iratxe lópez
Jueves, 21 de marzo 2019
Aunque Indiana Jones la llevara siempre puesta no hace falta chupa de cuero para lanzarse a la aventura de la arqueología. Sustituye el gorro por una visera si aprieta el sol, su látigo por la curiosidad y lánzate a la carretera para descubrir el ... patrimonio que antiguas civilizaciones dejaron en Álava. Para empezar no debes enfrentarte al Templo Maldito sino entrar con paso firme en el yacimiento de Iruña-Veleia.
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Iruña Veleia En Iruña de Oca. Visitas guiadas gratis los sábados (12.00 horas), de junio a septiembre. 618539353. www.veleia.com
La Hoya Laguardia. 945621122.
Arkaia 945203700.
Alto de Castejón Visita con cita previa con 24 horas antelación, llamando lunes a viernes al Ayuntamiento de Navaridas. 945605053.
Legaire Desde A-1, tomar la salida 379 en dirección al puerto de Opakua por la carretera A-2128. Nada más alcanzar el alto, coger a mano izquierda la pista forestal en dirección a las campas de Legaire, a cuyo aparcamiento se llega tras 9 kilómetros.
Web araba.eus.
La localidad de Iruña de Oca mima su hallazgo a solo diez kilómetros de Vitoria. Ocupa el espolón de Arkiz, delimitado por un meandro del Zadorra. En estas tierras convivieron hombres y mujeres, desde el primer milenio antes de Cristo hasta el siglo V. Los expertos suponen que en ese siglo abandonaría un oppidum tardío el último grupo humano de la zona. Después no se conoce ningún nuevo poblamiento hasta mediados del XIV, con el Priorato de la Orden de San Juan.
Iruña-Veleia vivió sus mejores momentos durante la primera mitad del siglo I. En época Julio-Claudia emergen las primeras domus romanas. Parece que su despertar tuvo mucho que ver con el paso de la calzada conocida como Iter XXXIV, que unía Astorga y Burdeos. El caso es que el número de casas creció, tanto que en época Flavia la ciudad brillaba vestida con lujosas viviendas y elegantes edificios públicos.
Llegado el siglo II se ejecutan grandes obras urbanas que buscan embellecer la ciudad, según atestiguan escritos de Plinio y Ptolomeo. Pero el siglo III impone un declive que merma el asentamiento, hasta que a principios del IV nuevas manos levantan la muralla, la última gran obra pública de Veleia. Observar la zona resulta muy interesante pero no vale solo con eso. Los materiales encontrados en el yacimiento descansan en el Museo Bibat de Vitoria, por lo que acercarse a la muestra redondea la visita.
La siguiente parada en este circuito cultural es el poblado de la Edad de Hierro de La Hoya, en Rioja alavesa. El centro de interpretación cuenta lo que hay que saber del lugar localizado en Laguardia. Expone la vida cotidiana y rutinas de quienes lo habitaron entre el 1200 –Edad de Bronce Media/Final–, y el 250 antes de Cristo –II Edad del Hierro–. La fatalidad cortó el flujo vital del asentamiento. Un asalto provocaría el gran incendio que derribó el enclave en su época de mayor apogeo. Los expertos sugieren que sucedió un día de mercado y los restos permanecieron enterrados hasta salir a la luz tras las excavaciones.
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Caminar por el yacimiento acerca a su urbanismo, a sus calles, plazas y casas agrupadas por manzanas. Incluso se puede entrar a la reproducción de una de ellas para reconocer el tamaño, contemplar las estancias y los objetos que hacían la vida más fácil. Una maqueta colocada en el centro del poblado la muestra tal como debió ser allá por la II Edad de Hierro.
Volvemos a los romanos para detenernos en localidad de Arkaia, junto a Vitoria, donde aguarda el complejo termal mejor conservado de Álava, proveniente de los siglos I y II. A estos baños acudían quienes necesitaban relajarse o conversar animados por el contraste de diversos espacios a diferente temperatura. Junto al patio, la denominada palestra, ejercitaban el cuerpo y se entretenían con actividades al aire libre. Como los actuales gimnasios, contaban con vestuarios y letrinas. También, por supuesto, con hornos para calentar el agua y canalizaciones para el discurrir de líquido y sosiego. El complejo pertenecía a Suestatium, localidad ubicada junto a la ya conocida calzada Iter XXXIV. Por eso, además de aprovecharlo los vecinos, supondría un alto en el camino para muchos viajeros.
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La cuarta cita tiene lugar con el poblado del Alto de Castejón, Bien Cultural con categoría de Conjunto Monumental. Domina el entorno en Navaridas, sobre un cerro amesetado a medio camino entre el piedemonte de la Sierra de Cantabria y el Ebro, en las cercanías del río Mayor. Aunque parece que sus orígenes se remontan hasta el Neolítico, es al final de la Edad de Bronce y la primera Edad del Hierro cuando los vecinos dibujan sus contornos. La cumbre, las laderas y la llanura cercanas al cerro son empleadas para la edificación. Al principio con casas de planta circular; después se edifican en solares aterrazados viviendas rectangulares que aprovechaban mejor espacio y tránsito.
Da una pista de su extensión que contara con tres recintos defensivos y una cisterna tallada en la roca, con capacidad para miles de litros de agua. Aún puede distinguirse parte del alzado de esos hogares construidos en mampostería y adobe. Sorprenden también las placas de hogar, los bancos corridos, los hornos de pan y los trabajos en hueso y cerámica, además de las evidencias de cultivo de cereal, ganadería, caza y pesca.
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Y llega el momento de caminar a través del pasado por una ruta de 6,4 kilómetros que se completa en unas dos horas en el parque megalítico de Legaire, donde se concentran casi un centenar de construcciones erigidas hace unos 5.500 años, de las que 16 pueden ser visitadas. Entre ellas, un menhir de afamada historia, el de Akarte, el primero descubierto en Álava por José Miguel Barandiarán, Telesforo Aranzadi y Enrique Eguren en 1919. Muchos de estos restos guardan relación con el pastoreo, actividad que empezaría a ejercerse entre el 7.000 y 5.000 antes del presente. Por eso el lugar está lleno de chabolas y megalitos construidos con grandes piedras.
Recuerda la lección de prehistoria de la escuela. Los menhires son monolitos con varios metros de altitud hincados en la tierra y de incierto significado; los túmulos, acumulaciones de piedras, normalmente menores a los cinco metros de diámetro, que en ocasiones cubrían un cadáver o sus cenizas, y los dólmenes, túmulos dotados de una cámara interior, un panteón donde enterrar a los muertos. Las cistas son, en cambio una versión reducida de los anteriores donde se inhumaba a pocos individuos mientras que los cromlechs están constituidos por círculos de piedras que, en ocasiones, contienen enterramientos.
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Un repaso a la arqueología alavesa no estaría completo sin una visita al Bibat, el museo de Vitoria que resume la historia de la provincia, desde la Prehistoria hasta la Edad Media. En sus tres pisos es posible apreciar los primeros instrumentos fabricados en piedra por nuestros antepasados en el Paleolítico, la expansión de la agricultura o la revolución que supuso el descubrimiento de las técnicas para la fundición de los metales. El manejo del hierro, la materia prima fundamental de la cultura de los castros durante el primer milenio antes de Cristo, ocupa el segundo piso, mientras que el tercero subraya la influencia de la presencia romana a través de ciudades, calzadas, villas rurales, instalaciones termales, etc., antes de llegar al área dedicada a los objetos medievales hallados en aldeas o templos. Museo Bibat: Cuchillería, 54 (Vitoria). 945203700. Entrada gratuita. www.araba.eus.
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