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f. góngora
Jueves, 7 de febrero 2019, 12:17
El agua nos llama, nos fascina y nos hipnotiza. El embalse de Ullíbarri-Gamboa, con sus más de 147 hectómetros cúbicos almacenados en sus entrañas, cumple sobradamente su misión de abastecer de agua potable y electricidad a la mitad de la población vasca, pero nos ... proporciona más. Mucho más. Cada invierno acoge a unas 10.000 aves, que dentro de unas semanas iniciarán sus ritos amorosos. Es un paraíso de vida, de Naturaleza. Recorrer sus 45 kilómetros de orillas, o pasear por el parque ornitológico de Mendixur, las dos áreas de ocio y baño de Landa y Garaio o las cuatro islas (Zuaza, Orenin, de los Caballos y de los Conejos) se ha convertido en los últimos años en uno de los grandes atractivos de Álava. Miles de paseantes y ciclistas acuden en cualquier estación del año a disfrutar de una combinación casi perfecta de diseño ecológico y recreativo, el paseo perimetral construido por la Diputación, que permite disfrutar de un paisaje lleno de sugerencias y sorpresas.
Cómo llegar Desde Vitoria, N-104 hasta Ozaeta y luego, A-3012. A unos kilómetros se encuentra el desvío hacia el pantano de Ullíbarri.
Web www.alavaturismo.eus.
La ruta circular por el embalse tiene los ingredientes de una jornada en un ecosistema de una gran calidad. El paseo es de 45 kilómetros, pero si se completa el tramo de 13 kilómetros que atraviesa las dos zonas de humedales de las colas del embalse de Ullíbarri-Gamboa, podemos disfrutar de un área de reserva para las aves considerada de importancia internacional por la variedad y la cantidad de flora y fauna.
Es recomendable empezar la ruta ciclista en el punto de información del parque de Garaio, donde se pueden alquilar bicicletas (en época estival, consultar 695782498), o en Landa, donde también hay bar y restaurante. Otras opciones para emprender la marcha son la presa o el bosque de Labiano. Pero sin duda el tramo de las colas, con las tres grandes pasarelas que atraviesan la laguna, confiere al paisaje un encanto especial. Podemos volar por encima del agua e incluso tener la sensación de navegar, porque uno de los pantalanes se mueve.
Un martín pescador vigila desde la rama de un quejigo la orilla del embalse, junto a los últimos edificios que quedan en pie del pueblo de Garaio. Su plumaje azul es de una belleza única. Dicen que quien ve su destello no lo olvida nunca. El martín pescador, al igual que las miles de aves que habitan este mar interior, vive cómodo en este paraíso de 1.498 hectáreas.
Cuando se recorre el perímetro del embalse nos podemos tropezar con diferentes tipos de hábitats y formaciones vegetales; algunos espacios son nuevos, como los carrizales y espadañales, praderas juncales, saucedas, y otros viejos, como los robledales que representan la vegetación potencial del antiguo valle. Las zonas más someras de las colas y ensenadas constituyen un magnífico ejemplo de humedal con unas características ecológicas intermedias entre los humedales atlánticos y mediterráneos.
Eso los convierte en un imán para las 10.000 aves invernantes cada año. La comunidad reproductora de aves acuáticas cuenta con más de 350 parejas. Y especies amenazadas como la cigüeña negra utilizan el humedal durante los pasos migratorios. La isla de Orenin es un lugar privilegiado para ver colonias de cigüeñas blancas y garzas reales.
Pero no siempre fue así. Antes de 1957, fecha en la que se llenó la presa, por aquí fluía un río, el más importante de Álava. La vida asociada a su paisaje fluvial desapareció: pueblos enteros quedaron sepultados en un ataúd líquido; sus casas, sus puentes, sus molinos, sus iglesias... la vida de generaciones de alaveses quedaron anegadas y las lágrimas de los que tuvieron que abandonar sus hogares contribuyeron a llenar el embalse. Igual que el sudor de los miles de hombres procedentes de todas partes de España que construyeron aquella obra de ingeniería.
Dos de los pueblos que perdieron gran parte de su caserío durante la inundación conservan al menos parte del nombre del valle y del municipio desaparecido. Se trata de Ullíbarri y Nanclares, que mantienen el topónimo Gamboa. Lo formaban Azúa, Garaio, Marieta, Larrinzar, Mendijur, Mendizabal, Nanclares de Gamboa, Orenin y Zuazo. Contaba 630 vecinos en 1940 y de algunos de sus pueblos como Mendizabal, Orenin o Zuazo sólo quedan algunas ruinas o el nombre.
En realidad el embalse es la mejor metáfora de la construcción de Álava y Vitoria. Incluso del País Vasco. Un paisaje nuevo, hermoso, una reserva de vida, nacida de la muerte de otro paisaje anterior, de otras vidas ahogadas. Esa tremenda historia ha tejido las impresionantes postales que nos ofrece Ullíbarri desde cualquier recodo del camino.
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