Una de las salas del Museo Etnográfico de Artziniega. Sandra Espinosa

Descubre en Artziniega oficios y costumbres de nuestros antepasados

Visitas guiadas en un museo activo con muestras temporales y representaciones culturales

Viernes, 24 de febrero 2023, 07:33

Los humanos somos seres de costumbres, por eso con el paso del tiempo forjamos tradiciones. La cuestión es que también somos seres evolutivos, y el correr de años destruye costumbres. Muchas acabarían borradas de la memoria si no existieran muestras como la de Artziniega (artziniegamuseoa.eus ... ). Mujeres y hombres podemos, no obstante, mostrarnos voluntariosos, empeñados en salvar una idea de la destrucción. Eso hizo la Asociación Artea del municipio. En 1981, el grupo apeló a la colaboración popular para crear el Museo Etnográfico y preservar con él su pasado.

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Hubo respuesta, de ahí que en 1984 se inaugurara en las antiguas caballerizas del Santuario. Con la llegada de 2004, la exposición se trasladaría al histórico edificio que la acoge actualmente. Allí aguardan 1.700 metros cuadrados distribuidos en 17 salas, cuartos en los que observar recreaciones de los modos de vida rural y urbano en la comarca. Más otros 2.000 exteriores que acogen otras secciones, muestras temporales y un anfiteatro al aire libre para representaciones culturales.

Para el campo y para danzar

Todas las visitas son guiadas, ayudan a entender mejor lo que se ve. Porque contemplar esas escenas de las que hablábamos es curioso: entrar en antiguas tabernas, aulas escolares de antaño, barberías, boticas o talleres de diversos oficios. Pero recibir información sobre lo que supusieron en su tiempo ayuda a encajarlas en el nuestro, mejor dicho, a que el presente encaje en aquel pasado del que todos venimos. «Las abarcas son el sello que se deja en los caminos. Primero fue el cuero; unos simples cortes permiten el paso del cordón que se abraza como hiedra por las calzas», explican con un toque poesía desde el museo. Abarcas que servían para sufrir en el campo, cuando se enganchaban a matorrales, y para danzar la alegre melodía de una fiesta disfrutada por mozos y mozas.

El centro se postula como excusa para hablar de la labor del abarquero y la modista, del zapatero, el herrero, el cantero, incluso del albañil; del carpintero, el cestero o el carretero. Contemplarás su instrumental, los objetos que ayudaban a rematar el trabajo. «Caen las uvas en el viejo lagar y se rompen fundiendo sus sangres de sol, agua y tierra. Se escapa un mosto hacia el silencio, hasta madurar en vino.

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El mayor milagro

«Saldrá para sellar en cada txikito una amistad», continúan sus líricas explicaciones los cicerones de esta aventura que acerca a elementos esenciales como la miel, «de abeja apasionada por la flor que grita sus colores y hace su viaje interminable con su pequeño polen regalado», agregan. Para que sea luego el apicultor, armado de artimañas, quien recoja el preciado néctar que alivia resfriados y endulza postres. Elementos imprescindibles, decíamos, como el pan, «harina cernida, levadura, sal y agua que inventaron el mayor milagro de la existencia», recuerdan.

Pasea por la cocina, el corazón del hogar, de la casa y la familia levantadas a toque de amanecida. Fuente de luz, calor y alimento. «Allí, sentada, la abuela desgrana alubias, la madre ordena sentimientos, el hombre pone una dosis de silencio, los hijos pelean. En la cocina se encuentran las leyendas y los destinos, y se impregnan del amor a la tierra», narran los cicerones. Aperos, juguetes, instrumentos musicales; historia, religiosidad, deportes… salen al encuentro del visitante. Mientras en la taberna sacan un cuartillo y se organiza la partida de mus, «para ver si se puede dar un órdago a la vida».

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