iratxe lópez
Miércoles, 13 de noviembre 2019, 22:32
La vida está llena de contrastes. El mundo es pura contradicción. Obedece a fuerzas encontradas, energías que tienden al enfrentamiento entre el bien y el mal, el yin y el yang. Los paisajes tampoco se resisten a esta dualidad eterna que ya dejaron clara Abel ... y Caín. Compiten en adeptos, visitantes dominados por tendencias que prefieren este frente a ese lugar. Sol a luna. Refulgencia a nocturnidad. La comarca de Busturialdea-Urdaibai está llena de elecciones que obligan a escoger tras una breve reflexión. En este reportaje mostramos algunas, que certifican no solo que los opuestos se atraen sino que en muchas ocasiones comparten espacio y enriquecen una visita.
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Arenales como Laga o Laida adornan la zona que nos ocupa. Ceden su extensión a paseos en épocas frías, baños de agua y sol en la temporada estival. Kanalape es quizá uno de los más desconocidos. Se esconde en la ría, protegido por una ladera en Gautegiz Arteaga. Favorece con ello tranquilidad y silencio, momentos de meditación. El acceso se completa a pie, siguiendo un sendero detrás de la iglesia, en el barrio de Kanala.
La cara opuesta del paisaje la ofrece la cima del Sollube, que se eleva 683 metros. Aislada de otras cumbres, esta situación aporta maravillosas vistas. «Su valor reside en la panorámica, en la magia de la reserva de Urdaibai, a la que mira de frente. Cumbre obligatoria para cualquier amante del montañismo, es uno de los cinco montes bocineros. Seguramente sea mentira que allí sonaran las bocinas para llamar a Juntas Generales, pero viste mucho ascender este quinteto», comenta el montañero e investigador Iñaki García. Se puede subir caminando desde el alto (1 h) o Sukarrieta (2,5 h). También en coche, para disfrutar del mirador.
Siglos de erosión horadaron la cueva de Santimamiñe, el yacimiento arqueológico más importante de Bizkaia en la ladera sur del monte Ereñozar. Patrimonio de la Humanidad, guardó restos de hace más de 14.000 años, más el primitivo arte rupestre. A este tesoro de la zona no se puede acceder pues comprometería su conservación. La experiencia se hace a través de una visita guiada en 3D, muy cercana a la realidad (944651657).
Otro hueco en la tierra, socavado en este caso por el hombre, espera en Gernika. El municipio contaba con varios pasadizos para huir de los bombardeos durante la guerra civil. Allí esperaban, sumidas en el terror, unas tres mil personas. El refugio antiaéreo del Pasealeku muestra túneles de quince metros de largo, dos metros de ancho y dos de alto. De acceso libre, recrea los ataques gracias a imágenes y material sonoro. (Hogar del Jubilado. Abierto todos los días, de 10.30 a 13.30 y de 15.30 a 21.30 h).
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Junto a la Casa de Juntas y al Árbol de Gernika alberga el palacio barroco de Alegría el Euskal Herria Museoa. Explica el medio físico vasco, condicionante de nuestra forma de vida, así como la evolución histórica que llevó a la configuración política actual. Y otros aspectos de nuestra idiosincrasia. «El piso dedicado al deporte rural vasco, instrumentos musicales de las siete provincias, trajes típicos y folklore resulta muy didáctico. Hay además a su alrededor preciosos jardines que vale la pena conocer», comentan desde la Oficina de Turismo. Los sábados organizan talleres para niños. (Allende Salazar, 5. Martes a sábado, de 10.00 a 14.00 y 16.00 a 19.00 h; domingos de 10.30 a 14.30. Sábados gratis).
El Museo del Pescador de Bermeo abre sus puertas en la Torre de Ercilla, declarada Monumento Nacional, y da a conocer la vida y trabajo de los arrantzales, sus costumbres, organización gremial, tipos de barcos, técnicas de pesca y comercialización. Además narra la historia de la Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi, cuyo núcleo principal estuvo formado por pescadores. (Torronteroko enparantza. 946881171). Martes a sábado 10.00 a 14.00 y 16.00 a 19.00 h., domingos y festivos 10.00 a 14.00 h).
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«El paseo para llegar hasta una de las mejores panorámicas sobre Urdaibai, San Pedro de Atxarre, es llevadero. Algo más empinado al acabar, cuando la ermita asoma desde lo alto. El esfuerzo se olvida en cuanto contemplas la desembocadura del Oka, Sukarrieta y Busturia al frente. El cabo Matxitxako, Bermeo y la ola de Mundaka al oeste. La isla de Izaro y Ogoño al este… Impresionante», asegura la vecina de Gernika Mirari Tellaetxe. Aquello parece un lienzo colonizado por árboles verdes, azul del mar y amarillo arenoso. Antaño los vecinos caminaban hasta la ermita para bendecir la sal que después esparcían por la cubierta de sus barcos para pedir una buena pesca. El Balcón de Bizkaia conecta con el lado más montañoso de esta cuenca. Amarrado a las laderas del Oiz, muestra la masa forestal extendida en toda su amplitud. Cuenta la leyenda que en ese lugar las brujas se reunían caída noche para celebrar sus akelarres. Tenían un buen ojo para las panorámicas, diabólicamente acertado.
No coincidieron en el tiempo, pero ambos pueblos conquistaron esta tierra. El Oppidum de Arrola, instalado sobre la cima de mismo nombre, data de hace 2.300 años y cobijaba a quienes deambulaban por aquellas tierras, gentes de la segunda Edad del Hierro empeñadas en construir puertas, fosos y murallas. Recorrerlo ayuda a imaginar la época, aunque es mejor acercarse hasta Arrolagune, el centro de Interpretación del oppidum, en el barrio Loiola de Arratzu. Así es posible conocer su vida gracias a paneles, ilustraciones y la recreación de una cabaña a tamaño real.
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Mucho después, entre los siglos I y III, se instaló en la actual Sukarrieta el puerto romano de Portuondo, asentamiento dedicado al tráfico marítimo. Cerámicas y monedas de bronce dan fe de su existencia. Parece que las naves comerciales llegadas a Bermeo excedían el tamaño adecuado para trasladar la carga por los meandros de la ría, de ahí que utilizaran barcazas fluviales de menor fondo. Dos paneles, uno en el embarcadero de la isla de Txatxarramendi y otro en el paseo peatonal, explican el hallazgo, mostrando lo que debió significar para la época.
Una impresionante bóveda tallada en madera con policromía adorna la iglesia de San Andrés (XVI), en el barrio Elexalde de Ibarrangelu. Conocida como la Capilla Sixtina del arte vasco, apela al mundo simbólico. «Si uno se fija puede apreciar máscaras, calaveras y monstruos camuflados entre representaciones católicas, como un tebeo de la época en el que descubrir sorpresas», asegura Teresa Goikolea, vecina de la zona.
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Otro barrio, el de Olabe en Mendata, sirve como anfitrión a la torre de Montalbán. Desde esta estratégica colina, su planta pentagonal y paredes macizas dominaban antiguamente amplios terrenos de la ruta medieval hacia Gernika.
La anchoa del Cantábrico tiene fama merecida, degustarla es un placer. Los interesados pueden descubrir más sobre las conserveras fijándose en Anchoas de Bermeo. La fábrica oferta visitas guiadas por su personal (www.anchoasdebermeo.com) para aprender cómo reciben la pesca o de qué manera logran el punto d e salado. Y curiosear el proceso de elaboración, antes de la cata de anchoa y txakoli. Esa misma clase de vino desvela sus secretos en la Bodega Berroja de Muxika, con trago incluido. Las visitas guiadas muestran el recinto donde se mima el caldo en un privilegiado entorno natural, en pleno corazón de una Reserva de la Biosfera, con cinco montes bocineros a la vista. www.bodegaberroja.com.
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