iratxe lópez
Jueves, 22 de agosto 2019, 01:32
La visita guiada avanza hacia una Plaza Mayor repleta de edificios del siglo XVIII. «Elciego –explica el cicerone– vivió un período de pujanza hasta ese siglo desde el XVI. Como aldea feudal se distinguía porque los campesinos eran dueños de su tierra, aunque no tenían ... derecho al autogobierno». La situación cambió en 1583, al conceder Felipe II el Privilegio Real, el fuero que supuso la tenencia de parroquia. La fecha marca una nueva etapa en el vida de esta localidad de Rioja Alavesa. Comienza una pujanza apreciable en la casa de uno de sus personaje más ilustres, Manuel Navarrete Ladrón de Guevara.
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Horarios de verano 11.00 y 17.00 horas, domingos 11.00 h.
Reservas 945606632.
Precio 2 euros.
Web elciego.es.
En la esquina de su hogar, conocido como 'La casa de los hierros' por el impresionante balcón corrido de hierro sujetado por cartelas del mismo metal, luce un enorme blasón que indica su hidalguía, pertenencia a la iglesia y distinción militar. Fue este hombre obispo de Mondoñedo y llegó a convertirse en arzobispo de Burgos, lo que deja bien a las claras el alcance de su poder.
Con el fin de demostrarlo construyó la ermita de la Virgen de la Plaza, edificio austero con aire barroco en la portada y ladrillo en la zona superior para abaratar costes. Resulta curiosa la asimetría consciente, pues de haberla diseñado equilibrada uno de los muros habría impedido al sol alumbrar la casa del clérigo. El templo recuerda a un teatro, influenciado por el éxito que disfrutaba entonces la ópera en Europa. Dentro espera la patrona de la villa, la Virgen de la Plaza, una figura hierática más propia del gótico.
Frente a la ermita se levanta el Ayuntamiento (siglo XVIII), engalanado con el escudo imperial de Felipe II, de modo que el poder eclesiástico queda encarado a poder civil. Allí se hacía justicia a los reos. Ya fuera de la plaza sorprenden los palacios de la familia Ramírez de la Piscina, que vivieron en un Elciego de moda en el XVIII. Muchas familias construirían casas que daban pistas sobre su capital y el de este clan se materializa en el alero de madera, extremadamente detallista.
En otra plaza dedicada a nuestro ya viejo conocido, Navarrete Ladrón de Guevara, aguarda la visita estrella, la iglesia de San Andrés, que admirarás por fuera y por dentro. Debido al desnivel de la zona fue necesario crear una gran plataforma que asentara el templo, impresionante desde la perspectiva del río. Aglutina estilos arquitectónicos, desde el gótico de los primeros tramos hasta el neoclásico de la sacristía nueva.
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Construida en piedra de sillería en el XVI, fue un cantero el encargado de levantarla, por eso resulta algo tosca. «Siguiendo la estela del Renacimiento trató de reflejar el pasado romano... y qué hay más romano que un arco del triunfo. Por eso hizo dos». Añadió una balaustrada que comunica la torre del reloj con la del campanario, asimétricas, por cierto… debido a la irregularidad del terreno, una debía pesar menos que otra.
Dentro del templo los ojos se redondean como platos, puesto que nadie espera la impresión de lo que aguarda. Construido en tiempo record, fueron aquel cantero y dos generaciones más de su familia los encargados de terminar el interior. Hipocampos, hipogrifos, tritones… la llamada a la tradición romana salpica este lugar que mezcla esas imágenes con otras plagadas de temor al pecado, calaveras e incluso un demonio devorando a un querubín. «Recuerdan que la muerte espera y que hay que ser buen católico, que incluso los seres más inocentes pueden acabar en el infierno», explica el cicerone.
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Fuera de la visita pero presente desde que llegas al pueblo, la bodega Marqués de Riscal aporta el contrapunto de modernidad con el diseño de Frank Gehry. Cuatro plantas materializadas en piedra, cristal y láminas de color y una altura de 24 metros de alto que recuerdan, sin querer evitarlo, al museo Guggenheim. No en vano, el arquitecto estadounidense firma ambos proyectos.
Casa Rojanda aúna alojamiento rural y bodega. Un cuidado diseño con elegantes habitaciones decoradas al detalle redondea el ambiente familiar imperante en este edificio reconstruido, que sintoniza con los inmuebles propios de Elciego. La tranquilidad es parte esencial de su sello, como también lo son el trato cercano y la naturalidad. El vino aporta ese extra que puedes materializar conociendo su bodega, un espacio donde descubrir la indudable conexión entre los caldos y las gentes que pueblan esta localidad alavesa. (Manuel Iradier, 8 (Elciego). 945606190. casarojanda.com.
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