos oficios. Dentro aguardan un precioso retablo plateresco, una magnífica talla de Santa María (XIII) y una tumba románica del XIII, sepultura elegida para los descendientes del fundador del templo.

Torre de Ariz (Basauri)

Visitantes junto a la torre de Ariz. MIREYA LÓPEZ

Lo que algún día fue un descampado estratégico es ahora el barrio basauritarra de Ariz, donde se erigió una casa-torre cerca del punto donde se funden el Nervión y el Ibaizabal, en el camino entre la villa de Bilbao y el interior. Aunque no existan muchos datos, es fácil imaginar que el edificio fuera utilizado como aduana con la intención de recaudar dinero, tendencia hacia la que se inclinaban todos los señores banderizos. Vale la pena acercarse a observarlo y, ya que estamos allí, aprovechar para observar alguna de las exposiciones que alberga tras haberse convertido en Casa de Cultura. La propiedad inicial incluía la ermita de San Fausto, en pie hasta ahora. En 1673 se celebró allí el matrimonio del propietario, Francisco de Salazar y Avendaño, con Margarita de Sarabia e Yrazagorría. Su San Fausto es el Labrador, quien tras peregrinar a Tierra Santa acabaría esclavo de piratas musulmanes, aunque logró convertir a su dueño, obrando así el milagro. Patrón de quienes trabajan la tierra, se acudía a él en época de sequías y para pedir fertilidad dentro del matrimonio.

Arte en Orduña

Las arcadas decoradas de Orduña. MITXEL ATRIO

Solo hay que acercarse hasta los hastiales de la Plaza de los Fueros y mirar hacia arriba. El centro de la vida social y festiva de Orduña alberga las aportaciones de trece pintores que dejaron huella con sus murales. La temática ante la que explorar nuestro lado más artístico es amplia. El Nervión retratado por Carmen Mateos. Las escenas vascas de Gerardo Fontanes. Un camino con tonos negros y rojos de Esther Añibarro. Los recuerdos pasados de Richard Pérez. El personal día después y el homenaje a Newton de Porilló. Las asimetrías coloristas de David Abajo. Los cuerpos acrobáticos de Nagore Sanfelices. El vuelo de las mariposas entre manzanos de Julio Ortún. El drama ecológico y los genios humorísticos de Julián Momoitio Larrinaga. Los columpios sobre la primavera de Sara Odriozola Landaluce. El loco encuentro de picos de Leire Sanz. Un azulado salto de agua del Nervión perteneciente a José Reyes Ramos. Y el peculiar espacio de serenidad ofrecido por Justo San Felices. Mezcla de obras, ni uniformes ni unitarias, que forman un conjunto creado según diversas maneras de entender vida y arte en un homenaje a la libertad de expresión.

Zeberio, desde el interior

Dos montañeros recorren un sendero en el bosque. ALBERTO CEBERIO ORTUZAR

Tienes cinco horas para completar este recorrido circular de casi 17 kilómetros que parte y acaba en Zubialde, utilizando el PR-BI 11. Su desnivel máximo: 760 metros. Hay que emprender la marcha por un antiguo 'elizbide' que llega a Zeberiogana. Asciende hasta Irumugarrieta, lugar en el que lindan Bedia, Galdakao y Zeberio. No hará falta subir a la cima del macizo de Mandoia, pero sí tocaremos sus laderas para dirigirnos a la parte más oriental del municipio. La bajada se hace a través del barrio de Argiñao, donde vale la pena detener los pasos ante la ermita de San Adrián. Observa su curiosa ventana prerrománica. El barrio de Sarasola, en Artea, extiende la alfombra del regreso. Habrá que seguir paralelo al río, perfilando su cauce, para volver al punto de partida por Ermitabarri. Si no quieres perderte, la ruta está disponible en www.zeberio.net

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Casa de Arocena (Arrankudiaga)

El año 1948 marca el nacimiento de este inmueble que escogemos tras haber sido señalado como una de las obras más ambiciosas del arquitecto bilbaíno Manuel María Smith, autor entre otros del edificio que alberga el hotel Carlton y varias fincas de Getxo. Favorito de la burguesía vasca en el siglo XIX, el autor diseñó esta casa en un estilo neovasco, mezcla de elementos populares y tradición culta. Rafael, uno de aquellos indianos que hizo fortuna cruzando el charco, nació en el caserío de Otxanduri en 1847. Años más tarde emigró a México, donde triunfó en el mercado algodonero. Su influencia fue tan grande que jugaba a su antojo con el precio cotizado por la fibra en la Bolsa de Nueva York. Cabe la pena señalar que Pancho Villa confiscó sus bienes, recuperados más tarde por la familia. La casa tiene planta en forma de 'ele' y cuatro pisos con funciones diferenciadas.

Ruta de montaña (Arrigorriaga)

Un fotógrafo se esmera por lograr el mejor ángulo en una cascada en las laderas del Pagasarri. BERNARDO CORRAL

Arrigorriaga espera entre montañas, abrigada por cimas que rodean sus casas y dan refugio natural a sus gentes. Son muchas las que hacen corro pero tres de ellas definen especialmente sus lindes: Artanda (554 mts.), Malmasín (362) y Pagasarri (673). Otra cifra: cincuenta mojones de piedra nada más y nada menos dibujan las fronteras de este municipio vizcaíno bañado en verde. Varios de esos conos cuentan con apariencias singulares y destacan los situados en la cima del Pagasarri, que marcan los límites entre Arrigorriaga, Bilbao y Alonsotegi. Para conocer algunos existe la ruta de senderismo 'Arrigorriaga mugarriz mugarri (de mojón a mojón)', 40 kilómetros de recorrido desde el pueblo que podrás completar en un día o dividir por etapas. El objetivo: ascender a las tres cimas antes mencionadas siguiendo los consejos que encontrarás en la web www.arrigorriaga.eus

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Fuente de los tres caños (Ugao-Miraballes)

Si después de castigar tu pereza con estos paseos te sientes agotado, aconsejamos un trago de agua. Desde comienzos del siglo XX la tradición manda dar la vuelta a la bola de esta fuente para poner punto final a las fiestas de la Cofradía y rematar así el año agrícola... hasta que en los 40 del pasado siglo la esfera cayó sobre un vecino y la costumbre fue prohibida. Años después sus 85 kilos de contundente redondez quedaron fijados con hierro y la tradición fue recuperada durante los festejos. Yturburu diseñó la fuente primitiva, realizada en 1779 y abastecida por un cauce que descendía del monte Goikuria. La neoclásica actual es de 1858. Hasta 1950 los niños acudía a ella para cargar pesados baldes y llevarlos a casa, cuando el agua corriente era solo un sueño para la mayoría de los vecinos. Tras las riadas de 1983 el surtidor fue conectado a la red municipal.

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